Tienen razón aquellos que dudan respecto de los grandes proyectos, ideas faraónicas que traerán la panacea al interior de la provincia. Tienen razón porque hay un extenso historial de obras nunca iniciadas, inconclusas y otras en funcionamiento pero en medio de la improvisación.
El acueducto Los Barreales no es la excepción, sino más bien la regla. Ya resulta vergonzoso que se discuta nuevamente cuál será la traza definitiva del ducto, de una obra que se inició hace tres años y que debió terminarse hace diez meses.
Los productores de Plaza Huincul volvieron conformes con la decisión del COPADE y de la Dirección de Recursos Hídricos de modificar nuevamente el proyecto para proveerles de agua de riego. Defienden sus derechos, sobre todo porque pagaron sus tierras y porque hace más de dos décadas que trabajan la tierra, con carencia casi absoluta de recursos. Pero esa decisión implicará, no obstante, más demora, más improvisación.
Es cierto que la obra se programó, se diseñó y presupuestó durante la gestión de Jorge Sobisch. También es verdad que el actual gobierno debió reorganizarla en todos sus aspectos porque no se previó la provisión de energía y tampoco el dinero para la expropiación de tierras.
Entonces podría caerse de lleno en las autoridades provinciales pasadas, pero no sería decir toda la verdad. Porque dos de los actuales diputados provinciales, Eduardo Benítez y Silvia De Otaño, estuvieron también involucrados, ellos apoyaron el proyecto, se sacaron fotos durante la presentación de la maqueta en el gimnasio municipal. La diputada emepenista tiene la decencia de no rasgarse las vestiduras ahora, como si nunca hubiera escuchado los planteos que se le realizan al acueducto.
En tanto el actual presidente de la comisión de Producción, Benítez, debe saber que no tiene el derecho moral de denunciar las falencias como si no hubiera tenido nada que ver. Todos los que estuvieron aquel día, incluso los periodistas, debieron plantearse interrogantes tan obvios como la provisión de energía y la expropiación de las tierras a irrigar. Pero nadie lo hizo. Es innegable que el nivel de responsabilidades no es el mismo, porque lamentablemente el acceso a la información es diferente entre un intendente, un periodista y un vecino común.
Pasan los años y cada vez se hace más difícil creer que el acueducto Los Barreales pueda cumplir con el objetivo fijado en un principio. Lamentablemente, cuando la ilusión se disipa, todavía persisten los vencimientos de los bonos de deuda que la provincia tomó para financiar la obra.
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