Con el traje de candidato, Juan Schiaretti prometió mantener una relación “cordial” e “institucional” con la Nación. 24 meses después, el gobernador tuvo que recurrir a la Justicia Federal para reclamar los recursos que la administración kirchnerista se comprometió a enviar en acuerdos suscriptos.
La primera mitad del único mandato de Schiaretti en la Casa de las Tejas estuvo jalonada por la cambiante relación política con los Kirchner.
El peso de la deuda genera una dependencia de la Provincia hacia la caja federal que hace inviable cualquier intento de independencia de la administración de Schiaretti.
Sin el auxilio de los recursos de la Nación, hoy el gobernador tiene dificultades para pagar los salarios a los agentes públicos.
Hay cuestiones políticas que no minimizan las responsabilidades del actual gobernador. Formó parte de los dos mandatos de su antecesor José Manuel de la Sota, cuando la deuda provincial se agigantó. También hizo campaña por Cristina Fernández durante la elección presidencial.
No obstante, Schiaretti alimentó el escuálido poder con el que asumió luego de una victoria ajustada y polémica en las urnas, precisamente, por enfrentar a los Kirchner.
Distanciado de los K y con las las finanzas al borde del colapso, Schiaretti archivó gran parte de sus promesas electorales de obras de infraestructura.
En estos dos años, concentró su gestión en la reforma política aprobada en la Legislatura y en un programa social de extender y la red de agua potable a los sectores más carecientes. También mantiene en pie el ambicioso proyecto de llevar el gas natural a todos los rincones de la provincia.
También planteó la construcción del Centro Cívico, un proyecto cuestionado por la oposición. Pero, Schiaretti quiere inaugurar al menos una primera etapa de este proyecto para mostrarlo como un sello de su gestión.
24 meses sin que la ciudad termine de empeorar
Virginia Guevara
mguevara@lavozdelinterior.com.ar
El balance de mitad del mandato del intendente Daniel Giacomino muestra mucho más en el debe que en el haber. La ciudad de Córdoba venía de capa caída y no dejó de empeorar en estos 24 meses, al punto que en este aniversario la restitución de la elemental tarea de tapar baches se anuncia como si se tratara de una gran iniciativa.
Hay varias razones que explican la crisis sin fin del Estado municipal, y Giacomino hizo un gran esfuerzo este año para que los cordobeses entiendan hasta qué punto fue perjudicial la política aluvional que su antecesor, Luis Juez, aplicó en materia de personal. Todo indica que no mintió. Pero lo cierto es que el problema sigue muy lejos de solucionarse.
El municipio sufrió 150 días de parálisis por el enfrentamiento con los empleados municipales. El estado en que quedó la ciudad después de semejante contienda es tan penoso, que el “logro” de haber reducido en tres puntos porcentuales el tamaño de la partida salarial se hace menos que insignificante. Más aún cuando la pulseada terminó en un aumento salarial que ahora no es seguro que se pueda pagar.
La gestión errante de Giacomino se combina con una situación de orfandad política absoluta, de alianzas que naufragan antes de concretarse y de inestabilidad permanente puertas adentro del Palacio 6 de Julio: más de 260 funcionarios rotaron por el gabinete, en una práctica que atentó contra cualquier esbozo de gestión.
En estos dos años, el principal logro de Giacomino fue la creación de Crese. El problema de la basura no está resuelto –no se sabe adónde irán a parar los residuos desde abril–, pero la recolección cuesta menos y no es peor que cuando estaba en manos de Roggio.
No hay mucho más. La eterna promesa de obras nacionales se cumple a cuentagotas y la Provincia aporta lo poco que puede, pero de ningún modo esas relaciones suplen lo que el municipio dejó de hacer por sí mismo.
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