Deben ser muchas las personas en nuestra capital provincial que tienen inconvenientes con el servicio del agua de red. No es un tema novedoso, porque lo mismo sucede con el resto de las prestaciones: luz, gas, teléfono, etcétera. Inclusive, estas demoras en las reparaciones pertinentes vienen desde el propio inicio en cada uno de los casos; los reclamos no son nuevos.
Ahora, cuando las temperaturas suben y la demanda colectiva crece, ¿cómo se vive sin agua? Lo primero para aclarar es que se vive. Siempre hay algún bonachón con un generoso balde repleto de agua. Pero la cuestión debería ser de otra manera: cada usuario, al abonar un servicio, tiene el derecho de recibir una prestación cuanto menos correcta.
Pero si la demora es insoportable, hay que salir a patear el tablero. Sacar agua de alguna llave de paso o de donde se pueda es lo principal para comenzar la aventura. Después viene el reparto: en un recipiente a elección, un poco para el lavatorio del baño, otro tanto para la cocina y así van las “porciones” para toda la casa.
En estos casos, el consumo personal del agua de red pasa al olvido. En el súper te venden unos bidones bárbaros de la potable... fin de mes, octubre, deudas. Mmm... sí, da bronca. Lo principal es tratar de mantener viva una reserva de paciencia, aunque pequeña, para que esa lucha diaria sea más llevadera.
El otro punto determinante es la insistencia. ¡No aflojar! Que sean miles los reclamos, pero que sean. Se trata de entender que nadie más que las propias personas van a alborotar la jungla hasta que los leones se calmen. Lo bueno, al final, es que tras la “sequía” uno empieza a disfrutar y, verdaderamente, cuidar el líquido vital.
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