“Los mayas no nos advirtieron nada”, dice a este diario la astrónoma e investigadora del Conicet Beatriz García. Alude al eslogan “fuimos advertidos” de la película catástrofe 2012 –ya vista por casi medio millón de argentinos– que plantea que en tres años el mundo “tal como lo conocemos dejará de existir” (textual del heroico presidente norteamericano en la trama) por un cataclismo monstruoso que la civilización precolombina, siempre según la superproducción hollywoodense, había previsto. “Hay muchos pseudocientíficos que instalan temas así. Por eso es bueno que desde la comunidad científica empecemos a advertirle a la gente de tantas falsedades”, sostiene García. El Conicet, en la misma línea, también considera importante aportar tranquilidad y datos reales ante el éxito rotundo de una película que atemoriza oscilando entre la pura ficción y una supuesta verdad escondida.
Ciudades enteras desaparecidas en el abismo de grietas gigantes, continentes sumergidos por olas ciento cincuenta veces más grandes que los tsunamis reales, erupciones de volcanes aparecidos de la nada que escupen nubes inmensas de cenizas que cubren de oscuridad al planeta. Y como consecuencia, el fin de la vida sobre la tierra. Esa pesadilla prácticamente indescriptible es la que se está proyectando en 199 pantallas del país.
El alineamiento de los planetas del sistema solar marcará el inicio de la pesadilla y los mayas, dueños de importantísimos conocimientos sobre el firmamento y su dinámica, ya lo sabían todo, dice la leyenda.
Para promocionar la cinta se jugó con esa versión. “Los mayas lo profetizaron, la ciencia lo ha confirmado y los gobiernos no nos han dicho ni una palabra”, se asegura en su sitio web. García sale al cruce: “Ninguna de las profecías fueron ciertas. Ni la del año 2000, ni la de 2005. Tampoco lo será la de 2012. Los mayas nunca predijeron el fin del mundo y lo que dicen ser profecías mayas no son tales. Y es que parte de estas historias tienen su origen en un texto de Frank Waters, un escritor especulativo, quien en 1975 publicó un libro llamado Misticismo mexicano donde hace referencia a las estelas mayas y les da entidad de profecías a las inscripciones, adoptando una interpretación personal y errónea de ideogramas”. Las estelas son monolitos sobre los que los mayas escribieron ideogramas, algunos de ellos marcan el fin de eras, de ahí el mito de 2012. “Lo que en realidad marcan son fines de ciclos, como hacemos nosotros con fin de año. Y lo hacían, también al igual que nosotros, para organizar su vida mediante el tiempo”, explica García.
Desde el Conicet también descartan de plano cualquier relación entre mayas, predicción y armageddo: “En ninguna parte de las estelas hacen referencia alguna al fin del mundo, no a ningún hecho catastrófico provocado por agentes naturales. Probablemente para los mayas el fin de una era estuviera relacionado con un recomienzo del mundo, pero entendido en términos culturales, con la posibilidad de empezar un nuevo tiempo, renovado, volver la cuenta a cero”.
Parte de las propuestas especulativas y catastróficas para el 2012 están relacionadas con fenómenos netamente astronómicos, vinculados con la Tierra como planeta en el Sistema Solar y el Sistema Solar en la galaxia. “Pero esos fenómenos existen desde hace miles de millones de años, convivimos con ellos, no son temas complejos, son predecibles y los astrónomos saben de que se tratan”, asegura el Conicet. Un argumento que se esgrime es el de la alineación entre el ecuador terrestre, el Sol, y el ecuador galáctico, como antesala del final. Al respecto, García sostiene contundente: “No habrá tal fenómeno”. La especialista también tiene una opinión sobre porqué prenden tanto las teorías catastrofistas a lo Nostradamus: “Cualquier cosa que parezca medianamente creíble y que represente un poco de estímulo a la imaginación, la gente lo agarra. Y además, obviamente, hay mucho negocio detrás de estas teorías”. Concluye: “La ciencia no puede predecir el Apocalipsis”. |
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