En las últimas semanas las relaciones bilaterales entre Perú y Bolivia se fueron deteriorando mucho más. Los gobernantes de ambos países se acusan de injerencia política.
Bolivia cuestiona que Perú haya dado refugio a ex ministros involucrados en la masacre de la denominada “guerra del gas” o masacre de octubre de 2003, cuando perdieron la vida 67 personas y casi medio millar resultaron heridas.
El Ejecutivo peruano no perdona al presidente boliviano, Evo Morales, por haber convocado a los pueblos indígenas del mundo, incluido a los del Perú, a “liberarse”.
Ahora a esto se suma el desvío del río Mauri hacia Tacna, territorio peruano, que es un conflicto que data desde 1876; cuando el Gobierno peruano planteó desviar 5.000 litros por segundo de las aguas del Mauri y sus afluentes.
Pese a las negativas del Gobierno boliviano, Perú hace veinte años inició la construcción de canales de trasvase, que se encuentran en un ochenta por ciento de avance, como parte del proyecto Vilavilani con los canales: Calachaca, Chuapalca y Patapujo.
Un estudio de aguas sustentables revela que el desvío de la cuenca peruana-boliviana afectará a los lagos Titicaca de La Paz y Poopó de Oruro, puesto que ambos están unidos por el río Desaguadero, que tiene como afluente al río Mauri.
El trasvase del río Marui hacía el Perú, podría provocar en Bolivia la pérdida de más de 50 mil cabezas de ganado camélido, según el mallku Félix Butrón de la Quinta Sección del Municipio de Charaña del departamento de La Paz.
La falta de agua en las poblaciones de Oruro y La Paz, colindantes al río Mauri y sus afluentes, causará la pérdida de bofedales y forraje para los camélidos que son criados en esas zonas del altiplano boliviano, con fines de autoconsumo y sobre todo de comercio.
Las zonas fronterizas de Bolivia se caracterizan por la crianza de suri, wakay, k’ara y tampulli, que son parte de ferias internacionales de camélidos
De acuerdo con investigación
Reducción de aguas en el río Mauri deja desolación y muerte
El problema habría surgido porque el Gobierno peruano inició el trasvase de la Cuenca Alta de ese río hacia Tacna.
Eran otros tiempos cuando en las aguas dulces del río Mauri abundaban peces, como la trucha, para la comercialización y consumo de los pobladores de comunidades bolivianas aledañas a esta cuenca, que une a las naciones de Perú y Bolivia.
Hace diez años el panorama cambió después de que el Gobierno peruano inició el trasvase de la cuenca alta de ese río hacia Tacna.
Las aguas de este afluente disminuyeron en un 30 por ciento de su totalidad y a su alrededor la arena se abre paso delineando su recorrido. En la superficie las rocas afloran rodeadas de algunas algas que de a poco se van perdiendo o secando.
“La cantidad de peces ha reducido, casi al borde de desaparecer al igual que las ranas, que eran importantes para que pueda llover en este lado de Bolivia”, contó el mallku Félix Burgoa de la comunidad de Charaña de la provincia Pacajes del departamento boliviano de La Paz. Burgoa aceptó ser el guía del Periódico Digital de la Red Erbol en su visita a esa región fronteriza.
En el lado peruano los canales Calachaca, Chuapalca y Patapujo, construcciones de cemento para la continua desviación del río Mauri, se abren como serpientes sedientas a la espera de succionar la mayor cantidad del líquido vital.
Los mencionados canales de agua tienen una profundidad aproximada de dos metros, un ancho de al menos cuatro metros y una longitud que se extiende a 143.10 kilómetros hacia el lado de Perú.
El panorama en esta región andina es desolador y frígido; sin embargo, el clima parece ensañarse aún más con sus habitantes de esta zona fronteriza. El viento y tierra danzan gran parte del día, el sol casi no calienta y la helada parece haber encontrado su mejor estadía en el lugar.
Pero ese panorama parece no importar a los pobladores que viven en estas regiones, quienes apostados alrededores del río Mauri se muestran preocupados más por la falta de agua y vegetación.
“Antes los jóvenes hasta podían nadar en el río, porque era profundo, pero cuando no hacía mucho frío, sino uno se congela si se queda mucho tiempo en el agua”, recuerda Virginia Burgoa, una mujer de pelo encanecido y arrugas marcadas en el rostro que delatan que el tiempo no pasó en vano; aunque la fuerza en sus brazos y piernas aún sigan de roble.
El altiplano se tiñe de negro. Los peces van desapareciendo. A falta de agua el alimento del ganado camélido es escaso. La casi invisible vegetación se va secando bajo los rayos implacables del sol y el verde húmedo de otras épocas ahora se expande como una alfombra espinosa decolorada.
Max Tancara, un ganadero desde muy joven, no puede creer lo que pasa en el lugar y cómo sus esperanzas se desvanecen todos los días.
“Estos (racimos de espinas) no pueden comer las llamas, los animales pueden atorarse y hasta cortarse la garganta, lo que podría provocar hasta la muerte de los mismos”, dijo, , a tiempo de contar que dejó sus estudios universitarios para dedicarse a la crianza y comercio de camélidos.
La consecuencia más dramática del desvío es la succión total del río Huch’usuma, que desde hace diez años se encuentra como una vena completamente desangrada sin una gota de agua y más aun en épocas secas. Ahora el lugar de las aguas es ocupado por cascajos de piedrecillas mezcladas con maleza, que sirven de nido para los lagartos.
“Todos necesitamos del agua. Perú tiene derecho al agua, pero no tiene derecho a dejarnos sin una gota a nosotros (los bolivianos). No piensan en toda la gente”, protesta Juana Condori, conocida como la “mama” por los lugareños, porque a sus setenta años ha criado y cuidado al menos veinte niños, entre huérfanos, abandonados y otros.
El río Mauri está ubicado exactamente a seis horas de la ciudad de El Alto, Bolivia, un lugar a donde se puede acceder solamente pasando por Charaña, población boliviana situada en proximidades a la frontera con Perú y Chile; y a donde arriban buses desde la Sede de Gobierno boliviano a través de una carretera precaria.
Las personas que vivían en Charaña emigraron y aún emigran de la región, obligadas a buscar mejores oportunidades laborales; tanto en Chile como en el Perú, más aún con la constante amenaza de quedarse sin agua.
“Sin agua no quedará otra que marcharse”, lamenta apenado Carlos Apaza, quien vio a sus amigos y familiares irse del lugar sin esperanzas de un posible retorno.
Si el desvío del Mauri se concretiza definitivamente, los afluentes Q’año y Putani seguirán el paso del Huch’usuma. Para Juan Ticona, otro poblador boliviano, los días de su estancia en Charaña van en cuenta regresiva.
“Estamos yendo de mal en peor. Las relaciones con Perú no son buenas y ahora con esto del desvío del Mauri, lo más probable es que Perú se lo lleve todo el agua ¿Pero nosotros de qué viviremos?”, preguntó el poblador.
Sin embargo; el tiempo es ajeno a esta realidad y el sol se esconde entre las montañas desoladas de esa zona andina de Bolivia. A lo lejos el viento helado juega con la paja brava y los niños que pasan por el lugar parecen ya impermeables al látigo de la brisa.
Los pastores reúnen rápidamente su ganado para irse a sus precarias casas de adobe antes de que oscurezca completamente. Mientras flota en el aire una pregunta ¿Hasta cuándo la gente podrá sobrevivir con la amenaza de quedarse sin vida? Pues el agua representa eso, la vida. |
|
|