"Por la crisis y la sequía, las ventas de campos cayeron 30 por ciento", informan los titulares de los diarios; y agregan que en el fenómeno influyeron también la falta de reglas claras y el éxodo de inversiones a otros países. No es una buena noticia, por cierto; pero, a pesar de que la presidenta de la República dice que los diarios dan sólo las malas noticias y no las buenas, hay que analizarla, porque tiene tanta importancia como la inauguración de un servicio hospitalario, una plaza o una nueva línea de transporte. No hay distinción entre lo bueno y lo malo cuando se trata de noticias.
Y lo que dice la noticia comentada es que a lo largo del año en curso, pronto a finalizar, la retracción de las operaciones de compra-venta de campos promedia el 30 por ciento, dados los temores generados por la prolongada sequía, el irresuelto conflicto entre el sector agropecuario y el Gobierno nacional y la incertidumbre y la falta de reglas claras para invertir, lo que hace que muchos compradores hayan elegido adquirir tierras en Uruguay y Brasil, que no pueden ofrecer garantías en materia de sequías o inundaciones, pero sí en cuanto a la seguridad jurídica y cumplimientos de las normas.
Sin embargo, la cuestión es más compleja de lo que parece y –dentro de una crisis general que es innegable– hay aspectos positivos. Pese a la caída de las ventas, los expertos destacan que en los buenos campos agrícolas que no fueron estragados por la seguía, los precios se mantienen estables. Así, en Pergamino, una de las zonas agrícolas más ricas del país en el centro de la provincia de Buenos Aires, menos afectada por la sequía, el precio de la hectárea promedia los 12 mil dólares.
Pero ésta puede ser una excepción, pues hay otras zonas de la propia provincia de Buenos Aires, o de La Pampa, Santa Fe y Córdoba que han sido brutalmente castigadas por la falta de agua. Las imágenes de vacas muertas en tierras yermas no es un invento de la prensa –que no se equivoque la Presidenta– sino un dato de la realidad, al igual que los cierres masivos de tambos. Pero todo el mundo entiende que una cosa son los fenómenos de la naturaleza y otra muy distinta las políticas gubernamentales, aunque se imbrican, se complementan.
Los titulares de la Sociedad Rural Argentina y de Confederaciones Rurales Argentinas recorrieron las zonas del sur de la provincia de Buenos Aires y el norte de Río Negro, que están afectadas hace cinco años por la sequía.
Los dirigentes ruralistas se reunieron con los productores y escucharon sus reclamos, y todos coincidieron en que el Estado puede y debe adoptar medidas para paliar los efectos del flagelo, y que se no se trata simplemente de sentarse a esperar que llueva. Otros países que sufren el mismo problema han adoptado medidas, en algunos casos con resultados muy apreciables y exitosos.
En los sectores rurales, en las provincias agropecuarias, se tiene la fuerte sensación de que el Gobierno no está dando las respuestas adecuadas a la crisis del campo. Y de ahí que se haya programado una gran marcha agropecuaria para el 10 de diciembre en Buenos Aires, cuando asuma el nuevo Congreso Nacional.
Entre la gente del campo, con algo o mucho de razón, se cree que sólo el Congreso podrá dar las respuestas que el Poder Ejecutivo no ha sabido dar a este sector fundamental de la vida nacional, que es el sector agropecuario. Y de allí que se esperan decisiones del Parlamento que contribuyan a resolver la crisis del campo argentino.
Pero es toda la sociedad argentina la que está interesada en que haya soluciones para la crisis agropecuaria. No basta con lamentarse de la sequía. Hacen falta medidas y políticas para combatir la crisis del campo en todos sus aspectos. La reglamentación de la ley de emergencia, que permitiría distribuir 500 millones de pesos ya comprometidos por los efectos de la sequía en la campaña 2008/2009 es apenas un paso.
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