Diego Berger conoció Bahía Blanca cuando era adolescente, practicando dos de sus deportes favoritos: la natación y el waterpolo.
Ahora regresó a Bahía Blanca como uno de los especialistas contratados por la empresa Aguas Bonaerenses SA (ABSA) para atender la crisis hídrica que enfrenta nuestra ciudad.
Ingeniero egresado de la Universidad de Buenos Aires y radicado en Israel hace dos décadas, Berger pertenece al plantel profesional de Mekorot, la empresa nacional de agua del país hebreo.
La firma es responsable de proveer el 90 por ciento del vital líquido a uno de los países más castigados por la sequía y la reducida cantidad de fuentes de abastecimiento.
Mekorot actúa como consultora de ABSA para establecer, además, políticas que permitan mejorar los recursos a futuro.
Recurrir al subsuelo
--¿Cuál fue su propuesta para enfrentar esta emergencia en Bahía Blanca?
--Recurrir al agua subterránea, que es lo que ABSA está haciendo. De todos modos, no vinimos a dar una solución sino a sumarnos a un trabajo ya en marcha y también desarrollar estrategias a largo plazo.
--¿Cómo ve la situación de nuestra ciudad?
--Es favorable, porque tiene variados recursos acuíferos. La idea es combinarlos en un sistema que pueda desarrollarse en el tiempo para atender todas las demandas. No hay que tener un sistema basado en una sola fuente.
--En Israel la desalinización es la alternativa que más han desarrollado. ¿Puede pensarse en algo similar en Bahía Blanca?
--Hoy desalinizar es factible. No existe un problema técnico al respecto, sino de costo. Este proceso en Israel significa medio dólar por metro cúbico, un número importante. Por eso, la tecnología para desalinizar existe, lo que hay que decidir es si vale la pena implementarla.
--¿Quién financia las 31 plantas desalinizadoras que funcionan en Israel?
--Parte de esas obras son privadas, construidas mediante capitales extranjeros o propios. No hay que olvidar que una planta de agua genera un producto que se vende. Para muchas personas invertir en agua resulta una buena decisión.
--¿Qué otras alternativas de provisión han desarrollado?
--Hemos aprendido de nuestras crisis hídricas. Cuando hay que utilizar los recursos en forma más racional, uno de los caminos es reusar el agua. En Israel reusamos más del 70 por ciento de los líquidos cloacales, que son tratados y destinados para la agricultura.
--¿Qué papel juega la educación en el cuidado del agua?
--El más importante. Pero antes que en el jardín de infantes o la escuela se debe realizar en la propia casa. La mayor educación viene de los padres, el ejemplo que damos al no abrir la canilla innecesariamente o desperdiciar agua. Son cosas que se aprenden en la familia.
--¿Tienen esquemas de multas por uso inadecuado del agua?
--No. En Israel se paga un valor adecuado por cada metro cúbico, pero cuando la crisis se hace más dura, se pone un sobrevalor al consumo. No con la idea de recaudar sino de manera intimidatoria, para que la gente entienda que tiene que usar menos. La realidad muestra que poca gente paga ese adicional, porque cada vez se consume menos.
--¿Cuánto cuesta el agua para un consumidor?
--Tenemos distintos valores de agua. El más barato que producimos es de 10 centavos de dólar, que es el costo de producción del agua superficial.
--¿Cómo actúan con el suministro a las industrias y al consumo domiciliario en los picos críticos?
--En Israel tenemos una tercera situación, que ustedes no tienen: nosotros destinamos el 65 por ciento del agua a la agricultura. Esa fue una de las situaciones por las que en Israel no entendían como acá tenían problemas de agua. Tuve que trabajar duro para explicarlo. Por eso, cuando tenemos una crisis reducimos el agua a la agricultura, no a la industria ni al consumo domiciliario.
"Tenemos un precio del agua que no cubre la producción"
Israel es consecuente con su realidad: el agua resulta un bien tan escaso y preciado que tiene un valor de venta acorde al esfuerzo que significa obtenerlo.
En nuestra ciudad esa situación ha sido históricamente opuesta, con montos que, de acuerdo con manifestaciones de voceros de ABSA, apenas cubren los costos operativos. Para Jorge Olaizola, gerente regional de la citada empresa, esta es una situación a revertir.
"En Israel el agua desalinizada se paga 1,5 dólares. Nosotros ponemos el agua en una vivienda a un precio de 20 centavos de dólar, una cifra que no cubre siquiera nuestro costo de producción. Debemos empezar a entender que producir agua tiene un costo que hay que afrontar", señaló.
Desalinizar en Bahía Blanca
Teniendo en cuenta los valores que maneja Israel para desalinizar el agua, implementar ese sistema para atender el consumo local, establecido hoy en 9.000 metros cúbicos por hora, exigiría un costo de producción de 3.240.000 de dólares mensuales.
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