Pese a vivir a nueve kilómetros al sur del centro, el agua potable no llega a la casa de Miguelita Moruno, en Ushpa Ushpa. Como sus vecinos, compra el agua de cisterna, para su esposo, suegra y cinco hijos. Hervirla todos los días, además de ser moroso, era caro, pero desde hace un mes obtiene agua saludable que viene de su techo. “Así es mucho más fácil, porque no gastamos más gas”, explica ella con una botella en sus manos, llena del agua que va directo para la calamina, donde se quedará expuesta al sol durante seis horas.
Este método, que se llama Sodis (Desinfección Solar de Agua, por sus siglas en inglés), está siendo adoptado no sólo por Miguelita, sino por muchas familias de Bolivia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Perú. La Fundación Sodis, que tiene su sede en Cochabamba, trabaja con ONGs, el Ministerio de Salud y Servicios Departamentales de Salud (Sedes), para que más personas puedan tener acceso al agua segura y, así, más calidad de vida.
Con nueve años de existencia, la fundación difunde técnicas de tratamiento de agua con “soluciones sencillas que pueden salvar vidas”, afirma Elsa Sánchez, directora adjunta para Bolivia. Sodis enfoca su trabajo en niños para disminuir el número de muertes de “wawas” por diarrea o cólera. Y así llegó a la casa de Miguelita. Su hija, Alejandra, estudia en la escuela Obispo Anaya, en Valle Hermoso, donde los voluntarios difunden ya un año el proceso Sodis.
El tratamiento de desinfección solar del agua fue elaborado por el Instituto Federal Suizo para la Ciencia (EWAG/Sandec) con el apoyo del Centro de Agua y Saneamiento Ambiental (CASA) de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS). De acuerdo con Mirza Ovando, facilitadora de la fundación, la técnica utiliza dos componentes de la luz solar para desinfección del agua. “El primero, los rayos ultravioletas que tienen efecto germicida, y el segundo, la radiación infrarroja que eleva la temperatura del agua”, explicó.
Según las investigaciones, los microorganismos patógenos no pueden tolerar temperaturas elevadas y no tienen un mecanismo de protección contra la radiación ultravioleta. Entonces, se ha demostrado que cuando se coloca agua en una botella de gaseosa transparente durante seis horas, expuesta al sol fuerte, se puede eliminar bacterias, parásitos, virus y levaduras.
Voluntarios en la escuela
En el restaurante de Verónica Alánez, sus clientes se lavan las manos no en un grifo usual, sino en una botella portátil. Este instrumento es hecho con una botella gaseosa llena de agua con la boquilla hacia abajo. Para lavar, sólo es necesario abrir un poco la tapa y lavar con jabón que está en la parte de arriba de la botella. ¨Hasta 20 personas pueden lavar sus manos aquí¨, explica Verónica, una de las voluntarias de la escuela ¨Obispo Anaya¨ que atiende a 620 familias en la región de Valle Hermoso.
Verónica es una mamá líder y participa del equipo de salud del colegio, que cuenta con más de 40 papás líderes y 10 promotores de la salud. Cada papá líder es responsable por reunir 15 familias para una visita de un promotor de salud que va a explicar el método Sodis y las nociones básicas de higiene. Los promotores de salud también son voluntarios. Tienen sus hijos en la escuela y fueron capacitados por la Fundación Sodis.
¨Así estoy protegiendo otras familias¨, asegura la promotora de salud Ana Vargas. Ella dice que tiene mucho gusto de concienciar a otras mamás sobre cómo pueden evitar que sus hijos se enfermen.
“hay que cambiar los hábitos”
“Sabemos que es muy difícil cambiar los hábitos de los adultos. Por eso, intentamos crear hábitos en los niños”. Eso es lo que constata Mirza Ovando, facilitadora de la Fundación Sodis, que cree que cuando niños tenemos oportunidad de adquirir nuevos hábitos con más facilidad, mientras a los mayores les cuesta más, porque ya están acostumbradas con su manera de vivir.
Por eso, la fundación elaboró una metodología que acerca a las dificultades de cambio de comportamientos. La implementación de Sodis está acompañada de Enfoque de Capacitación AYNI (ECA). Ovando explica que la palabra AYNI proviene de la cultura Aymara y significa una relación de reciprocidad entre dos personas opuestas que se ayudan mutuamente, ya que una no tiene o que la otra posee.
La promotora de salud, Ana Vargas, de la escuela Obispo Anaya dice no tener dudas de que se aprende más con el trabajo de voluntariado. “Nosotros también aprendemos y aplicamos en nuestras casas, con nuestras familias”, asegura. Vargas, además, observa que son capacitados una vez por mes por la Fundación Sodis. “Pero, lo mejor es cuando conocemos las familias que tenemos que orientar y ponemos todo en práctica”, completa. |
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