Para los 650 habitantes de la Villa Cristo Pobre y Rey, el hecho de tomar un vaso de agua, hacer la comida, asearse o regar las plantas se traducía en caminar un kilómetro cargados con baldes llenos de agua que sacaban de un surgente. Pero esa situación, que se repitió durante 34 años, llegó a su fin. Desde ayer, gracias a la construcción de una planta potabilizadora de agua y de una red de distribución para la zona, cada una de las 141 viviendas tiene un surtidor con agua potable en algún sector de la casa. Y encima recibieron la promesa de la construcción de 50 módulos habitacionales para sustituir las casas de caña y barro que hay en la villa.
Hace 5 meses, DIARIO DE CUYO contó la historia de las familias que vivían sin agua. Y entre esas personas estaba doña Marcelina. Es una abuela de 82 años que tenía que cuidar gota por gota del agua que tenía en su casa. Es que pasa todo el día sola y tenía que esperar que llegara su nieto en la noche, para que cargara los baldes llenos desde el surgente a su casa, porque no tiene la fuerza suficiente para hacer esa tarea. Pero eso cambió.
Ayer por la mañana, doña Marcelina se levantó temprano, se puso su pollera más nueva e hizo el esfuerzo de caminar hasta donde está la flamante planta potabilizadora, que esperaba ser inaugurada llena de banderas celestes y blancas y con una cinta en la puerta. En el lugar, en el que hay dos tanques blancos de 15 m3 cada uno, en los que se purifica el agua, estaba también la banda de la Policía, que esperaba comenzar a tocar parada sobre la calle de tierra y con las cañas de la orilla del canal en la espalda. Marcelina los miraba de reojo y contaba que "me cuesta caminar hasta acá, por eso vengo despacito. Pero estoy tan feliz que vale la pena el esfuerzo".
Allí se reunió con sus vecinos, que esperaban ansiosos la llegada del gobernador José Luis Gioja, que pondría en funcionamiento la planta de agua. Y a la primera que saludó fue a Rosa Romero, que estaba organizando todo en el lugar. Ella es una de las vecinas que más han luchado para que el barrio consiga la red de agua potable. "Desde que llegó la primera familia a la villa, hace 34 años, estamos realizando distintas acciones para conseguir que nos pongan el agua. Y ahora lo logramos. Estamos muy contentos", contó la mujer con el mate en la mano. Y, después de entrar con el gobernador a cortar la cinta de la planta en representación de los vecinos, agregó que "esta es una obra muy importante. Hemos estado viviendo como primitivos durante muchos años, el agua es una necesidad vital".
Después de que el gobernador abrió la canilla y chayó con un vaso a todos los presentes, llegó la hora de las sopaipillas y el mate. Pero doña Marcelina se fue antes de comer. Retomó el paso lento para volver a su casa. Y cuando llegó, lo primero que hizo fue abrir el surtidor que tiene instalado en su patio, sacó agua y regó sus plantas. "Tengo pencas, porque no tenía agua para el jardín. Pero de ahora en más pienso poner muchas plantas y flores, porque ya las puedo regar", contó la mujer mientras echaba un chorro de agua en una maceta.
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