El cambio climático no respeta fronteras de países ni de estaciones, como ocurre en el norte de Uruguay y en el vecino estado brasileño de Rio Grande do Sul, donde los fenómenos meteorológicos son cada vez más extremos y frecuentes con consecuencias socioeconómicas devastadoras.
Las cuatro estaciones del año, antes marcadamente diferenciadas, muestran ahora límites difusos e imprevisibles para los especialistas. A las persistentes sequías hasta en épocas otoñales, les han sucedido intensas lluvias, granizadas, furiosas tormentas eléctricas y vientos con características inéditas de tornado o huracán en la otrora estable primavera.
Una recorrida realizada por IPS por parte del nororiental departamento uruguayo de Cerro Largo pudo comprobar los daños causados en las últimas semanas por las inundaciones causadas por las lluvias que han superado marcas históricas en la región.
Las precipitaciones registradas en Cerro Largo entre noviembre y este mes superan largamente los promedios estadísticos para la época. Según los datos aportados a IPS por la jefatura de policía, el promedio de agua caída en el departamento fue de 469 milímetros en un mes, casi 16 milímetros diarios.
En el puesto policial de Asperezas cayeron a mediados de noviembre 185 milímetros en menos de 24 horas, mientras que en Melo, la capital departamental, la marca fue de 165 milímetros.
Como consecuencia de estas intensas lluvias, el río Yaguarón, que sirve de límite entre Uruguay y Brasil, salió de cauce y decenas de personas que habitan en zonas bajas de la ribereña Río Branco, la segunda ciudad en importancia de Cerro Largo, debieron ser evacuadas de sus viviendas.
El director de Servicios de la Intendencia, Ignacio Ubilla, confirmó a IPS que durante las últimas inundaciones fueron asistidas 241 familias en todo el departamento.
También las pérdidas materiales han sido cuantiosas. Sólo en la agricultura, se perdieron parcial o totalmente en Cerro Largo y en más de la mitad del país 50 por ciento de las cosechas de granos, según datos del Sistema Nacional de Emergencia (SNE), que encabeza el gobierno nacional.
Las inundaciones afectaron entre noviembre y comienzos de este mes, en las puertas del comienzo del verano austral, a 10 de los 19 departamentos en que se divide Uruguay, abarcando el norte y centro del territorio. Aún permanecen fuera de sus hogares por esta causa 2.000 de las casi 8.000 personas que debieron ser evacuados.
La información proporcionada por la empresa privada de meteorología brasileña Metsul también genera preocupación e interrogantes sobre las perspectivas climáticas. Los estudios indican que noviembre fue el mes más lluvioso de los últimos 100 años en parte del estado de Rio Grande do Sul.
El responsable de por lo menos los últimos eventos meteorológicos severos en la región sería, según Metsul, un ciclón extratropical definido como consecuencia directa del fenómeno El Niño, como se llama la fase cálida de la Oscilación del Sur que se produce al aumentar la temperatura superficial del agua en las áreas oriental y central del océano Pacífico ecuatorial. Esto provoca distorsiones climáticas en buena parte de América.
Con su alejamiento desencadenó otro fenómeno atípico en la antesala del verano en esta zona uruguaya. La temperatura cayó bruscamente, situándose en guarismos propios del invierno. En la Estación de la Facultad de Agronomía, a pocos kilómetros de Melo, el 8 de noviembre se registraron 7,2 grados, cuando el promedio de mínima para la época es de 16 grados.
El 12 de este mes, a una semana de comenzar la muy cálida estación veraniega, en la ciudad brasileña de Bagé, cercana a Río Branco, los termómetros marcaron 10,9 grados, al menos casi la mitad del promedio histórico para esta parte del año.
Nadie sabe qué vendrá, pero todos coinciden que ya nada será igual al pasado.
SEÑALES PREVIAS
El 3 de enero de 2006, los 1.200 habitantes de la pequeña localidad de Plácido Rosas, en la zona este de Cerro Largo y a 30 kilómetros de la frontera de Río Branco con Brasil, fueron sorprendidos por una granizada jamás vista, provocando escenas de pánico y cuantiosos daños en el poblado y sus aledaños.
"A las 6 de la tarde, en pleno verano, quedó de noche, vino viento, lluvia y empezó una granizada que parecía eterna", resumió uno de los vecinos a IPS.
Otros testimonios recogidos en el lugar por IPS señalan que "la gente corría para todos lados buscando protegerse, al tiempo que se escuchaban gritos de histeria y desesperación" ante un fenómeno casi desconocido por su intensidad. Veinte minutos más tarde el escenario que presentaba el pueblo era dantesco.
Unas 450 personas fueron afectadas de distintas maneras, al tiempo que 155 viviendas quedaron con los techos y aberturas destruidas por la dimensión de las piedras, que superaban el tamaño de un huevo de gallina. En muchos establecimientos rurales fueron decenas los animales que murieron a causa de la violencia del fenómeno, mientras que los árboles perdieron todo su follaje.
En febrero de 2007, un violento temporal azotó la localidad de Santa Clara de Olimar, en el límite de Treinta y Tres con Cerro Largo, provocando también voladura de techos y destrucción de viviendas, al tiempo que más de 350 personas fueron evacuadas y atendidas por el Comité Departamental de Emergencia.
VIRAJE CLIMÁTICO
En plena primavera de 2008 comienza otra historia muy distinta. Es el punto de partida de una de las sequías más importantes que recuerda la región, tanto que en Bagé, del lado brasileño, sus 100.000 habitantes debieron racionar el consumo de agua potable durante casi un año.
Las autoridades de decenas de municipios fronterizos con Uruguay declararon el "estado de calamidad" a los efectos de recibir apoyo del gobierno federal de Brasil.
En territorio uruguayo, en tanto, el departamento de Cerro Largo fue uno de los más castigados con el grave déficit hídrico, sufriendo cuantiosas pérdidas, en muchos casos con irreversibles consecuencias.
Los perjuicios en el sector agropecuario resultaron millonarios. Desde el Ministerio de Ganadería y Pesca de Uruguay se extendió la declaración de estado de emergencia, asistiendo con forraje a centenares de pequeños y medianos productores, al tiempo que el Comité Departamental de Emergencia, dependiente del SNE, distribuyó diariamente agua potable entre productores rurales de pequeña escala.
Esta otra situación extrema se extendió hasta las puertas de entrada del invierno en casi todo el norte de Uruguay, causando pérdidas estimadas por el Ministerio de Economía por encima de los 400 millones de dólares.
Aún mitigadas, las secuelas de la seca calaron hondo en toda la sociedad. La llegada de las primeras lluvias tonificaron los ánimos, incluso de los más perjudicados y el optimismo ganaba terreno. Pero la "normalización" de las condiciones climáticas duraría poco. Otra vez la furia de vientos, granizadas e intensas precipitaciones en breves períodos de tiempo se desataba abruptamente, cambiando radicalmente el paisaje.
En septiembre, en lo que sería un anuncio de lo que ocurrió en noviembre, un tornado provocó importantes daños en las fronterizas localidades de Aceguá y Noblía, en el extremo norte de Cerro Largo.
El viento arrasó con los techos de la mayoría de las viviendas del Plan Mevir, (complejos habitacionales para familias de trabajadores rurales), y de varias casas particulares, provocando además la caída de árboles, antenas y columnas del tendido de distribución de energía eléctrica.
En la parte brasileña de la localidad de Aceguá, sus habitantes aseguran haber vivido "más de 10 minutos de terror", según reportó el diario Jornal Minuano de Bagé.
El 1 de noviembre una granizada de inusuales características castigó a la pequeña localidad de Cerro de las Cuentas, otra vez en zona oeste del departamento, ocasionando daños en los techos de mas de 40 viviendas del Plan Mevir. Era el comienzo de los temporales de esta primavera.
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