Los vecinos de la capital sintieron ayer por primera vez, tras más de seis meses sin ver agua, una lluvia prolongada que se extendió desde la mañana temprano hasta después del mediodía en la ciudad. Una lluvia que por momentos fue más intensa y en otros apenas una llovizna, pero que alcanzó para acumular 39 milímetros, según informaron desde el Servicio Meteorológico.
Si bien en algunos barrios periféricos cercanos a la ribera del Dulce se registraron daños aislados, en casi todos los vecindarios capitalinos la lluvia fue recibida con alegría, después de los días de intenso calor.
En el barrio Industria la gran mayoría de los niños no asistió a clases, algunos por la dificultad para transitar las calles, y otros simplemente por quedarse a disfrutar del agua.
“Los chicos se están bañando en el canal desde anoche”, contó Graciela, una mamá que vive frente a al orilla del canal San Martín, que fue el refugio de los vecinos durante los días de calor.
Ahora, con el agua mucho más alta, continuó siendo el lugar de esparcimiento elegido por los más chicos. Héctor, dueño de una despensa del barrio Bosco II, dijo que “la venta bajó hoy porque hay menos gente en la calle y está todo embarrado, pero no me quejo, porque esto lo estábamos esperando hacía tiempo ya, y es importante para la salud, ya no se podía con el calor”.
En moto, en bicicleta, o caminando, cada uno fue a trabajar como pudo, mientras que en los barrios muchos chicos aprovecharon para salir a jugar y llenaron las veredas, a pesar del temporal. Una imagen de alegría que hacía tiempo que el agobiante calor no dejaba ver en las calles santiagueñas.
Aquel deshabituado placer de ver llover
Por Martin Brao - mbrao@elliberal.com.ar
Hacía tiempo que no llovía como llovió ayer. Debería marcar con un círculo en el almanaque el jueves 26 de noviembre de 2009, para que cuando me pregunten “¿hace cuánto que no llueve en Santiago?”, pueda contestar certeramente. Porque la verdad es que vuelvo atrás en el tiempo y no se me viene a la cabeza cuándo fue la última vez.
Si mal no recuerdo, creo que es una de las pocas veces en el año que llovió como Dios manda, que llovió en el sentido más amplio de la palabra, que no fueron unas cuántas gotas y a soportar otro par de meses hasta que se repita esta bendición.
“La lluvia trajo alivio” es el título recurrente que utilizamos los medios para intentar transmitir esa mitigación o atenuación que experimentamos después de un tiempo prolongado soportando altas temperaturas. Es que estoy convencido que “alivio” es la palabra exacta que describe esa sensación placentera que experimentamos cada uno de los santiagueños después de los insoportables días con sensaciones térmicas que promediaron los 50º.
Pero no sólo alivio trajo la lluvia, también trajo algunas complicaciones. Con la lluvia volvieron las calles anegadas; los teléfonos colgados de las remiserías y los colectivos a mil, salpicando a todos aquellos descuidados peatones que no tuvieron tiempo de hacerse a un lado en las angostas veredas santiagueñas; entre otras dificultades que suele ocasionar la caída de un aguacero. Alguna vez ya conté mi experiencia personal en los días de lluvia, soy un campeón en pisar las baldosas flojas y ensuciarme entero. Pero ése es otro tema.
De todos modos, no me gustaría que estas líneas sonaran a queja, porque la lluvia debe ser uno de los fenómenos naturales que más disfruto junto al invierno. A través de este texto intento compartir con usted, querido lector, esa desacostumbrada, excepcional y hasta casi insólita experiencia a la que nos estamos deshabituando los santiagueños, como es la de ver llover.
Entonces, lo invito a olvidarse de todas las incomodidades que la lluvia causa en una ciudad como la nuestra y a disfrutar con los cinco sentidos -mientras dure- de un poco de agua y fresco.
|
|
|