Un día después de que un poderoso tsunami devastara pueblos enteros y complejos turísticos a lo largo de las costas de las islas Samoa y de la vecina Tonga, las autoridades seguían trabajando ayer contra reloj buscando posibles sobrevivientes de la catástrofe, que dejó más de 120 muertos y decenas de desaparecidos.
Dificultados por los cortes de electricidad y de las comunicaciones, los rescatistas se esforzaban por determinar la pérdida de vidas y los daños, en medio de cifras contradictorias.
"Los más afectados fueron los niños y las personas mayores, que no pudieron ponerse a salvo tan rápido", contó una periodista de una radio local.
"Estamos acostumbrados a que los huracanes destruyan las casas, pero nadie había visto antes algo así aquí", dijo Alan Ah Mu, del diario Samoa Observer.
Palanitina Toelupa, directora administrativa del Ministerio de Salud de Samoa, declaró: "Hubo personas que intentaron huir en sus autos y terminaron arrastradas por las olas dentro de sus vehículos".
Por otro lado, una médica del hospital de Apia, capital de Samoa, dijo que la catástrofe no le dio tiempo a la gente para ponerse a salvo.
"No hubo tiempo para ponerse a salvo, porque las playas más afectadas están a los pies de una escollera; es necesario caminar dos kilómetros para llegar a los lugares altos", explicó.
La costa sur de la principal isla de Samoa, Upolu, a mitad de camino entre Nueva Zelanda y Hawai, es un importante destino turístico y quedó completamente devastada. "Sufrimos una destrucción muy importante a lo largo de toda la costa. Muchos complejos turísticos fueron arrasados", indicó el viceprimer ministro, Misa Telefoni.
Por las vacaciones escolares en Australia y Nueva Zelanda, los hoteles estaban llenos. Es por ello que se cree que entre los muertos hay numerosos turistas. Los que sí pudieron ponerse a salvo se quedaron sólo con sus pijamas; perdieron sus pasaportes, dinero y otros documentos.
La presidenta de la asociación de hoteleros de Samoa, Nynette Sass, dijo que en la costa sur no quedaba nada. "Todo está destruido", contó Graeme Ansell, un ciudadano de Nueva Zelanda. "Sucedió demasiado rápido, no hay ni un edificio en pie. Tuvimos que salir corriendo." En Pago Pago, la capital de Samoa Americana, una australiana detalló la magnitud de la catástrofe: "La tierra tembló durante tres minutos y las olas alcanzaron los cuatro metros de altura", dijo.
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