“Te apuesto una botella de whisky que si llego a presidente resuelvo el corte en dos semanas”, prometió José Mujica junto al féretro de su amigo y fundador del Frente Amplio, Alberto Methol Ferré. La apuesta, hace apenas 13 días y entre amigos, habla de uno de los objetivos que Pepe se juró alcanzar cuando asuma el gobierno de Uruguay: solucionar el bloqueo del puente internacional San Martín, que desde hace tres años exige el cierre de la pastera Botnia. “Estratégicamente, para Uruguay, andar mal con la Argentina sería un error garrafal”, aseguró el tupamaro horas antes de las elecciones.
El tema ocupa uno de los renglones más altos de su agenda internacional, a tal punto que, aun antes de asumir, la Argentina se convirtió en el primer destino oficial de su lista. “De presidente no se viaja para sacarse los gustos o ver a los amigos, sino para cumplir objetivos del país. Así que mi primera prioridad internacional es normalizar y fraternizar las relaciones con la Argentina”, adelantó Mujica a los medios uruguayos.
Mientras de un lado y otro del río Uruguay esperan ansiosos el fallo de la Corte Internacional de La Haya que llegaría durante los primeros meses de 2010, el flamante presidente insistió en la necesidad de resolver –o, al menos, aislar– el conflicto por la pastera para no entorpecer las relaciones bilaterales. “No le vamos a dar manija a algo que es un forúnculo, para multiplicar los obstáculos con la Argentina”, subrayó a un día de la segunda vuelta.
El conflicto lleva años. El Estado argentino llevó a juicio al país vecino en mayo de 2006 cuando acusó a Uruguay de haber violado el Estatuto del Río Uruguay, firmado por ambas naciones en 1976, al permitir la construcción de la fábrica finlandesa de pasta de celulosa a orillas de ese río compartido. En esa presentación ante la Corte de La Haya, la Argentina solicitó la suspensión de las obras hasta tanto el tribunal diera su veredicto. Del otro lado, el gobierno de Tabaré Vázquez pidió a la Justicia que obligue a levantar los cortes bajo el argumento del “daño económico”. Ninguno de los planteos tuvo éxito y el conflicto ya cumplió tres años.
El objetivo más urgente de Mujica no apunta a solucionar el litigio de fondo sino a lograr un acuerdo político con el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner para que la Asamblea Ambientalista de Gualeguaychú libere el paso. Algo que en todo este tiempo no consiguió su antecesor.
La posición del gobierno argentino ante los cortes fue cambiando con los años. Al inicio del conflicto, el entonces presidente Néstor Kirchner llegó a alentar a los entrerrianos en pleno corsódromo para que continúen con el método de protesta. Aunque la arenga dio paso a declaraciones más austeras, durante la gestión de su esposa tampoco existió una fuerte crítica a los bloqueos. La estrategia elegida fue la de “dejar hacer”.
Más allá de un rápido acuerdo político, el análisis de Mujica es a largo plazo. Destaca que tiene “tiempo y paciencia” y que las “propias contradicciones de la Argentina” le darán la razón. Mujica está convencido de que sobre esta orilla del Uruguay también se levantarán fábricas como la de Botnia. “No creo que la Argentina se vaya a dedicar a ser un exportador de madera en bruto, y tendrá que industrializar y hacer fábricas de ese tipo como ha hecho Brasil”, augura y, bombilla en mano, ironiza: “Nosotros, por tanto, tendremos paciencia, compraremos mucha yerba y nos sentaremos en el puente a tomar mate”.
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