La creciente del río Paraná obligó en el Chaco a la evacuación de 300 personas que viven en zonas ribereñas, que ahora quedaron cubiertas por el agua. Se trata de personas que dejaron sus viviendas sin esperar la ayuda oficial y sabedores de que la retirada era inevitable.
Fue lo que hicieron Rosa González y José Augusto Frutos, un matrimonio de ancianos que dejó su casa porque el río se había acercado a escasos metros y seguía avanzando. "Ya faltaba poco para que el agua llegara al rancho", explicaron. Ella tiene 70 años, y él 80. Ahora están albergados en un galpón próximo al puente entre Chaco y Corrientes, sobre el Paraná.
Se trata de familias desperdigadas en una ribera de decenas de kilómetros de extensión, habituadas a dejar por su cuenta las viviendas en emergencias como la actual. Sólo los grupos más urbanizados esperan la aparición de los equipos de Defensa Civil o de Prefectura, para asegurarse el traslado a un albergue o recibir la ayuda más urgente, como chapas, colchones y alimento.
Algunas de esas personas ayer construían sus ranchos al costado de caminos o en baldíos, con las chapas entregadas por el gobierno provincial, a toda prisa, para ganarle a la noche.
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