“Es la vidriera del futuro. Te estimula, te expone a lo que se viene en todas las áreas del quehacer humano. Ir es estar expuesto a una cantidad enorme de ideas. La gente, cuando termina TED, dice: ‘se me partió la cabeza’. Quieren salir corriendo a hacer cosas; te deja esa sensación de ‘no quepo dentro de mi cuerpo y quiero hacer cosas’”, grafica Gerry Garbulsky, quien además de haberse doctorado en Física es, como resulta evidente, fanático de TED, la conferencia anual sobre tecnología, entretenimiento y diseño repleta de entusiasmo avant garde. Juntarse a compartir ideas, continúa, es hoy la manera más segura de adelantarse al tiempo, a condición de cumplir con premisas básicas: bajar las barreras, escuchar y dejarse arrasar tanto como saber compartir lo propio. Desde hace 25 años, eso se hace en California, pero por un sistema de franquicias que está de estreno, más de cien lugares en todo el mundo (India, España, Australia, Suiza, Tanzania, China, Egipto, Chile, Túnez, Bahrain, Austria, Ghana...) podrán replicarlo. Era la oportunidad que esperaba Garbulsky para dejar el rol de fan y convertirse en organizador, junto con otros tantos nombres inquietos, de la versión porteña. Dice que ningún otro encuentro en el mundo podría compararse con la experiencia TED. “Humildemente, es eso lo que queremos lograr en Buenos Aires”, agrega. La confianza es intensa, porque “sentimos que en Argentina algo está pasando. Hay como esta sed, estas ganas de pensar juntos. Desde siempre me fascinó el poder de las ideas para cambiar el mundo. No hablo de ideas académicas, sino de ideas con capacidad para conectar a la gente”. De agitar se trata.
Volver al futuro
Descubrió TED cuando, algo lejos de la física, se dedicaba a asesorar empresas. Primero había querido “impactar en nuestros conocimientos de la vida”; después, “generar un impacto con la creatividad en cómo las empresas hacen lo que hacen”. Y entonces pasó: “En los últimos años descubrí TED”, el lugar donde Steve Jobs (de Apple) presentó el primer modelo de Mac antes de que saliera a la venta; el escenario en el que por primera vez Al Gore mostró su proyecto ambientalista y Bill Gates, su lado filantrópico...
–¿Cuál es la dinámica?
–La idea, lo que pasa en estos eventos, que vamos a replicar acá, es que durante esos días se rinde culto a las ideas, a la conexión de la gente con las ideas y a la conexión de la gente entre sí. Hay un formato de charlas muy cortas, de 18 minutos, que es suficiente tiempo para exponer una idea compleja, pero no tanto como para que digas cosas de más. Hay mucho poder de síntesis para usar esos 18 minutos de la manera más efectiva posible. Y desde el punto de vista de quien va a ver o escuchar la charla, 18 minutos es un tiempo del que se puede disponer sin haberlo planificado demasiado. Es un sandwich al mediodía, un café a la noche. De alguna manera, TED está transformando el formato de cómo se pueden transmitir ideas complejas, de cómo pueden hacerlo portavoces que son líderes en sus disciplinas. Hay arte, ciencia, tecnología, tercer sector, espiritualidad, de todo. Esto no es una conferencia de negocios ni de “emprendedorismo”, es de la vida.
–¿No es ninguna de esas cosas, pero a la vez es todas?
–Sí, y lo que se busca es que muchas de estas ideas y muchos de estos oradores, que en general llegan bastante bien a sus círculos de influencia específico, tengan una visibilidad masiva. Buscamos crear modelos positivos a partir de gente que tenga ideas interesantes, ideas que puedan mejorar el mundo, en particular la Argentina. Por eso el lema es “La revolución de las ideas”.
–¿Las exposiciones de cada orador son en continuado?
–Se intercalan bloques de charlas con intervalos de una hora, para que la gente se refresque, pero también interactúe y genere debate sobre lo que acaba de escuchar. Gran parte de la experiencia es el contenido de las charlas, pero también es importante lo que pasa entre charlas. Queremos generar visibilidad a las ideas y a los portavoces de las ideas, también conexión entre la gente y conexión con las ideas. Y lo que está pasando con TED globalmente y que queremos construir acá es que esto está generando una ola de participación, de debate, y de agenda de cosas relevantes.
–Es un dispositivo ultramoderno: pone en práctica, en lo cotidiano, el modo de relacionarse de las redes sociales virtuales. Es como llevar al mundo tangible algunos principios de funcionamiento de Internet. ¿Pero cómo genera el impacto, más allá de eso?
–Voy a dar un ejemplo de TED. Hay un señor, un biólogo, muy famoso, con carrera larga, que dijo que estaba frustrado y preocupado porque estamos perdiendo una gran cantidad de diversas especies animales y vegetales y que toda la información sobre esas especies no está centralizada y accesible a todo el mundo. Su sueño, dice, es crear la enciclopedia de la vida; así como está Wikipedia, sería el Wikipedia de la vida, organizado por especies. Dijo: “esto es mi sueño y quiero que me ayuden de alguna manera”. En la audiencia estaban el CEO de Oracle, el de otra gran empresa de diseño y gente que quería ayudar. Al año siguiente, en el TED siguiente, lanzaron la enciclopedia de la vida. Ese es un ejemplo menor, pero claro: algo que fue como una necesidad latente esa persona la pudo articular de una manera no sólo elegante sino también convincente para los demás y la gente enseguida quiso ayudar. Ese es el ejemplo más concreto. Después hay cosas menos obvias, más sutiles, y que tienen que ver con generar debate sobre el futuro. En general, nuestro país está bastante amarrado al corto plazo, a la coyuntura, es difícil planificar.
–Y habitualmente lo relacionado con las ideas termina trabajándose afuera, porque hay recursos, en especial en ciencias.
–Sí, y vuelve made in Taiwan o made in USA. Esto es lo que empieza a generar la posibilidad de trabajar en el futuro, en la innovación, en la creatividad, en lo que se viene y en ser protagonistas de todo eso, no solamente espectadores. Juan Enríquez, un mexicano que fue tres veces orador en TED (de hecho, él abrió el evento de este año), habla de muchas cosas, pero en particular de la revolución que se viene con el lenguaje de la vida. Dice que hace 60 años el analfabetismo se definía como la gente que no sabía leer o escribir; y que en los últimos 10 o 15 años pasó a ser la gente que no manejaba lo informático, lo digital. Pero él dice que lo que se viene es el lenguaje de la vida: cómo vamos a entender la vida y la vamos a manipular, o no. Y que eso va a cambiar radicalmente cómo nos definimos a nosotros mismos, cómo interactuamos, cómo se generan ventajas competitivas en el mundo empresario, entre países, comunidades, lo que fuera. En Argentina, a la revolución de este nuevo lenguaje que es importante dominar para poder desarrollarse, crecer, estamos a tiempo de subirnos. De hecho, en TEDxBuenosAires va a haber varias charlas de biología, de clonación, etc., porque tenemos una materia prima en Argentina espectacular. Ese es un impacto un poquito más indirecto, si se quiere, pero significa empezar a hablar de temas que son importantes para nosotros como país. Tal vez eso después pase a ser agenda pública, pero no es el foco de esto. El foco es empezar a plantear los temas, y después que pase lo que tenga que pasar. |
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