Las instituciones integrantes de la Autoridad del Lago de Atitlán presentarán hoy una estrategia para acometer acciones en ese famoso accidente geográfico guatemalteco, ante la expansión de la cianobacteria.
Aunque aún no está determinada si esas comúnmente llamadas algas verdiazuladas representan peligro por su eventual toxicidad, la preocupación va en aumento desde su descubrimiento a mediados de este mes en el ámbito lacustre.
Sobre todo hay un cambio de vida en quienes habitan en los alrededores y dependen del lago tanto económicamente como para abastecerse de agua, debido a rumores esparcidos sobre la contaminación del líquido.
Pocos han sido los resultados en el intento de autoridades municipales por tratar de extraer de las orillas la materia musgosa y de color chocolate flotante, la cual provocó alarma cuando fue avistada por primera vez.
Según opiniones científicas, ese microorganismo prolifera en Atitlán por el incremento de los niveles de nitratos y fosfatos debido a la creciente descarga de aguas residuales y el uso inadecuado de fertilizantes agroquímicos, entre otras causas
La literatura especializada establece que la cianobacteria o Cyanobacteria es una bacteria acuática poseedora de pigmentos fotosintéticos y que libera oxígeno como subproducto de su metabolismo.
Esos microorganismos colonizan numerosos ecosistemas terrestres y acuáticos, pero es en este último ambiente donde especialmente se agregan y dan lugar a formaciones típicas conocidas como floraciones.
Algunas cianobacterias producen toxinas y pueden envenenar a los animales que habitan el mismo ambiente o beben el agua.
Ubicado a mil 560 metros sobre el nivel del mar, en el centrooccidental departamento de Sololá, el lago Atitlán además de ser un centro turístico de atractivo especial sirve de mucho apoyo comercial a los habitantes de la zona.
En sus márgenes se alzan los volcanes Atitlán, Tolimán y San Pedro. Su profundidad varía y en muchos puntos es desconocida, pero se han sondeado más de 350 metros |
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