El cambio climático ha generado efectos a nivel global y regional que ya han alterado los ecosistemas de distintos rincones del mundo. En Santiago, uno de los impactos tan graves como silencioso es el de la desertificación
En los últimos años, en Santiago se ha producido un aumento de las lluvias medias anuales y una mayor variabilidad del nivel de precipitaciones entre año y año. “Esto es favorable para la agricultura porque hay mayores precipitaciones medias, pero los riesgos de sequías son mayores”, indicó la bióloga Nancy Yanuzzo, del Laboratorio de Estudios Ambientales de la Facultad de Agronomía de la Unse.
“Teníamos una zona que estaba delimitando la Pampa Húmeda y ahora se extiende hacia la zona de Santiago, Chaco y Formosa – explico Yanuzzo - esto ha hecho que se convierta en una zona apta para la agricultura”. Esta condición, que a priori puede parecer una novedad positiva, porque ha abierto oportunidades en actividades productivas que antes no se realizaban en el ámbito local, implica otros riesgos, como la importación de prácticas que tienen éxito en otras zonas con una variabilidad climática y ecosistemas distintos.
“En Santiago hay una tecnología que se está aplicando que no es la óptima, porque aquí tenemos un clima árido y semiárido que hace más vulnerable a nuestro ecosistema – explicó Yanuzzo – y un mal uso de la tierra implica grandes riesgos de desertificación”.
Puntualmente, Yanuzzo habla del problema de los desmontes y la desertificación.
Según el último informe sobre deforestación en la Argentina, en Santiago del Estero se han deforestado 306.055 hectáreas de bosque nativo. Esta cifra representa alrededor de un 30% del total de los desmontes realizados en todo el territorio nacional.
Yanuzzo explicó que “la desertificación implica cambios a nivel clima y ecosistema e impacta en las actividades productivas del hombre degradando la economía, a lo que hay que sumarle impactos en la salud y en la vida en general”.
Los expertos indican que, cuando se llega a los extremos de la desertificación, en los países en vías de desarrollo es imposible la reversión. “Una tierra desertificada no tiene marcha atrás. Sobre todo porque el clima también impide que se vuelva a recuperar esa tierra”.
Los cambios en el uso de la tierra, acompañados por las mayores variaciones entre lluvias y sequías llevan indefectiblemente a una degradación de la tierra y su camino hacia la desertificación y la consecuente inutilización de las mismas
“Se han habilitado las tierras para agricultura y a largo plazo puede pasar que este mal uso termine volviéndose en contra a nivel productivo y económico – sentenció Yanuzzo – hay variaciones en los ecosistemas y los mismos sistemas se ven afectados a nivel pérdida de la biodiversidad”.
1,18% del bosque nativo santiagueño se pierde para siempre cada año, según un informe de la Secretaría de Ambiente de la Nación.
940 mil hectáreas de bosque nativo han sido taladas en los últimos diez años. Sólo en las áreas con clima árido como en Santiago, la tierra corre riesgo de desertización. |
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