Este fin de semana diluvió en Buenos Aires. Jorge Sedelli se enteró por la radio mientras recorría en medio de una tormenta de arena los campos de sus clientes en La Pampa. En la ruta, a este ingeniero agrónomo le llamaron la atención las tranqueras cruzadas, símbolo de establecimientos que cerraron y fueron abandonados, tal vez para siempre, en una región golpeada por una sequía implacable.
Los vacunos muertos se cuentan de a miles y en General Acha, el consignatario Néstor Fuentes convocó de urgencia a sus clientes: quiere armar un plan que ayude a los minifundistas que están dejando el monte para poblar las villas miserias que rodean a Santa Rosa.
El amplio sudoeste de la provincia de Buenos Aires, gran parte de Córdoba y el Norte de Santa Fe, donde hace tres años no cae una gota de agua y los productores deben pagar fletes costosos para llevar agua del pueblo a los campos, viven un drama parecido. San Luis acaba de declarar la emergencia hídrica.
Pero en el Litoral llueve y el agua llega en exceso. Ese es precisamente uno de los problemas del consultor Enrique Gobbéé. Con un feed lot de 1.000 cabezas acelera la llegada de barcazas para evacuar la hacienda. "La naturaleza nos castiga y del otro lado no aparece la ayuda", resume Sedelli.
Clarín supo que hay un sector del Gobierno que sostiene que la situación es mejor que hace un año en materia de precios internacionales, se ilusiona con que se está plantado soja hasta en las macetas y está convencido que, aún desarmando focos de conflicto, no se desactiva el conflicto con los ruralistas.
"Piensan que ya es tarde para la reconciliación con una dirigencia que decidió hacer oposición", deslizaron.
Solo así se pueden entender anuncios que nunca se concretaron. Un ejemplo: El último 11 de setiembre, la Presidenta firmó la devolución de las retenciones de trigo y maíz a los pequeños productores. Aún no se implementó. Reconocen que todavía no le encontraron la vuelta.
En el caso de la soja, habrá cosechón, pero la crisis hace sombra. "Una realidad es la soja de la zona núcleo con rindes de 3.000 a 3.500 kilos por hectárea. Pero de las 19 millones de hectáreas sembradas hay 4 millones en regiones marginales y los rindes son inferiores", añade Gobbéé.
Por cierto, se trata de una campaña hecha a pulmón. Este año casi no se fertilizó, se esparció semilla baja calidad y se redujo el gasto en herbicidas. "Para colmo, tampoco aparecerá la plata en diciembre con una cosecha de trigo raquítica", anticipa Gobbéé.
Las cosas tienen otro color en el Este bonaerense, buena parte de Entre Ríos y el sur de Corrientes. Por lo visto, no alcanza.
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