Los campos siguen ahí, pegados unos con otros tras alambrados de por medio, pero se los advierte como muertos. Están completamente desnudos, no los cubre ningún pastizal y ni siquiera tienen un animal encima. Se parecen a un desierto. Se murieron las vacas, el viento continúa llevándose toneladas de tierra de suelos que no albergan vida en su superficie y todo se parece a tierra arrasada. Cuatro años de sequía, que aquí no terminó, tallaron semejante panorama desolador. Muchos productores dijeron basta, con dolor. Con nada por producir y sin ingresos, el campo se "cierra".
En Stroeder, a 880 kilómetros de Buenos Aires, en el extremo sur bonaerense, las consecuencias de la sequía ahora tienen otra agravante. Los productores dejan a los campos vacíos, con las tranqueras con un candado cruzado, y el establecimiento queda cerrado. Como una fábrica que deja de funcionar después de quebrar, pero a la intemperie.
Según datos de la Asociación Rural de Stroeder, en esta zona, uno de los principales focos de la seca, hoy hay 70 campos que están vacíos, sobre un total de 284 establecimientos existentes. Este fenómeno se dio en los últimos dos años. "Son campos que no tienen nada, sin actividad", comentó Nelson Madarieta, presidente de la entidad.
Stroeder, que integra el partido de Patagones, tiene dos zonas definidas. Al este de la ruta nacional 3 sus campos van de 300 a 500 hectáreas, con potencial para la agricultura. Por aquí no existe la soja; en los años buenos la alternativa es el trigo. En tanto, hacia el Oeste, los establecimientos van desde 300 a 500 hectáreas, con casos de hasta 5000 hectáreas.
Se trata de una zona de cría. En este último caso el paisaje se alterna con monte. La ganadería es clave para esta región que en cuatro años vio caer las lluvias a menos de la mitad. Las precipitaciones que recientemente llegaron a otras zonas aquí fueron mínimas.
Lo que ocurrió en esta localidad, de casi 2000 habitantes, fue dramático. Stroeder tuvo una disminución de casi el 70% del stock ganadero. En 2004/2005 había 96.000 animales, pero ahora la cifra ronda los 30.000. Hubo productores que, forzados por la falta de pasto y sin recursos para comprar alimento, llegaron a comercializar sus vacas a 300 pesos, menos que un par de zapatillas de marca.
No hay vías de escape
"Acá lo más dramático es que la gente se va quedando sin nada y no tiene salida", remarcó Madarieta. Ese es el nudo de la cuestión: para los productores no hay vías de escape. Y para algunos la salida es cerrar el establecimiento.
Ricardo Schmidt (63), por ejemplo, es una muestra cabal de un productor que no produce más. "Tenía 100 vacas madres y las vendí porque no las podía mantener más en el campo. No me quedaba otra; las vendí porque se morían", expresó. Emocionado, agregó: "Me dolió mucho cuando se me fueron las vacas; nací y me críe en el campo".
Se gastó alrededor de 50.000 pesos en alimento intentando una salida distinta. Pero la realidad terminó siendo otra. "En este momento, tengo cerrada la producción ganadera; no produzco más", comentó, con resignación. Schmidt es heredero de una tradición por esta actividad que ya tenía su padre. Se corta no sólo la producción sino también una historia.
¿De qué vive ahora? Por el momento, del dinero que sacó de la venta de las vacas. Todavía no cobró completa esa operación que hizo hace varios meses; sólo recibió la mitad. "Y puse en venta un tractor para seguir viviendo", añadió. Schmidt apenas va al campo para realizar visitas de control. "Hay momentos en que pienso venderlo", dice.
Un problema no menor es que esta crisis, incubada por la sequía y la pérdida de rentabilidad del negocio, en gran parte por el intervencionismo del Gobierno, es vista por muchos como límite. "Estamos por la supervivencia", afirmó Juan Carlos Maas.
El campo aquí se empobreció y todos advierten las dificultades para volver a empezar. "Hay un 70% de productores que no tiene acceso al crédito", comentan en la zona. "El tema es adónde va a buscar plata el productor para volver a producir", señaló Edgardo Vázquez. "Este es el piquete de la miseria", sostuvo Madarieta, rememorando la frase "piquetes de la abundancia" que acuñó Cristina Kirchner en plena pelea por las retenciones móviles, en 2008.
A Luis Geuna le preocupa que le haya llevado 30 años armar un rodeo de vacas madres, las fábricas de producir terneros, que fue desapareciendo. En concreto, de 100 vacas madres 40 se murieron y vendió 60. "Yo calculo fácil 25 años para volver a tener ese rodeo", se lamenta Fernando, hijo de Luis, pensando que le tocará a él la tarea de reconstruir el stock.
Antes de este desenlace, los Geuna, que se mueven en una modesta camioneta Chevrolet modelo 1967, tenían un plan para vender sólo la mitad y no todos los animales. ¿Qué ocurrió? Hicieron las cuentas y observaron que con la mitad que vendían no llegaban a cubrir el gasto de mantener la otra parte. En rigor, según Fernando Geuna, una tonelada de alimento balanceado cuesta 800 pesos, pero a la vaca la vendieron a un promedio de $ 450.
Juan Carlos Hecker habla y lo hace como si fuera un guerrero contra la actual situación. Se le entrecorta la voz de bronca y los ojos se ponen vidriosos casi al borde del llanto. Pero igual quiere resistir. De 450 animales pasó a alrededor de 180. Hoy le cuesta mantener la hacienda que le quedó. "Ahora la mantengo gracias a la ayuda de amigos y mi familia", cuenta, sabiendo que está acumulando compromisos a futuro.
Cuando LA NACION lo visitó, en el establecimiento de Hecker se quemaba una vaca muerta. Se resiste a salir de la actividad. "Tengo 52 años y soy productor de toda la vida. ¿Qué otra cosa voy a hacer? No dejo todo por mi hijo; él dice que esto tiene que empezar a cambiar", subrayó.
Llamativamente, como advierten aquí, son los hijos quienes impulsan a sus padres a tratar de no salir de la producción.
La casa en el campo está rodeada por montañas de arena que llegaron por la "voladura" de los campos, un fenómeno erosivo potenciado por una conjunción de factores como la sequía, vientos fuertes en la zona, sobrepastoreo en medio de faltantes de pasto y la labranza convencional, que implica una agricultura con remoción de la tierra.
De hecho, en la región de Stroeder se pueden observar cientos de hectáreas con un panorama de esta naturaleza. También hay tranqueras tapadas por montañas de arena. A modo de ejemplo, Schmidt tiene más de 100 hectáreas "voladas". |
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