Todos los días, Shukrije Xhemajli se pregunta si el agua que beben sus hijos les causará enfermedades. Se trata de un temor que la mujer siempre tiene presente.
Al igual que la mayoría de la población rural de Kosovo, Xhemajli carece de agua corriente, de manera que toda la que emplean proviene del pozo ubicado en el patio de su casa. A cierta distancia de la vivienda hay un pozo más antiguo, pero ella está tan segura de que contiene agua insalubre que no la usa ni para dar de beber a la vaca de la familia.
"¿Qué le puedo decir?", exclama la mujer. "Evidentemente, sería mucho mejor tener agua potable. Y no sólo para mi familia, sino para toda la región. Y también sería mejor disponer de agua en cantidades suficientes, y no como ahora, gota a gota".
Hacer frente a la escasez
A un kilómetro de distancia del hogar de Xhemajli vive la familia Demaku, integrada por 22 personas. El padre, Hazir, está sentado junto al pozo familiar. Pese a la exuberancia primaveral de las tierras de pastoreo que rodean al conjunto de viviendas, el nivel del agua del pozo es bajo.
"Uno puede vivir con escasez de muchas cosas", dice., "pero la vida es muy difícil cuando lo que escasea es el agua. Dentro de un mes, la situación será mucho peor, porque habrá desaparecido el agua del pozo".
Cuando se queda sin agua, la familia Demaku sólo tiene una opción. Los dos hijos mayores ponen en marcha el tractor familiar, le acoplan un remolque cargado de contenedores de plástico vacíos y se dirigen a un manantial situado a unos 5 kilómetros de distancia, en el que nunca falta el agua. Dos veces por semana por lo menos, los jóvenes pasan buena parte de la mañana llenando los contenedores, que luego llevan de regreso a su casa, como hacen muchas otras familias de la región.
Lo que hace UNICEF
La situación de miles de niños y niñas que viven en zonas rurales sin acceso al agua potable es motivo de grave preocupación para UNICEF.
"Un 60% de las escuelas carece de acceso al agua potable", afirma Tania Goldner, interinamente a cargo de la Oficina de UNICEF en Kosovo. "Eso significa que los niños pagan las consecuencias, que los efectos de esa carencia se reflejan en su crecimiento y en su desarrollo".
La escuela de Obri, cuya construcción fue financiada por UNICEF, cuenta con agua corriente. Sus alumnos aprenden normas de higiene y a hacer un uso cuidadoso del agua todos los días.
En la guardería de la escuela, una maestra llamada Shehide Demaj raciona cuidadosamente el agua de una botella de plástico de dos litros con la que los niños y niñas se lavan las manos antes de sentarse a comer el almuerzo que sus madres les han preparado. La maestra dice que más allá de las precauciones que se tomen, la población vive bajo la amenaza de los dudosos suministros de agua.
"El agua contaminada provoca diversas enfermedades, como las infecciones intestinales, los problemas estomacales, las enfermedades cutáneas y de otros tipos", detalla Demaj.
El derecho al agua potable
El representante de la aldea en el concejo municipal, Ilir Demaku, afirma que a pesar de las promesas de que Obri contará con servicio de agua corriente él no sabe cuándo sucederá. Le han dicho que pronto, pero agrega que no es la primera vez que le dicen eso y que hasta ahora no ha sucedido nada al respecto.
"Todos sabemos que ésta es una región que tiene graves problemas en materia de recursos hídricos", explica Demaku. "Dependemos de un sistema anticuado de extracción de agua de pozo, y se trata de un agua que no está completamente limpia ni desinfectada adecuadamente".
Según la Convención sobre los Derechos del Niño, de la que este año se celebra el 20º aniversario, todos los niños y niñas de Obri tienen derecho al agua potable. Sin embargo, hasta que las autoridades de la región no suministren agua apta para el consumo a la población de la aldea y alrededores, las enfermedades debidas al agua contaminada continuarán teniendo carácter endémico y seguirá siendo necesario realizar una y otra vez un largo recorrido hasta el manantial.
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