Córdoba es una provincia semiárida de bajos recursos hídricos, con una media de precipitaciones anuales de 750 milímetros. Si tenemos en cuenta que en lo que va del año no ha llovido, en promedio, más de 250 milímetros, queda claro que el déficit anual va a ser muy grande.
A contar de su primer embalse, el San Roque, inaugurado en 1890, Córdoba ha desarrollado en 120 años una gran cantidad de obras hídricas que han permitido sobrellevar la escasez de este recurso. Pero hoy, al margen de la actual sequía, está tocando límites por el crecimiento indiscriminado del consumo, tanto por el uso descontrolado como por el aumento poblacional.
Los usos del agua pueden ser consuntivos (consumo humano o animal o riego) y no consuntivo (generación de electricidad, utilización recreativa o industrial). Esta diferenciación es pertinente porque los diques de embalses de Córdoba han sido pensados, en su mayoría, para uso múltiple, salvo excepciones puntuales como La Quebrada y Piedras Moras, donde no se permite la pérdida de calidad del producto.
Pero prácticamente han sido agotados los lugares para hacer nuevos diques de embalse. Y el trasvase de cuenca (trayéndola del Paraná, por ejemplo) es muy complejo para la ingeniería por pendientes que obligan al bombeo y, por eso mismo, antieconómico. Todo esto sin considerar impactos ambientales prácticamente desconocidos.
Lo mejor es aceptar vivir con lo nuestro, asumiendo la fatalidad de que el agua es un recurso escaso para Córdoba y diseñando una buena planificación que ponga énfasis en el uso consuntivo. También acotando el crecimiento desmesurado del Gran Córdoba, que contiene a la mitad de la población de la provincia precisamente en su sector más seco.
Esto debe complementarse con la instalación de medidores, pero no sólo de ingreso del agua, sino también de salida. Esto ya se usa en países de Europa porque es un control más racional, que detecta el agua que hay que tratar después del uso y también cuánta se desperdició.
Esta es una cuestión que debe entrar en la agenda de las políticas de Estado. Porque toda la gente -también los políticos- se acuerdan del problema en situaciones como la actual, pero que se olvidan con el primer trueno.
(*) Decano de Ciencias Agropecuarias de la UNC y es subsecretario de Recursos Hídricos de la Nación.
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