Desde el lunes el agua que sale de la canilla de los hogares de la región metropolitana de Barcelona proviene del mar, gracias a la inauguración de la desalinizadora de El Prat de Llobregat.
Detrás de su protocolaria inauguración quedan dos años de obras, de los que más de la mitad se vivieron con angustia por la grave sequía del 2008.
Un grupo de periodistas, entre los que se encontraba El País, visitó la planta. Ubicada en la desembocadura del Llobregat en el Mediterráneo, está por completo automatizada con sistemas de seguridad de último modelo que son los encargados de procesar las 17.000 señales necesarias para el correcto desarrollo del proceso.
La planta va al 20% de su capacidad y sólo se activará toda la maquinaria de captaciones y filtros y ósmosis cuando los embalses se hallen al 60%, momento en que produciría 180 millones de litros por día, lo que representará alrededor de un 24% del consumo. Las instalaciones tuvieron un presupuesto de US$ 327 millones, de los cuales la Comisión Europea aportó US$ 213 millones.
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