En el barrio Parque Urbano I, las lluvias abundantes traen varios problemas a los vecinos, porque los desagües pluviales -a cielo abierto- fueron obstruidos durante una obra y el agua de las precipitaciones no corre, sino que se acumula haciendo de las calles verdaderos lodazales.
Esto ocurre en la calle Matacos entre Avenida de las Américas y Coronel Bogado, donde hace más de dos años colocaron conductos de agua potable desde el caño maestro, ubicado en la avenida. Los vecinos de esas dos cuadras quedan virtualmente aislados en días de lluvia, porque como la tierra tapó los caños en los cruces de calles, el agua sólo da la vuelta a la manzana por las zanjas e inunda hasta las veredas.
“La caída natural -hacia donde debe correr el agua- es hacia la avenida, pero como está todo tapado, corre hacia Trinidad González, pero tampoco puede escurrirse. Después de la lluvia, la calle queda con mucho barrio por varios días, y cuesta mucho que se seque”, contaron a La Mañana.
Una posible solución, dijeron, es que se conecte un codo de hormigón bajo la tierra para que el desagüe quede nuevamente funcional pese a las obras de agua potable, una obra que “no tarda tanto y no debe costarle tanto a la Municipalidad”.
“No podemos decir que es todo un desastre, porque no es así; se hicieron cosas buenas en el barrio y los alrededores, pero este es un detalle que nos está perjudicando a muchos”, dijo otro vecino.
A su vez, se suma al problema la falta de la conexión de los desagües pluviales a cielo abierto a la boca de tormenta que conecta el mismo al troncal del zanjón Coluccio, que va por debajo de la Avenida de las Américas y contribuiría notablemente a solucionar el problema que actualmente tienen, según señalaron.
Calles
Cuando finalmente el sol permite que las calles se sequen, aparece otro problema casi histórico del Parque Urbano I: quedan intransitables. En numerosas oportunidades se denunció ante este Diario el mal estado en que quedan y los perjuicios que esto trae para los propietarios de los vehículos y vecinos en general.
Como posible solución sugirieron rellenar las calles y colocarles encima un enripiado que les otorgue cierta durabilidad y resistencia al tránsito pesado.
Cuando hay barro, sólo los vehículos de gran porte pueden pasar por allí, y las huellas profundas que quedan en los caminos, cuando se secan, se convierten en peligrosas irregularidades que ocasionan caídas de los motociclistas y hasta daños mecánicos en los vehículos por las bruscas vibraciones que sufren al circular por allí.
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