A casi 10 años de la inauguración del Superacueducto de la Costa Norte, la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA) prevé extender dicha obra hacia el oeste, y al mismo tiempo evalúa otros proyectos para garantizar los futuros abastos de agua en Puerto Rico.
La inversión de esta nueva infraestructura es de más o menos $1,107 millones, detalló el ingeniero José Ortiz, presidente ejecutivo de la AAA.
El Superacueducto, cuya tubería transcurre actualmente a lo largo de 50 millas entre San Juan y Arecibo, es una de las piezas clave en esta nueva oleada de infraestructura de agua.
Su extensión desde Arecibo y hasta Quebradillas generaría 10 millones de galones diarios (mgd) adicionales, aunque la meta es alcanzar los 25 mgd. La producción actual del Superacueducto es de 100 mgd, de los cuales 68.3 mgd llegan al área metropolitana.
“El Superacueducto ha permitido mucho desarrollo en toda la costa norte y se ha extendido a municipios como Naranjito, Florida y Corozal”, comentó Ortiz al precisar que el costo del proyecto (en noviembre de 2000, cuando se inauguró) fue de $585 millones. Recordó que el Superacueducto se concibió luego de la crisis de abastos de 1994 como una obra para traer agua a San Juan. En un principio se habló de transportar 300 mgd, pero luego se supo que la capacidad del lago Dos Bocas (que alimenta la obra) era de 125 mgd.
“Chicago tiene cuatro millones de habitantes y usa una sola planta para suplir agua. Aquí hay 129 plantas para darle agua a esa misma población. El propósito de extender el Superacueducto al oeste es que me ayudaría a eliminar plantas pequeñas, como Hatillo-Camuy, Quebrada Honda y Quebradillas”, apuntó el ingeniero.
Agregó que la eliminación de estas plantas pequeñas abarataría los costos de la AAA. “El agua sería más segura porque se tomaría de la represa y no de un río como ocurre ahora”, dijo.
El contrato de la extensión al oeste se firmaría en verano de 2010.
Planta desalinizadora
Como parte de la extensión del Superacueducto, está contemplada la construcción de una planta desalinizadora en el caño Tiburones, en Arecibo.
Según Ortiz, este caño es ideal para ese tipo de obra, ya que el 70% de su agua es dulce y el resto es salada. En Puerto Rico sólo existe una planta desalinizadora, en Culebra, pero actualmente está fuera de servicio.
“Hoy día el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales bombea (en el caño Tiburones) 50 mgd que se van al mar porque no hay qué hacer con ellos. Yo potabilizaría esa agua que se está botando y la usaría en la extensión del Superacueducto”, sostuvo.
El costo de la planta y de la extensión del Superacueducto fluctúa entre $96 millones y $115 millones. En caso de que no se cuaje la planta desalinizadora, la AAA podría hincar pozos en el caño Tiburones para extraer agua subterránea. Su costo sería de $30 millones, precisó Ortiz. El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) ya estudia la viabilidad de estos pozos, confirmó el hidrólogo de esa agencia, Sigfredo Torres. Ya sean los pozos o la planta desalinizadora, ambas obras funcionarán mediante alianzas público-privadas de hasta 40 años. Según Ortiz, la ganancia de la venta del agua se usará para pagar la extensión del Superacueducto.
“El Superacueducto ha estado en operación privada desde que comenzó y la intención es dejarlo así. El contrato con Thames-Dick (empresa privada que lo opera) ya venció, así que podríamos tener un superoperador del Superacueducto y de la producción en el caño Tiburones”, acotó. Otras obras en la mira de la AAA, pero de las cuales aún no hay tantos detalles, son llevar al Superacueducto a su máxima capacidad (125 mgd), y construir un tubo desde Dos Bocas, en Utuado, hasta Arecibo para que el agua llegue por gravedad y no por bombeo, como ahora. El ahorro de esta última obra sería de $7 millones anuales. En opinión de Ortiz, obviar dicha tubería fue la oportunidad que no se aprovechó con el Superacueducto.
De otra parte, se espera que para finales del año entrante ya está completado el Superacueducto de la Costa Sur, que transportará 35 mgd entre Peñuelas y Salinas. El costo estimado de la obra es de $102 millones y seguirá la ruta de lo que en un principio se concibió como el Gasoducto del Sur.
Dragados y represas
La AAA también tiene en agenda sendos proyectos de dragado para los embalses Dos Bocas y Carraízo.
“El trabajo en Dos Bocas tiene que comenzar antes de cinco años. Si nos cogen una o dos tormentas fuertes, se puede afectar el suministro de agua en el área metro”, advirtió Ortiz. Sus expresiones responden a que la sedimentación aumenta dramáticamente luego de eventos atmosféricos fuertes.
Contó que ya se hicieron unos estudios preliminares para ubicar trampas de arena en el embalse. Informó que la AAA presentará legislación para que las empresas privadas puedan extraer arena de Dos Bocas y que con la ganancia de su reventa, pueda pagarse el dragado, cuyo costo estimado es de $315 millones. Algo de esto se intentó en la década de 1990 con el dragado de Carraízo, pero la idea fracasó.
En esta ocasión, el dragado en Carraízo es “de mantenimiento” y costará $25 millones. Comenzaría antes de 2012, puesto que aún faltan por gestionarse los permisos y los fondos.
Según Ortiz, la capacidad de Carraízo aumentará una vez se inauguren las represas El Valenciano y Beatriz, en Juncos y Caguas, respectivamente. El costo de ambas obras suma $550 millones y su producción será de 15 mgd.
“Ambas represas darán agua a Caguas, Gurabo, Juncos y Las Piedras, que actualmente les llega desde Guaynabo. Con ésto se disminuirá la cantidad de agua que llega desde allá. Carraízo tendría más vida porque habría que extraerle menos agua. Y en casos de sequía, estos dos embalses nuevo suplirían agua al área metro”, previó.
A favor y en contra
Torres confirmó que el USGS “está colaborando” con la AAA en sus proyectos nuevos, sobre todo, en los relacionados al caño Tiburones.
“Establecimos una teoría de flujo de agua subterránea en esa área. Si podemos interceptar esa agua, tendríamos 5 mgd adicionales para atender las necesidades de consumo. No sé si llegue hasta Quebradillas. Todo dependerá del la demanda”, dijo el hidrólogo.
Torres, sin embargo, fue más conservador en cuanto a la desalinizadora pues, según él, la realidad económica de Puerto Rico no hace viable esta planta que por lo regular consume mucha electricidad y genera más gastos.
En tanto, el líder ambientalista Juan Rosario, del grupo Misión Industrial, tronó contra la intención de la AAA de extender el Superacueducto. “En el pasado luchamos porque el Superacueducto no se hiciera. La realidad es que es la receta del desastre. Hay un problema serio de abastos de agua a nivel mundial y aquí siguen creando sistemas artificiales sin atender esa necesidad. Los supertubos no generan agua, lo que hacen es distribuirla. Lo que hay que cambiar es el patrón de consumo de agua”, comentó.
“No es cuestión de construir más tubos ni represas, sino de ser humildes en el discurso hacia el desarrollo”, concluyó el líder ambientalista.
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