Tabatinga es una pequeña localidad situada en el corazón del denominado trapecio amazónico, en la frontera entre Brasil, Perú y Colombia. Es una de las áreas más estratégicas del Amazonas, apostadero de contrabandistas y narcotraficantes, donde el ejército brasileño mantiene acuartelado al Octavo Batallón de Infantería de la Selva y un Comando de Control Fronterizo. Al caer la tarde, el pequeño puerto de Tabatinga, bañado por las oscuras aguas del río Amazonas, se convierte en un bullicioso mercado al que arriban los indígenas en sus canoas cargadas con frutas, verduras y pescado. La economía de muchas comunidades indias depende en gran medida de la venta de estos productos y del trueque.
Este año la época de lluvias parece que está llegando con retraso. Una gran sequía azota la cuenca amazónica, y el efecto inmediato es un descenso alarmante de las aguas que recorren en río más largo y caudaloso del planeta. Según los expertos consultados por Greenpeace Brasil, desde julio el río Negro ha experimentado una decrecida de más de trece metros. Técnicamente, la situación se puede denominar de sequía extrema. Así que si las aguas bajan, la navegación puede ser inviable en determinados tramos del río, dejando aisladas algunas comunidades indígenas. Los indios Ticuna que llegan a Tabatinga para comerciar temen que la situación empeore.
Un basurero
Cerca de Manaos, el río Manaquiri presenta un aspecto desolador. El diagnóstico de Greenpeace es nefasto: "La sequía ha dejado el río seco y ha matado miles de peces. Las canoas y los barcos han quedado encallados en la arena. Los peces muertos generan mal olor y el bonito Amazonas parece un basurero. La población que vive en la región, totalmente dependiente de los ríos, sufre para desplazarse, y el acceso al combustible, la comida y el agua potable queda restringido".
"La sequía de este año, hasta ahora, está asociada con una variabilidad natural. Pero con el cambio climático estos fenómenos pueden intensificarse. Los datos de esta década muestran un aumento de estos fenómenos extremos", señala Antônio Manzi, experto en biosfera y atmósfera amazónica. Según algunas proyecciones de Greenpeace, la selva amazónica corre el peligro de desaparecer completamente. Otros informes menos apocalípticos señalan una destrucción del 83% del Amazonas en 2100.
Brasil llega a Copenhague con la responsabilidad de quien atesora el mayor pulmón de planeta: aproximadamente el 60% de los 6,9 millones de kilómetros cuadrados de ríos y afluentes que conforman la cuenca amazónica.
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva pondrá sobre la mesa de negociaciones una oferta que gira en torno a dos compromisos: una reducción de entre un 36% y un 39% de las emisiones en 2020, y una caída del 80% de la deforestación del Amazonas en la misma fecha. Lula resumía recientemente la propuesta con una de sus provocadoras frases: "Nosotros hablamos menos y hacemos más". La declaración iba dirigida a EE UU y la UE, que el presidente brasileño señala como principales responsables del calentamiento global.
Según el director de Combate a la Deforestación del Ministerio de Medio Ambiente, Mauro Pires, "el 24 % del total de la reducción de emisiones anunciada por Brasil proviene de la reducción de la deforestación del Amazonas". Pires habla avalado por unos excelentes datos registrados en las últimas mediciones del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales, que apuntan a una caída del 45% de la deforestación entre agosto de 2008 y julio de este año. Es un récord histórico, aunque los más de 7.000 kilómetros cuadrados que se perdieron en el último año equivalgan a un área superior a la capital brasileña.
Brasil insiste en que la preservación del Amazonas tiene efectos globales, así que es responsabilidad de todos los países del mundo. El Gobierno de Lula creó hace menos de un año el Fondo Amazonas, de carácter privado y administrado por el Banco de Fomento. El objetivo es reunir donaciones de personas, instituciones y gobiernos que quieran colaborar con la causa. "Ya recibimos una donación de 140 millones de dólares (92 millones de euros) del Gobierno de Noruega, que se ha comprometido a desembolsar hasta mil millones de dólares (660 millones de euros) en 2015. Alemania también ha donado 22 millones de euros. Ahora en Copenhague esperamos nuevos anuncios", declara Pires.
Pero, ¿cuánto cuesta frenar el deterioro del Amazonas? "Centenas de miles de millones sólo hasta 2020 para reducir la deforestación, fortalecer la economía local, consolidar el ecoturismo, y preservar la tierra indígena. Y el problema es que los países ricos no se quieren rascar el bolsillo", sentencia el responsable del combate contra la deforestación.
En la misma línea se pronuncia la secretaria de Estado de Cambio Climático, Suzana Kahn: "nuestra oferta de reducir en un 39% las emisiones representará una disminución de mil millones de toneladas de CO2. Para que esto suceda, es necesario un flujo de financiación por parte de los países desarrollados. Brasil apoya la creación de un fondo global para que los países industrializados destinen el 1% de su PIB a la lucha contra el cambio climático".
Greenpeace, sin embargo, denuncia que existen trampas en los cálculos realizados por Brasil para llegar a su generosa oferta de reducción de emisiones contaminantes. "En el sector energético los números fueron inflados. El Gobierno brasileño ha proyectado unas emisiones que están muy por encima de lo calculado por el Banco Mundial o la Agencia Internacional de Energía. Si inflas intencionadamente tus previsiones de emisiones y después prometes reducirlas en hasta el 39%, el resultado es que la reducción real es mucho menor", afirma Marcelo Furtado, director de Greenpeace Brasil.
América del Sur: situación de partida
- Emisiones. Los países de América Central y del Sur emitieron en 2006 1.138 millones de toneladas de CO2, un 3,9% del total mundial. Brasil, con 337 millones, representa más de un tercio del total del subcontinente.
- Postura ante Copenhague. La Amazonia es la gran baza del subcontinente. La ingente masa forestal es el mayor sumidero natural de emisiones del planeta, y, por tanto, la mayor baza de negociación de los países de la región. La postura es clara: si el mundo quiere beneficiarse del efecto sumidero, que lo pague. A cambio, Brasil ofrece reducir las emisiones casi un 40% en 2020, y la deforestación del Amazonas en un 80%.
- ¿Qué se juega? El calentamiento reducirá el cauce de los ríos de la cuenca amazona. Como resultado, la zona este de la región dejará de ser selva, para convertirse en sabana. La biodiversidad también sufrirá con el cambio. La productividad del sur decaerá, tanto en cultivos como en ganadería.
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