Si todos los habitantes del mundo consumiéramos como los pobladores más ricos del planeta, no nos alcanzarían los recursos naturales de la Tierra multiplicados por cuatro. En promedio, ya se consume 30 por ciento más de lo que el planeta es capaz de renovar. Sin embargo, en Latinoamérica se está gestando un movimiento que asegura que se puede evitar la catástrofe que anticipa el calentamiento global si las personas son conscientes del impacto que genera lo que consumen.
¿Cuánto poder tienen los consumidores? Para Helio Mattar, más de lo que se cree.
Mattar es presidente y uno de los fundadores del Instituto Akatu ( www.akatu.org.br ) para el consumo consciente, una organización no gubernamental que trabaja en Brasil a favor del cambio de comportamiento de los consumidores. Entre otras cosas, este ingeniero industrial fue ex secretario de Desarrollo de la Producción del Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior.
Mattar participó en Mendoza de una jornada coordinada por la organización mendocina Despertar ( www.consumoconsciente.org.ar ) en alianza con la cordobesa Wachay-Fundación Funway (www.wachay.org).
La Voz del Interior conversó con Mattar horas antes de una aplaudida charla en la Universidad de Mendoza. “Akatu empezó hace ocho años con la percepción de que el consumidor no sabía de su poder en el acto de consumo para influenciar a las empresas a un comportamiento más social y ambientalmente amigable (...)”, señaló.
–¿Cómo puede contribuir a la sustentabilidad social y ambiental?
–Por ejemplo, si reduce el desperdicio de agua. Las municipalidades pueden utilizar en educación y en salud la inversión que hacen en el tratamiento de agua. Cuando el consumidor entiende esa relación tiene otra disposición para reducir el desperdicio.
–¿Qué motiva a alguien a cambiar su conducta de consumo?
–Las personas no cambian su manera de consumir porque no tienen la percepción de que el consumo tiene impacto sobre la sociedad. Hay que mostrar que al vivir más, tenemos más consumo per cápita. Durante 72 años, que es la expectativa de vida en Brasil, su conducta va a impactar muchísimo. Entonces tiene una motivación para cambiar. Aun así van a decir: “Lo entiendo, pero yo solo no voy a resolver el problema”. Entonces le damos instrumentos para que pueda movilizarse. Si es capaz de movilizar un grupo grande, en un tiempo muy corto va a tener un gran impacto.
–Si seguimos consumiendo como ahora, ¿qué puede pasar?
–Hoy, la humanidad consume 30 por ciento más de lo que la Tierra es capaz de renovar en recursos naturales. No estamos renovando el aire, el agua, las tierras cultivables y la absorción de basura. Es el 30 por ciento más, con sólo el 25 por ciento de la población mundial consumiendo arriba de lo que necesita. Y 75 por ciento consume al nivel mínimo o debajo del mínimo necesario. Si la población del mundo –China, India– desarrollan un modelo de consumo como el de los habitantes más ricos del planeta necesitaríamos más que cuatro planetas para soportarlo. No tenemos que consumir como África, porque el nivel de desperdicio es muy grande.
–¿Cuánto se desperdicia?
–Se calcula que se produce alimentos para el doble de la población mundial y el 50 por ciento se pierde en la agricultura, en el almacenaje, en el transporte, en el procesamiento. Probablemente habría suficiente alimento para dos veces la población mundial. Podríamos llegar con alimentos a 13 mil millones de habitantes si reducimos el desperdicio.
–¿Qué más se desaprovecha?
–En el mundo, se mandan a la basura 4,2 millones de celulares todos los días. Puedo garantizar que 3,8 millones de ellos funcionan. ¿Por qué los tiran a la basura? Porque hay una obsolescencia programada, porque la publicidad le provoca al consumidor a comprar.
–No hay una necesidad real...
–No. La necesidad es la necesidad de reconocimiento. Hay una percepción de que el consumo lleva a la felicidad y es exactamente lo opuesto. Los productos son casi descartables. Una licuadora en la época de mi papá duraba 35 años; hoy, dos años y no se manda al service.
–¿El consumo exagerado está fomentado, en parte, por empresas que producen cosas de mala calidad?
–En Akatu nunca decimos que la culpa es de uno o de otro porque no hay empresas sin consumidores. Si el consumidor es consciente, el consumidor le va a decir a la empresa que no quiere productos descartables o que sí los quiere. Si el consumidor le dice a la empresa “yo no quiero trabajo de niños”, las empresas no lo van a utilizar. Pero si quiere el precio más bajo posible, vamos a tener trabajo esclavo.
–De alguna forma, las empresas se ven obligadas a cambiar...
–Claro. Empiezan a percibir que en el mundo de la visibilidad, en el mundo de la transparencia, no se puede trabajar de la misma manera. Los medios de comunicación le van a informar al consumidor lo que pasa en las empresas y el consumidor está más sensible a las cuestiones ambientales y sociales.
Gráficamente
–¿Cómo se puede mostrar el impacto del consumo?
–En Brasil medimos cuánto desperdicia de agua una persona en su vida. Si tomamos los usos individuales de agua para baño, lavar los dientes, lavar la ropa y cocinar, vemos que va a desperdiciar casi dos millones de litros de agua. Si le digo que son 200 camiones de los que llevan agua a las poblaciones, ahí puede visualizarlo. Si un millón de personas durante apenas un mes cierran el agua al lavarse los dientes se ahorra en agua el equivalente a lo que cae por las Cataratas del Iguazú durante 12 minutos. Entonces las personas tienen la percepción de cuánto se puede ahorrar. Por ejemplo, tomemos una familia mediana de 3,5 personas con un ingreso mensual de 800 dólares. Esa familia desperdicia aproximadamente el 30 por ciento de todos los alimentos perecederos que compra. Si consigue reducir ese desperdicio al 10 por ciento y pone la plata economizada en un a caja de ahorro, los 3,5 miembros van a tener 410 mil dólares al final de su vida.
–¿Por qué se desperdicia tanto?
–Porque no se consideran alimentos varias partes de la comida y al fin del día si sobra un poco de alimento, se tira. No se usan las cáscaras, los tallos... si la apariencia no está tan buena no se utiliza.
–¿Cuál sería el consumidor ideal?
–El que consume sólo lo que necesita. No hago juicio de valor.
–Más allá de lo evidente, ¿qué provoca el derroche de agua?
–Que no vamos a tener suficiente para todos. Hoy en día 22 millones de personas no tienen agua de calidad en Brasil. Casi el 70 por ciento de los gastos públicos en salud tienen relación con la mala calidad del agua y como consecuencia pagamos más impuestos y tenemos una educación de peor calidad.
–Es un círculo...
–Lo llamamos círculo de interdependencia. Lo que hago yo va a afectar al mundo. Yo puedo decidir eso.
Campaña EPA!
El próximo jueves, el Instituto Argentino de Responsabilidad Social Empresaria (Iarse) lanzará la Campaña “EPA! ¡Mirá qué fácil es ahorrar!”. Será de 17 a 19, en el Auditorio Carlos Ortiz de LA Voz del Interior, en avenida La Voz del Interior 6080. Están invitados a participar empresarios y funcionarios de compañías del ámbito local y nacional, representantes de medios de comunicación, referentes del sector social y todos aquellos que tengan interés en la campaña que busca promover la adopción de conductas social y ambientalmente responsables y alentar acciones de ahorro de energía, papel y agua. Cupos limitados. Inscripciones: lmasssari@iarse.org o al (0351) 411-0600.
Consumidores indiferentes
–¿Cómo se mide la conciencia en el consumo?
–Depende de la situación del país o de la región. No se puede medir la conciencia de consumo contra un ideal, porque así cualquier consumidor va a estar en una posición muy mala.
–¿Por qué?
–Porque la cultura del consumo vigente es insustentable. Hicimos una investigación para determinar cuál es el nivel más alto de consumo consciente en Brasil. Y basado en ese nivel establecimos una escala. Esa escala tiene 13 comportamientos en cuatro grupos: un grupo engloba los comportamientos de economía que son lo más comunes: el 75 por ciento de la población lo hace. Por ejemplo, cerrar el agua cuando se lava los dientes o desenchufar la televisión o apagar las luces cuando se va. Es un comportamiento de economía porque la motivación es de ahorro. El segundo grupo abarca los comportamientos de planeamiento: planear la compra de ropas o leer los rótulos de los productos. El 45 por ciento de la población lo hace. El tercer grupo incluye a quienes realizan compras sustentables, comparten información de productos y empresas con otras personas, compran productos orgánicos alimentarios y productos hechos con materiales reciclados (28 por ciento). El cuarto grupo es el de reciclaje de la basura o la utilización del otro lado de la hoja de papel (28 por ciento).
–¿Dónde se ubican los consumidores en Brasil?
–Según un test que aplicamos, el cinco por ciento de la población brasileña está en el nivel más alto (de consumo consciente). En el segundo nivel está el 28 por ciento de la población. Los indiferentes son la mayoría de la población, el 67 por ciento.
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