LA CRISIS hídrica en Bahía Blanca y Punta Alta ha dejado de ser un mal augurio, una posibilidad incierta o una especulación cargada de malas intenciones. Se ha convertido en una realidad de alarmante proporciones para un sector de la provincia de Buenos Aires castigado por una de las sequías más fuertes de su historia.
LA CUESTION ha servido, en sus primeros tramos, para establecer ese infaltable revisionismo histórico que siempre hacemos los argentinos ante las crisis, sobre la falta de previsión, los planes jamás presentados, la carencia de políticas de inversión respondiendo a planes serios y sustentables en el tiempo y la repetida confusión (en el caso puntual del agua) respecto de las fuentes alternativas que puedan fortalecer la situación.
LA DISCUSION sobre la posibilidad de traer agua del río Colorado es, en este último punto, una muestra clara de cómo un proyecto que lleva un siglo de discusiones sigue sin terminar de definirse. En tal sentido, vale la pena señalar que, en 1910, el propio perito Francisco P. Moreno, de paso por nuestra ciudad, ya sugería la conveniencia de traer agua del Colorado por sobre la idea, también planteada en la época, de embalsar el Napostá.
EL ASUNTO es que, hoy, el tema del agua debe resolverse desde el peor de los escenarios: el de la emergencia, el de la reacción a destiempo, el de las obras contrarreloj. Por ello, la situación exige que, al menos en la coyuntura, todos los actores asuman su cuota de responsabilidad, para, desde su lugar, aportar lo necesario a fin de superar la emergencia. Vale decir, la empresa prestataria, con sus técnicos ocupados en tiempo y forma para definir las obras adecuadas, y el gobierno provincial agilizando los fondos para cumplirlas dentro de los plazos adecuados. Por su lado, los consumidores, a quienes corresponde asumir un comportamiento acorde con los riesgos en juego, haciendo uso racional del agua, cuidando el líquido con la voluntad que ya se evidencia en muchos países del mundo desde hace largo tiempo.
NO SE trata sólo de saber si consumimos 200 o 600 litros cada día; si los pozos del bajo San José deberían haberse realizado en la zona serrana o si el área industrial consume más agua de la que se dice. Este es el tiempo de la responsabilidad compartida, de clarificar mentes y de coordinar acciones entre todos los sectores. No hay demasiado espacio para la especulación ni para redoblar las discusiones acerca del tiempo que, evidentemente, se perdió durante unos cuantos años en los que no se arbitraron medidas capaces de adelantarse a futuras eventualidades, como la que estamos viviendo en estos momentos. El verano se aproxima, la cota del dique Paso de las Piedras sigue declinando, ante la falta de precipitaciones en la cuenca, y, por lo tanto, es preciso que cada uno actúe dentro de su rol, para que la emergencia pueda sobrellevarse con el menor impacto posible. En todo caso, cabe esperar que la experiencia sea aprovechada en el futuro inmediato.
|
|
|