Un seguro de riesgo compartido para catástrofes en el Caribe podría constituirse en modelo de estrategia colectiva para afrontar desastres naturales causados por el cambio climático, dijo a Tierramérica John Nash, economista principal del Banco Mundial para América Latina y el Caribe.
Nash fue uno de los expertos entrevistados por Tierramérica para la elaboración del "Primer Informe Regional sobre Cambio Climático - América Latina ante los efectos irreversibles de un planeta más caliente", presentado este mes en Montevideo. El siguiente es un resumen de esa entrevista.
TIERRAMÉRICA: ¿Existen planes regionales de contingencia o sistemas de alerta temprana para abordar los eventos climáticos extremos en la región?
JOHN NASH: Bajo los auspicios del Banco Mundial, se implementó el Seguro de Riesgo Compartido para Catástrofes en el Caribe (CCRIF por sus siglas en inglés). Éste permitirá que los países participantes de la región tengan un acceso inmediato a dinero en efectivo si son azotados por un huracán o un terremoto.
Compartir el riesgo permitirá a los 18 países participantes ahorrarse aproximadamente 40 por ciento del pago de sus primas individuales.
Hay trabajos exploratorios para crear una entidad similar para los países de América Central. También hemos trabajado con países de la región para crear o mejorar sus sistemas de seguros agrícolas meteorológicos, y para desarrollar capacidades para aliviar parte del riesgo en los mercados internacionales de reaseguros, lo que será útil para mitigar los impactos de los cambiantes patrones meteorológicos sobre la producción agrícola.
Desafortunadamente, en varios países la infraestructura para controlar el estado del tiempo se ha deteriorado con los años. Esto tendrá que ser corregido, lo que requerirá inversiones y habrá que profundizar en los mercados locales de seguros.
TIERRAMÉRICA: ¿Hay intercambios de información, bases de datos compartidas o acciones conjuntas entre países para una adaptación temprana de las manifestaciones más serias del cambio climático?
JN: Los ejemplos más claros son el CCRIF y el trabajo en curso para evaluar los riesgos de catástrofes en América Central.
TIERRAMÉRICA: ¿Cuál es el impacto actual del cambio climático en el sector agrícola y cuáles son las medidas más factibles de adaptación y mitigación?
JN: A causa de la variabilidad inherente a la meteorología, es difícil atribuir al cambio climático los eventos específicos que afectan hoy a la agricultura. Pero está claro que, como la productividad agrícola depende mucho del estado del tiempo, éste será uno de los sectores más afectados por el cambio climático. Es probable que los impactos varíen mucho de una región a otra, y algunas regiones templadas como el Cono Sur pueden experimentar un aumento en sus rendimientos con aumentos moderados de temperatura.
Pero si éstas siguen subiendo, la productividad caerá inclusive en esas regiones. A largo plazo, las pérdidas de ingresos proyectadas a 2100 para América Latina van de 12 por ciento, en un escenario de cambio climático leve, a más de 50 por ciento en un contexto más severo y a pesar de que los agricultores hayan adoptado medidas para minimizar el daño.
Las respuestas necesarias para la adaptación serán específicas de cada lugar. Pero un estudio reciente concluyó que quienes integran entornos productivos muy diferentes generalmente priorizan medidas similares: innovaciones tecnológicas, mejor manejo hídrico, mejores sistemas de información climática y un sistema integrado de los recursos naturales y la producción.
A fin de reducir las emisiones, la prioridad para América Latina y el Caribe es disminuir la deforestación y la degradación forestal, buena parte de ellas causadas por la expansión de las áreas agrícolas, que representan 46 por ciento de las emisiones de la región.
Las oportunidades de mitigación abarcan tres categorías amplias. Primero, reducir las emisiones de los flujos de dióxido de carbono, metano, dióxido de nitrógeno y otros gases de efecto invernadero en la agronomía y un mejor manejo del ganado.
Segundo, potenciar el almacenamiento de carbono en los suelos o las coberturas vegetales, con medidas como cultivos de conservación y restauración de tierras degradadas. Y tercero, desplazar emisiones a través de reservas de bioenergía y evitando cultivar nuevas tierras hoy ocupadas por bosques u otras coberturas vegetales.
TIERRAMÉRICA: ¿Se está adoptando alguna de estas medidas?
JN: La mayoría de los países están evaluando sus políticas. Y algunos, como México, están en una etapa bastante avanzada del desarrollo de una estrategia operativa. Muchas organizaciones internacionales --entre ellas el Banco Mundial, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, el Banco Interamericano de Desarrollo-- apoyan activamente estos esfuerzos.
En cuanto a la adaptación agrícola, empresas privadas llevan a cabo muchas investigaciones para desarrollar tecnologías de producción y variedades de semillas resistentes al calor y a las sequías. La red internacional de investigación --los centros del Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional-- también está centrando su trabajo en esta área.
Para reducir las emisiones derivadas de la deforestación, países como Brasil, Costa Rica y México asumen sus propios esfuerzos. Otros participan en el Asociación para el Carbono Forestal del Banco Mundial.
En cuanto a usar la agricultura para reducir las emisiones, Brasil es famoso como pionero en la producción sustentable de etanol a partir de la caña de azúcar.
TIERRAMÉRICA: ¿Qué medidas debería adoptar la región para modificar el modelo energético a fin de mitigar el cambio climático?
JN: Reevaluar la expansión de la energía hidroeléctrica y volver más eficiente la generación y el uso de energía en general. Alentar el cambio hacia técnicas de ahorro, por ejemplo mediante normas de etiquetado de eficiencia, estándares y promoción en el sector industrial. También se necesita mejorar ambos extremos de la cadena de oferta y demanda de energía.
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