En nuestro país, primariamente en las regiones del centro, sur y oeste, la falta de lluvias está generando intensos períodos de sequía. Por ello, hasta las máximas autoridades del gobierno nacional reclaman por una estrategia que, en ciertas regiones, involucraría un programa nacional de riego productor por productor, donde sea factible el aprovechamiento de un cauce, río o arroyo, o en áreas donde el agua subterránea puede lograrse en forma sostenible por su menor profundidad y su buena calidad.
Hace más de 25 años que la superficie bajo riego en el país se mantiene dentro del límite de 1,5 millones de hectáreas, siempre con franco predominio de las provincias andinas de Cuyo y, como complemento, con Río Negro al sur y algunas provincias del noroeste, más arriba.
Así, regiones ubicadas en la parte central del país, como Córdoba, Santiago del Estero y aun la Mesopotamia, se mantienen dentro de áreas limitadas, no obstante las amplias posibilidades de sus ríos y arroyos.
Por otra parte, el conocimiento de la deriva del agua subterránea apta y de menor profundidad que se produce desde el oeste hacia el este indica que queda aún mucho por explotar, como el centro-sur de Córdoba, el sur de Santa Fe y el norte bonaerense y, en espera, otras regiones.
Es que durante tantos años ha habido lluvias excelentes y se pensaba que el riesgo suplementario sería demasiado obvio e innecesario. La realidad nos muestra que no es así.
Hoy, ante la emergencia hídrica, se sabe que "la agricultura regadía" puede ser una realidad y el riego una herramienta necesaria.
Para ello hay dos alternativas.
La primera es el aprovechamiento, mediante bomba y equipo, de una corriente de agua superficial que se encuentre dentro del límite de la propiedad, o cercana, y permita poner un equipo en sus márgenes con bombeo continuo para extraer así un cierto caudal útil, de por lo menos 60 o más metros cúbicos por hora, en el período de mayor evapotranspiración y/o necesidad de agua.
Dado que, por lo general, el curso de un arroyo constituye la parte topográficamente más baja del terreno, se extrae el agua suficiente con el equipo de bombeo que, a su vez, entrega a una cañería, corrientemente de seis pulgadas de diámetro, que transportará este caudal "hacia arriba", a una distancia necesaria como para generar una "cota positiva de riego". De modo tal que, desde este alto así generado, se vaya conduciendo el agua por gravedad mediante una serie de canales, hijuelas y acequias hasta los cuadros con surcos, o co-amelgas, según sea el cultivo de que se trate.
La segunda posibilidad es factible en el centro, el norte y, en mayor medida, el este de la provincia de Buenos Aires.
Para ello, se lleva a cabo una perforación por la extracción de agua subterránea, tomando por lo común una, dos y aun tres capas o napas. Este caudal ingresará al sistema de riego, el cual, lógicamente, puede adquirir también modalidades por gravedad o en superficie o, como es corriente, apoyado por un sistema de cañerías de conducción.
La ventaja de la perforación es que, dentro de lo posible, se busca llevar a cabo en el punto topográfico más alto, para facilitar su entrega y uso. En todos los casos, lo que se trata de evitar son los movimientos de tierra con máquinas, que pueden afectar el suelo y hacerle perder fertilidad. Por lo común, se extrae el agua entre los 40 y los 60 metros de profundidad.
Nota de tapa / ¿Una agricultura regadía?
Las condiciones del riego por gravedad en superficie
Según el ingeniero Jorge Alfredo Luque, se estima oportuno adelantar algunas pautas o reglas generales a tener en cuenta cuando se apela al riego por gravedad en superficie, procedimiento más común o corriente dentro de esta técnica.
* 1) En suelos sueltos o arenosos, la longitud de los surcos puede alcanzar un largo de 80 a 100 y 120 metros como máximo.
En suelos medianos o francos, esta longitud fluctuará entre los 150 a 180 metros y, en suelos finos o compactos (arcillosos), alcanzará entre los 180 y los 220 metros. Con caudal discontinuo es viable duplicar estas longitudes.
* 2) Las pendientes generales de uso para riego en los surcos fluctúa entre el 2 y el 6 u 8 por mil (0,2 al 0,8%).
* 3) Según el tamaño de los surcos y el cultivo de que se trate, el caudal que se entrega por surco varía entre 0,8 a 2,5 litros por segundo, teniendo relación este parámetro, a su vez, con el tiempo de riego. Es corriente el uso de sifones de plástico.
Un factor importante a tener en cuenta en el planteo inicial, aparte del caudal, es el referido a la calidad del agua, que debe estar siempre, en cuanto a contenido de sales solubles totales se refiere, por debajo de los valores límite.
Por lo común, el agua de ríos y arroyos suele ser satisfactoria, pero deberá analizarse aquella que proviene de perforaciones, sobre todo la de las capas superiores.
A este respecto y como norma general, se recuerda que la medición se lleva a cabo por conductometría (conductómetros que miden lo opuesto a la resistencia), se establece como límite un valor de 1,8 a 2,0 milimhos por centímetro o Deciciem por metro. Ello equivale --aproximadamente-- a 1,20 gramos de sales por litro; más podría ser perjudicial y provocar salinización progresiva en los suelos.
Debe recordarse, también, que con 100m3/h pueden regarse de 30 a 25 hectáreas y, con 200m3/h, se alcanzan hasta 60 hectáreas. Desde luego, puede influir en este límite el sistema de riego usado y, sobre todo, la textura del suelo y el "sistema-densidad" de cultivo.
Tanto el control de la sequía como, en mayor medida, para la obtención de altos rendimientos, deberá tenerse en cuenta:
* Para poder amortizar exitosamente una perforación con equipo de bombeo y los elementos necesarios, se recomienda partir en todos los casos desde los 60.000 a 75.000 litros/hora a más (65 a 75 m3), lo que alcanzaría para un cuadro de entre 28 a 32 hectáreas, aplicando un turno generalmente cada 8 a 10 días.
* Con relación al riego por gravedad en superficie, lo ideal es sin estructuras mecanizadas, aunque con posible apoyo de una cañería móvil de seis pulgadas, con y sin compuertillas; se recomienda a partir de un límite de 100.000 a 120.000 litros/hora (100 a 120 m3), que alcanzaría a cubrir satisfactoriamente unas 30 a 35 hectáreas, según el cultivo.
Desde luego, los costos unitarios se hacen menores a medida que se dispone de caudales mayores, sin problemas en bombeo continuo.
Así es común observar, en el centro de Buenos Aires, sur de Santa Fe y centro y sur de Córdoba, caudales que alcanzan y sobrepasan los 200, 250, 300 y aun más metros cúbicos por hora, con lo que es dable defender y regar satisfactoriamente cuadros o lotes de 50, 60, 75 o más hectáreas.
Con los grandes caudales se pueden acondicionar muy convenientemente los planes, época y turnos de riego para combatir eficazmente la sequía y obtener, al mismo tiempo, altos rendimientos en cultivos de cereales, industriales y forrajeras: trigo, cebada, maíz, soja, alfalfa y pasturas intensivas.
Dentro de este movimiento de agua, se hace oportuno considerar la posibilidad del riego mecanizado, apelando al "pivote central" en sistemas más avanzados.
Programa de riegos en función de los cultivos
Varios son los cultivos o explotaciones que pueden ser considerados en lo que atañe tanto al logro de altos rendimientos como al control de la sequía.
En primer lugar, tanto en el maíz como en el trigo y en la soja, por su respuesta a este tratamiento, sobre todo cuando se usa semilla híbrida de criadero, es corriente constatar rindes superiores por hectárea.
Los cultivos, tanto del trigo como de la soja, son menos espectaculares, pero asimismo, aparte de controlar la sequía y el déficit hídrico, la presencia de riegos oportunos ha permitido lograr rendimientos unitarios que, en ciertos casos, han superado los 50 quintales por hectárea en lotes cuyo tamaño medio era de aproximadamente 30 a 60 hectáreas, en los dos últimos cultivos. En maíz, se superan holgadamente los 120 qqs.
En todos los casos, los valores de alto rinde se apoyan en la aplicación simultánea de fertilizantes, en dos o tres ocasiones dentro del ciclo, relacionado con análisis previos del suelo. No obstante, existe un patrón más o menos general basado en el uso de dos fertilizantes.
En mayor medida, se está apelando a la urea granulada o al nitrato de amonio por su valor nitrógeno, en dosis variables con dos aplicaciones; la primera temprano, a veces con la siembra del cereal, y la segunda cuando la planta ha alcanzado cierta altura, dentro de las labores culturales.
Como complementación de lo anterior, en ciertos cultivos se suele apelar luego al fosfato diamónico y/o al superfostato de calcio, en una sola aplicación, asegurando altos rindes.
En razón de que la mayor parte de la denominada región pampeana incluye parte de Buenos Aires, Córdoba, La Pampa, Santa Fe y otras zonas menores, por lo general el programa mínimo de riesgos antisequía y de alta producción se ajusta a un calendario de 6 a 8 riegos en función de disponibilidad hídrica, cultivo y planes específicos previos. Es poco lo que se improvisa.
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