A Omar González se lo ve conforme con su nuevo trabajo. Es remisero. Va y viene de Bahía Blanca, a unos 80 kilómetros. Con un utilitario lleva pasajeros y hace comisiones. Dice que, a diferencia de su anterior oficio, ahora le va un poco mejor. Hasta el año pasado fue productor, engordaba terneros, pero los números no cerraban y la sequía golpeaba. Entonces, liquidó la producción y cambió de rubro.
En esta localidad, un pueblo de 1800 habitantes más conocido como Algarrobo, la crisis generada por una sequía que lleva más de cuatro años trastornó todo. Hay quienes cerraron el campo y tomaron otro rumbo. De estar todo el día con las vacas, se adaptaron a otra actividad.
Según dicen aquí, hace dos años había alrededor de 250 productores. Esa cifra bajó a 233. Y se derrumbó el stock existente en el norte del partido de Villarino, donde, entre otras localidades, figura Juan Couste. En este sentido, se redujo de 196.000 animales, en 2008, a 100.000. A los productores se les murió hacienda, pero también tuvieron que malvender. Una gran mayoría se quedó con el 20/30% del stock inicial.
La situación obligó a muchos a dedicarse a otra cosa. Como González. "Ya el año pasado veía cómo venían las cosas, por la sequía, y que no me daban los números. Entonces, vendía toda la hacienda y se me dio por probar con un remise. Lo vi como una forma de subsistir. Dentro de la malaria que hay en el pueblo, con esto me va más o menos bien", comentó.
De 54 años, González antes compraba entre 50 y 60 terneros todos los años y los engordaba para venderlos con más kilos. Esto en un campo de 125 hectáreas productivo sólo en el 50%. Pero, observando el efecto de la sequía, que dejaba los campos sin pasto, y que ya no había rentabilidad, se sacó de encima toda la hacienda para comprarse un utilitario. "Viajo a Bahía Blanca todos lo días, a la mañana y a la tarde", cuenta sobre su nuevo oficio. Su labor comienza a primera hora de cada mañana.
¿Volvería a la ganadería?, le preguntó LA NACION. "Si cambian los precios y el clima", dice, sin entusiasmarse demasiado.
La sequía, la mortandad y el consiguiente cierre de campos abrieron una crisis social. Según dicen aquí, de los 120 desempleados que hay en el pueblo desde 2008, el 65% se trata de ex personal de los campos. Además, aquí acotan que quince familias ya se fueron de los campos a otras localidades. "Hay una crisis social porque hay un sector que ya no genera recursos", subrayó Fabián Vissani, presidente de la Asociación de Productores de Algarrobo y Zona (Apraz).
José Luis Bubien tiene 45 años y se presenta por su nuevo oficio. "Soy maquinista", expresa. Desde hace dos años es empleado por la delegación de la Municipalidad de Villarino, partido al que pertenece el pueblo. Trabaja de lunes a viernes, de 7 a 15. Bubien llegó a este oficio luego de un abrupto cambio en su situación productiva. De 150 vacas de cría ahora tiene 20. "Con 20 vacas no se puede vivir. Tengo una familia y el campo no da. Por eso salí a trabajar afuera", explicó.
Como empleado municipal maneja máquinas viales para arreglar caminos rurales y realizar rellenos de tierra, entre otras cosas. Jamás había realizado una actividad así. "Yo no sabía nada de máquinas viales; tuve que aprender porque antes sólo manejaba un tractor", relató.
A los pocos animales que quedan los va a alimentar con grano al salir del trabajo municipal. Lo acompaña Silvia Aceituno, su esposa. En la entrada de su establecimiento se ven claramente las consecuencias de la sequía y su impacto sobre una zona árida y de suelos frágiles: el campo tiene lotes volados, donde ya no hay pasto ni la capa fértil. "Esto era verde hace dos años", sostiene.
Buscar trabajo
A Diego García, de 36 años, se le murieron 47 animales. Dice: "Está duro para conseguir trabajo de otra cosa". Tercera generación de productores, el año pasado llegó a manejar una ambulancia para una empresa -"como una changa", según su descripción- y ahora está intentando volver a trabajar de otra cosa. Con el campo no alcanza. "Presenté un currículum en un negocio de materiales para la construcción", dice.
Como otros productores, se lamenta por la hacienda que perdió. "A veces no tengo ni ánimo de levantarme", confiesa. La desazón se apodera de muchos cuando recuerdan cómo tuvieron que desprenderse de sus animales. "Se iban a morir todos y entonces los vendí", recuerda Oscar Blanco, que dice que ahora vive de lo que sacó de esa operación. Aclara que su mujer trabaja en una rotisería para sumar ingresos.
Algunos hacen un gran esfuerzo para mantener la hacienda que les queda. Y se endeudan. Juan Labeyrie, vicepresidente de la Asociación de Productores de Algarrobo y Zona, cuenta que jamás había necesitado recurrir a un crédito. Pero eso cambió cuando necesitó comprar alimento para la hacienda. De un promedio de 400 vacas madres se quedó con 85, por ventas forzadas y mortandad. "Debo en este momento $ 140.000 porque me prestaron el banco y terceros para los gastos comunes del campo", informó. Lo que debe es mucho más que el capital que le quedó en vacas.
Una historia similar tiene Alvaro Sabugo, que de trabajar con un stock de 6000 animales pasó a otro de 3500. "Pero debo por 2000 (animales), por créditos que tomé", indicó. "A los animales los mantengo a fuerza de comprar alimento", añadió. Según destacó, gasta entre 160.000 y 170.000 pesos por mes para cubrir este rubro. Un dato: Sabugo tiene un feedlot por el cual, según afirma, la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (Oncca) todavía no le efectivizó el pago de $ 30.000 por compensaciones del año 2008. Por si fuera poco, según explica, por lo que va de este año el organismo le debe entre 600.000 y 700.000 pesos en subsidios.
Por la seca y la caída del stock, piden ayuda oficial
Algunos esperan beneficios impositivos
En medio de la crisis por la sequía y los productores que buscan migrar hacia otra actividad, están los que resisten. Como Alberto Villaverde: "El campo es lo que sé hacer; me resisto a cambiar. Voy a luchar hasta las últimas consecuencias", dice a LA NACION.
Sin embargo, aquí afirman que es difícil continuar con los pocos animales que quedaron, y más difícil aún es recuperar el stock. "Si queremos volver a producir no tenemos recursos", dice Silvia Aceituno, mujer de José Luis Bubien, que del campo pasó a un empleo municipal.
Por eso, aquí piden que haya una fuerte política de ayuda para salir de la crisis. "Tendría que haber un plan nacional para los chacareros de acuerdo a las zonas", dice Diego García. El dato clave es que, como dice Jorge Veremenchik, los que pudieron quedarse con hacienda sólo tienen un 20 o 30% del rodeo inicial.
Entre otros reclamos, Jorge Stalldecker, del comité de crisis formado en el pueblo, quiere que la región sea contemplada como "zona patagónica", lo que , por ejemplo, redundaría en beneficios impositivos.
Otras actividades también se vieron golpeadas por la sequía, como la apicultura. En este sentido, Miguel Macchia siempre tenía abejas como anexo al campo. Pero la seca las fulminó. "De 400 colmenas me quedé con 160; la apicultura era un ingreso, pero ahora es un gasto", expresó.
Tan fuerte es la crisis y la pérdida de stock que los consignatarios locales, que antes hacían mayoritariamente negocios con la gente del pueblo, ahora tienen que viajar mucho para trabajar. "Antes hacía negocios con la gente de acá; ahora tengo que hacer más de 200 kilómetros", aseguró Fabián Genovese, de una casa consignataria.
Algarrobo es uno de los lugares que recibió el maíz enviado por el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, por la sequía. Cuentan aquí que, a raíz del envío, Moreno le dijo a un productor: "Quédese tranquilo que no se le va a morir ni un animal más".
En medio de la crisis, en la zona se escuchan críticas a la Mesa de Enlace. "No estamos conformes con la respuesta de la Mesa de Enlace para esta zona. El tema ganadero fue dejado en segundo plano y acá no podemos hacer soja", se quejó Fabián Vissani, presidente de Apraz. También critica al Gobierno: "No tiene ninguna política agropecuaria".
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