Reina Pérez y Regina Ortiz no se conocen. Viven a miles de kilómetros una de la otra. La primera, en Caracas, capital de Venezuela, y la segunda, en Jujan, humilde poblado de Ecuador. Sin embargo, ambas comparten el mismo destino: levantarse cada mañana a conseguir las gotas de agua que alivien su precaria situación y la de sus familias. No importa si se vive en la gran ciudad o en un pueblo polvoriento.
La imagen es común en buena parte de los países de América latina y particularmente en el eje de naciones que comparten uno de los sistemas hídricos más importantes del mundo: el Amazonas, con sus 6700 kilómetros de extensión.
No obstante, la sobreexplotación del recurso, el desperdicio, la falta de infraestructura, un obsoleto manejo tarifario, el calentamiento global, la contaminación de ríos y quebradas y fenómenos de corrupción ponen en riesgo el suministro del líquido.
La falta de asistencia técnica en vastas zonas de Brasil genera desperdicios de agua en la agricultura que pueden llegar hasta el 40 por ciento. Sólo los grandes hacendados pueden pagar esa asistencia, pero no el grueso de pequeños cultivadores, que son los que producen la comida para el país.
El desperdicio del recurso también es evidente en el área urbana. Según la consultora H2C, el brasileño gasta cinco veces más agua (200 litros por persona por día) que lo establecido por la OMS: 40 litros por persona por día.
El hijo de Regina, de 12 años, ha tenido que ir varias veces al hospital por enfermedades relacionadas con la mala calidad del agua de pozo que consume. El integra el 62 por ciento de la población del área rural de Ecuador que no cuenta con agua potable.
Curiosamente, el Foro de Recursos Hídricos asegura que, en el país, hay agua suficiente. El problema es que existe una inequitativa distribución. Por ejemplo, en la parroquia Urcuquí, en Imbabura, están disponibles 411 litros, de los cuales 369 van a una docena de haciendas y el resto se distribuye entre más de 1000 pobladores.
Desde 1973 hasta la fecha, el Estado ecuatoriano ha entregado 68.244 concesiones. El adjudicatario paga 1,85 dólares mensuales. Según Antonio Gaybor, autor del libro El despojo del agua, esa cifra es irrisoria y demuestra poca visión sobre la sostenibilidad de los recursos hídricos.
El informe anual de la Defensoría del Pueblo de Colombia sobre calidad de agua advierte que 21 millones de colombianos viven en lugares con dificultades para mantener una disponibilidad apropiada del líquido que cubra la demanda de sus habitantes.
Los racionamientos serían frecuentes en más de la mitad del país si no se cuidan las fuentes hídricas. Una situación a la que seguramente no se hubiera llegado si en décadas pasadas la corrupción no hubiera hecho de las suyas.
Un informe de la Procuraduría General revelado el año pasado indicó que entre 1996 y 2003 se desperdiciaron 11,7 billones de pesos (más de 500.000 millones de dólares) que el gobierno giró a los municipios para frenar los líos de saneamiento. Según el Ministerio Público, si esos recursos se hubieran invertido adecuadamente, los más de 16 millones de colombianos que hoy no tienen agua la estarían recibiendo.
Venezuela revela hoy imágenes estremecedoras de la gente en busca de agua en las laderas de las montañas que circundan la capital. Mario Dubois, profesor de la Universidad Central, asegura que uno de los problemas está en la pérdida del agua en las tuberías de Caracas ?que puede oscilar entre 30% y 40% del total? por el pésimo estado de su infraestructura. A esto se suma el derroche. Los venezolanos consumen 330 litros por persona diarios y el esquema tarifario genera una lógica perversa. "Subsidia a los más pudientes y perjudica a los más pobres, que no reciben obras para atender sus necesidades", dice Arnaldo Gabaldón, ex ministro de Obras.
Entre tanto, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), señaló a comienzos de año que Perú está por debajo del promedio en agua y saneamiento a pesar de que el país cuenta con tres regiones hidrográficas: la vertiente del Pacífico, del Amazonas y del Titicaca.
El problema radica en la distribución de la población y la actividad económica. En la vertiente del Pacífico, donde está ubicada Lima, con 7.605.742 habitantes, vive el 70% de la población y sólo cuenta con el 1,80% de disponibilidad de agua del país; mientras que en la vertiente del Amazonas hay una disponibilidad de agua del 97.70% debido a la gran cantidad de ríos, pero allí sólo vive el 26% de los peruanos.
La otra amenaza latente es el calentamiento global y la pérdida de glaciares que alimentan las principales fuentes de agua para la población. Perú cuenta con el 70% de los glaciares andinos. Sin embargo, en las últimas dos décadas, se ha perdido más del 20% de la superficie de éstos.
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