El agua es el bien más preciado, pero a la vez el más escaso. Sobre todo cuando empieza a mostrarse un nuevo verano en esta ciudad y la amenaza de problemas le cede su lugar a la realidad.
Basta con recorrer ciertos sectores del Oeste para notar los incovenientes y ver cómo éstos juegan un rol trascendental en la vida de muchas de las familias que allí habitan. Algunas ruegan que el poco líquido que cae de sus canillas alcance para sobrellevar sus mínimas necesidades. Otras, se arman de paciencia y caminan varias cuadras para conseguirlo. Así pasan la mayor parte de sus días bregando para conseguir el ansiado agua.
“No es que tengamos baja presión, directamente no contamos con agua”, se queja un grupo de vecinos reunido en la esquina de la Manzana 2 y 3 de Toma Norte, sector regularizado que pertenece al barrio Gran Neuquén Norte. Lejos del asombro, un puñado de sus integrantes no encuentra respuestas para comprender cómo sufren esta problemática dado que a escasos metros hay un tanque que es para el suministro. “El agua no llega pero sí lo hacen las facturas. Continuamente nos llega el resumen, el cual hay que pagar, como sea”, completa Soledad.
Lo mismo sucede en Melipal, San Lorenzo Sur, Valentina Sur Urbana y Unión de Mayo, entre otros, donde las quejas son a viva voz. “Hoy -por el jueves- el barrio está cumpliendo 23 años y como regalo tuvimos un día más sin agua”, expresan vecinos de Melipal, quienes acotan: “No importa ver sufrir sino se siente en carne propia. Con esto queremos decir que hay muchos funcionarios que viven bien y sin padecimientos, pero acá nosotros sí sufrimos, es un sufrimiento que no puede tolerarse”.
En el Loteo Social de Melipal, los vecinos no hablan de otro tema que no sea este. Aseguran ser “discriminados” y gozar de falta de bienestar, también expresan temor por la salud de los más chicos.
La familia Méndez es una de las tantas que le hace frente a este duro pasar. Con una canilla continuamente abierta espera que llegue el agua para así empezar a trabajar y acumular el mayor líquido posible. Sin embargo, afirma que el “mínimo chorrito” recién sale en horas de la madrugada y dura hasta alrededor de las 9, horas en las que se aprovecha para cargar cuanto recipiente haya en el lugar. “No siempre corremos con esa suerte, la mayoría de los días tenemos que agarrar los baldes, las botellas y salir en familia de compra, es decir, a buscar a la zona del alto Godoy lo que tendríamos que tener en casa”, expresa Alberto, mientras pierde su mirada en la húmeda manguera ubicada al ingreso de su casa.
“Qué entiendan, no se puede vivir sin agua”, dice Ana María Martínez, quien añade: “Es muy feo andar como lagartijas en busca de lo preciado”. “Acá -continúa- no sufrimos casos puntuales, acá no hay agua. No pedimos nada raro, sólo lo que nos pertenece. Es tan duro y real como ver a nuestras criaturas llorar de sed”.
Solidaridad entre los vecinos
Mientras algunos esperan por el bien preciado, otros lo obtienen pagándole a una de las empresas que recorre el barrio deteniendo su marcha en puntos neurálgicos. “El que tiene dinero compra, los otros la padecemos y la vemos pasar”, comentan unos siete vecinos agrupados frente a la placita de uno de los sectores de Melipal.
Declarados “amigos” de las buenas intenciones y “enemigos” de las promesas políticas, aún siguen exigiendo por los tanques que, según ellos, prometió el Municipio pero que nunca les llegaron. “No queremos reuniones ni firmar actas, pedimos tener lo que nos corresponde”, aclaran.
Los mismos vecinos también son conscientes que la falta del suministro no es una constante en todas las viviendas. Saben que hay sectores donde hay agua en forma permanente. Y eso hace todavía más fuerte la solidaridad. Para ellos, lo fundamental.
“El principal problema es que ante la falta de producción cortan un sector para abastecer otro, y a los días ocurre lo inverso”, explican. Y Carlos completa: “Nunca se verán luchas internas entre los vecinos porque acá prevalece la solidaridad. En este sector nadie es culpable, los que manejan las canillas están del otro lado, no los encontrás acá”, en clara referencia al centro capitalino, donde el agua todavía no es el centro de atención y está lejos de serlo.
Lo cierto es que a dos meses del verano algunos barrios sienten los primeros cimbronazos en el suministro y sus habitantes muestran signos de resignación. “Sufrimos este presente y no se lo deseamos a nadie”, concluyen.
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