La presencia de algas verdes filamentosas depositadas en las orillas del río Negro, a la altura de Viedma, a partir del año 2000, aproximadamente. Su incremento año tras año, y una explosión de estas algas durante las primaveras de los años 2007 y 2008, y la presencia de espuma en sus riberas durante casi todo el año, y muy particularmente durante los veranos y otoños, fue indicándome que este curso de agua, fundamental para la vida humana desde la cordillera hasta el mar, está avisándonos que los niveles de contaminación merecen su atención. Se hace necesario ocuparse en la búsqueda de soluciones a los aportes que la actividad humana le produce al río, ya sea que provengan de las actividades económicas o meramente biológicas -si es que pueden escindirse, al menos conceptualmente- con el fin de mitigar sus impactos negativos.
Por otra parte, los medios de información, cualquiera sea su tipo y localización en el territorio provincial, dan cuenta de problemas con los líquidos cloacales producidos ya sea por la ausencia de instalaciones para su tratamiento o la disfunción de las mismas, como es el caso de la planta de la ciudad de Viedma, que por períodos prolongados ha volcado al río casi sin tratamiento los efluentes que recibe. Este problema motivó la visita de concejales municipales a constatar lo ocurrido y la que me permitió o motivó comprender su futilidad práctica y conceptual, en el contexto geográfico en que está localizada.
En una región árida como la que habitamos, los excedentes hídricos de alguna actividad del hombre, deberían reutilizarse para otras actividades, como por ejemplo el riego agrícola o forestal. Por otra parte, disponer de recursos económicos y energéticos para realizar y operar plantas que oxiden la materia orgánica de los efluentes, no parece razonable en áreas en donde la materia orgánica en los suelos es escasa. Y, por último, en lugares como un bosque o suelo agrícola, importantes cantidades de materia orgánica se reciclan naturalmente. Incluso se ha desarrollado la siembra directa, más económica y amigable con el medio ambiente que, entre otras cosas, permite disminuir la velocidad de oxidación de la materia orgánica en suelos agrícolas y capitalizar los beneficios en agua acumulada, disminución de la erosión, y como reserva de nutrientes para futuros cultivos.
Por otra parte, si los productos inorgánicos resultantes de la operación de las plantas de tratamiento de líquidos cloacales trastornan la dinámica del cuerpo receptor, el río Negro, y alteran la calidad de sus aguas, la solución inicial comienza a transformarse en un problema final. Y, como la experiencia ha mostrado en muchos lugares del mundo, a veces resulta muy cara de remediar.
Desde otra perspectiva, hay un creciente interés en fuentes de energía alternativas a las fósiles, como el carbón, gas y petróleo, cuya utilización produce la reintroducción en la atmósfera de gases nocivos a su equilibrio térmico; y existen gramíneas de alto crecimiento, que producen dos o tres veces más biomasa por unidad de superficie que un campo de maíz. Estas gramíneas con múltiples usos posibles probados en otras latitudes y contextos, nos aconsejan sintetizar las soluciones a los problemas planteados anteriormente a través del cultivo de estas plantas, entre otras soluciones posibles, como la implantación de bosques maderables y energéticos, o la producción de cereales y oleaginosas para industria, y sus concomitantes. Esto me lleva a proponer que los cultivos se realicen con aguas cloacales diluidas con agua del río, puesto que a las primeras las considero en el contexto geográfico de Viedma como riego con fertilizantes, debido a que la inexistencia local de industrias las torna de baja o inocua peligrosidad química.
De esta manera se generan materias primas y trabajo, a través de su obtención y procesado, y se excluye uno de los factores que perturban la dinámica natural de las aguas del río.
(*) Lic. en Ciencias Biológicas. Máster en Sistémica y magíster en Administración Pública. Viedma
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