A él le gusta ir a su campito a las 6, para que el calor le de tregua y lo deje hacer. Igual, se queda todo el día. Ernesto tiene 65 años y hace 20 que siembra papa en unas 10 hectáreas propias y otras 20 que alquila, al sur de la ciudad de Córdoba, entre el camino a San Antonio y el camino a San Carlos. Pero ahora, hay días en los que ni siquiera va. "¿Para qué voy a ir si no tengo nada que hacer? No, es mejor quedarme en la casa y evadirme", dice, y se le hace un nudo en la garganta.
Es que hace 25 días que no recibe agua para riego, cuando habitualmente su turno le toca cada 10 días. Ernesto Stojanov, un argentino cuyo papá vino de Croacia en 1927, cuenta que en 15 días debería empezar la cosecha de papa, pero teme que lo que saque no le alcance ni para sembrar después. Obtiene en promedio 600 bolsas por hectárea, mil en un año excelente. Para éste, le calcula unas 200.
"Es que mi campito depende del San Roque, que no tiene agua". Lo dice sabiendo que no hay mucho que hacer.
Entre todos. Se esperanza con una salida alternativa, que le prometieron en la campaña electoral, y que la próxima semana se materializaría. La idea es aprovechar el agua excedente del lavado de filtros de la planta Suquía de Aguas Cordobesas. Para que les llegue, a través de un viejo canal maestro, hace falta una conexión de 300 metros que cuesta 170 mil pesos. Así que juntaron entre un grupo de 12 productores afectados 150 mil pesos, compraron caños y materiales pero dicen que Aguas Cordobesas no los deja entrar al predio, aunque este tema ya estaría solucionado.
Consultada por este diario, la concesionaria sostiene que la Subsecretaría de Recursos Hídricos maneja el uso de esos efluentes y que no han recibido ninguna orden para autorizar esa conexión.
Al parecer, esto también se solucionaría en los próximos días.
Este productor papero asegura que con sus compañeros están tratando de organizarse. Son 12, que en conjunto cultivan 400 hectáreas, casi todas con papa, aunque hay algo de trigo, de berenjena y de hoja verde. "Hasta pensamos en poner tractores en la ruta, como hace todo el mundo, ¿vio? Pero la verdad es que mucho no nos animamos", confiesa.
Consejos y denuncias
No manguerear. Para limpiar las veredas y los autos, usar balde.
Lavarropas. Llenarlo de ropa al máximo de su capacidad, para aprovecharlo en su totalidad.
Ducha. Bañarse rápidamente.
Platos. No dejar abierto el grifo mientras se lavan los platos.
Higiene personal. Al lavarse las manos, los dientes o afeitarse, no dejar correr el agua todo el tiempo.
Denuncias. Llamar al (0351) 428-5600, internos 8012 y 7602.
Podrían reducir turnos de riego a productores
El titular de la Cámara de Productores Frutihortícolas, Juan Manuel Rodríguez, admitió que el sector está en estado de alerta por la posibilidad de que les reduzcan o hasta anulen los turnos para riego con los que humectan las quintas del cinturón verde de esta ciudad, en las que hoy hay principalmente verdura de hoja y papa.
El 90 por ciento de los productores del cinturón verde de Córdoba se alimenta con el agua que viene de Los Molinos y el resto, del San Roque y unos pocos con pozo. Este grupo es el más castigado. A los primeros, la Subsecretaría de Recursos Hídricos, a cargo de Jorge Masih, les anticipó que habría reducciones en los horarios de riego, aunque éstos aún no habrían comenzado.
"En vez de darte un turno de dos horas, te darán uno de una hora, pero no es tan grave. Esperamos que no haya un impacto en la producción, y esperamos que llueva pronto y que se solucione", indicó Rodríguez, quien aseguró que hasta el momento no se han advertido cambio de precios.
De todos modos, todavía rige en Córdoba la alerta amarilla. "Si no lloviera, la alerta naranja podría resolverse para fines de noviembre o principios de diciembre. Hoy con la alerta amarilla hay limitaciones en el riego agrícola. Con la alerta naranja, esos riegos podrían anularse", aseguró Jorge Masih, subdirector de Recursos Hídricos provincial.
Baldosa floja
Dios ya no es argentino
Esta sequía es más humana que bíblica. La deshonestidad, también. Por Rosa Bertino.
De algo podemos estar seguros: la sequía enseña más que la gripe y el dengue.
De una catástrofe natural no se salva nadie. Es como cuando se cae un avión: da lo mismo ir en primera o en tercera clase. En Córdoba, ricos, pobres y medianos sólo hablan de la falta de lluvia. Los parientes llaman aterrados por lo que ven en la tele. A su vez, nosotros prendemos la tele no tanto por los partidos como para ver cómo llueve en Buenos Aires y Rosario.
¿Favoritismo celestial o más espejo de agua? Si bien la cosa está que “arde” en todo el territorio, aquel Dios que suponíamos argentino empezó retirando la ciudadanía cordobesa. Mandó un mensaje de texto: “Me tienen seco. Arréglenselas”.
Agua fue. Dudo que la Biblia tenga algo que ver, y que esta catástrofe sea natural. Es cierto que las premoniciones son milenarias, parecidas a las que hoy formulan los ecologistas y el sentido común. Pero nadie escucha, y muchos se rascan para adentro. “Porque la Tierra está llena de violencia, haz para ti un arca de madera de árbol resinoso...”, advierte el Génesis. Una directiva estremecedora y vigente, con la diferencia de que no nos agarró el diluvio sino la sequía.
Desgracia con suerte, porque la tala y los incendios nos dejaron sin árboles. Ello implica que también nos quedamos sin sombra, y sin productores de humedad. El círculo se cerró con nosotros adentro, cosa que cualquier idiota podía haber previsto, sin Biblias ni chamanes.
Eduquémonos. La inclemencia climática obliga a replantearnos el tema de la educación, de la que hablamos como si cayera del cielo o emanara de los docentes.
Ni se nos ocurre pensar que empieza por uno. Tampoco nos gusta reconocer que la letra, con castigo entra. Muchos taladores compulsivos fueron a la Universidad. Las bombas “antigranizo” son arrojadas por gente bien.
Consideramos “delincuente” al que asalta una propiedad. O a los “villeros” que se cuelgan de los ganchos. “Deshonestos”, son los funcionarios. Pero no nos cuestionamos la práctica de sacar agua del arroyo mediante los prohibidos arietes individuales, tan comunes en las sierras.
Crudo y cocido. En 1964, el antropólogo francés Claude Lévi-Strauss (1908-2009) publicó Lo crudo y lo cocido. El célebre ensayo demuestra que el hombre establece sus paradigmas según lo que conoce. Los indios no cocinaban y, por lo tanto, no diferenciaban un alimento del otro. Los niños occidentales asocian la leche con el saché. Los adultos, el agua con la canilla. A los excesos los relacionamos con medidores y multas. Al Estado, con ineficiencia y quejas.
Dicho sea de paso, ¿el servicio no está privatizado, en Córdoba? ¿No tendrían que haber puesto medidores y hecho inversiones? Pero ése es otro tema, al igual que la seguridad que nos iba a aportar el peaje en las rutas.
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