"¿Por qué la arena tiene algunas manchas negras?", preguntó Thiago mientras jugaba en la costa del río San Antonio, cerca de Carlos Paz. El papá de Sofía escuchó la misma pregunta, sin saber qué contestar, mientras pasaban el día en un balneario sobre el río Los Reartes, en Calamuchita. "Es por las cenizas de los últimos incendios en las sierras", ensayó como respuesta, aunque sin estar seguro.
El hombre acertó, pero parcialmente. Muchos ríos serranos, y sectores de costas de varios lagos, desde hace semanas muestran manchones de arena o tierra más oscura. Y casi todos los que caminan las playas se preguntan por qué.
"Toneladas de cenizas quedaron en las laderas de los cerros quemados, en diferentes puntos de las serranías. Las lluvias las arrastrarán ahora hacia ríos y arroyos y buena parte terminará en los lagos", anticipaba un informe publicado por La Voz del Interior el 13 de setiembre pasado, tras la sucesión de incendios en Córdoba.
Pero a las cenizas se agrega otro elemento para sumar al mismo fenómeno: los restos de tierra fértil, arrastrados desde campos cultivados por las correntadas que generan las lluvias. Las sierras, con desniveles y pendientes de las que carece la llanura, suman cada vez más tierras dedicadas a la agricultura intensiva.
Ricardo Suárez, biólogo residente en las Sierras Chicas, explica que "además de las cenizas en zonas donde hubo incendios, cada vez baja de las sierras más lodo, por los suelos desprovistos de cobertura vegetal". Suárez muestra cómo su zona –Río Ceballos, Unquillo y Mendiolaza– es sólo un ejemplo de lo que pasa en casi todas las serranías: "Se desmontó mucho, y se fueron sumando tierras cultivadas y urbanizadas sobre el pedemonte (la zona baja de las sierras). Las lluvias arrastran cada vez más tierra, porque no hay vegetación, sea bosques o pasturas naturales, que la detengan".
Sobran ejemplos. El más reciente se vio en la pequeña comuna de Las Bajadas, en la zona más llana de Calamuchita, días atrás. Allí el pueblo se inundó por las correntías que bajaban de los campos y toneladas de tierra con rastrojos (restos secos de campos cultivados) colmaron sus calles.
En la zona de las Sierras Chicas –cercana a la ciudad capital– el área dedicada a cultivos intensivos (soja, maíz y otros) representaba en 1970 un 15 por ciento de lo que es hoy, asegura Sánchez, director de una ONG dedicada a la reforestación serrana. "De bosques nativos tupidos, en esta zona debe quedar un cinco por ciento de lo que había hace 40 años", grafica.
El uso del suelo. El fuego quemó miles de hectáreas de cerros este año en Calamuchita. "Pero lo que arrastran las crecidas de ríos y arroyos no son sólo cenizas", aclara José Vélez, santarroseño de la entidad ambientalista Aproas. "Se suman los suelos agrícolas, que en Calamuchita se agrava porque se permite cultivar papa, que demanda mucho suelo suelto", acota Vélez. Con esos suelos, bajan también restos de herbicidas usados en los cultivos. El efecto de las manchas oscuras se percibe más en las zonas bajas que en las altas de los valles serranos.
"Hoy hay zonas de las sierras con papa, soja, maíz, cuando 15 o 20 años atrás casi ni se veían", confirma Vélez. "Pero estos son ecosistemas frágiles, por las pendientes y por el tipo de suelos", advierte.
Diques "acolmatados". La tierra arrastrada por las correntadas es la capa fértil que se va erosionando de los suelos, los que así pierden cada vez más su capacidad productiva. Y terminan en los lagos y diques –al igual que las cenizas– reduciendo su capacidad, fenómeno que los técnicos llaman "acolmatación".
Vélez recordó que las ONG ambientalistas viene planteando como paliativo la creación de "franjas de amortiguación" (a modo de cortinas forestales) a la vera de ríos y arroyos y que se inicien procesos urgentes de reforestación integral y remediación de daños en las sierras. "Eso debería estar claro en la nueva ley de bosques nativos que aún esperamos", acotó.
Son, podría decirse, demasiadas consecuencias a la vista como para que por tantos años se haya hecho tan poco, o casi nada, para variar una historia sobre la que desde hace años no pocos vienen advirtiendo.
Esa no planificación con criterio sustentable va pasando sus facturas. Y Córdoba las paga.
Datos y evidencias
La Central Nuclear de Embalse debió salir de servicio durante más de 24 horas, hace un mes. Se argumentó que los restos de cenizas y suciedad arrastrados por los ríos al lago obstruyeron la toma de agua para su sistema de refrigeración.
El dique Los Alazanes abastece de agua a Capilla del Monte. Tiene hoy un volumen de unos 137 millones de litros, pero técnicos del municipio calculan que 37 millones no son de agua sino de sedimentos en el fondo, formados por restos de incendios, deforestaciones y tierra arrastrados por sus afluentes a través de los años.
Los bosques perdidos
La recuperación de los bosques serranos muy quemados, para que vuelvan a parecerse a lo que eran, puede tardar entre 40 y 100 años, según estima la ONG Aproas, de Calamuchita. Y eso, si no se le da a ese suelo otro destino.
Cuánto demora en limpiarse
¿Cuanto demorarán en desaparecer los manchones oscuros sobre las arenas de las costas de ríos y lagos en buena parte de las serranías?
Ricardo Suárez desde las Sierras Chicas y José Vélez desde Calamuchita coinciden en que los ríos van lavando por su cuenta –con la corriente– esos restos, aunque también dependerá del nivel de las crecidas.
Se estima que si las crecientes por fuertes lluvias son pronunciadas podrían arrastrar más desechos, en vez de ir diseminando los existentes.
Queda claro, de todos modos, que esos manchones no representan ningún riesgo para quienes disfrutan un día de sol y baño en las playas de los ríos y lagos.
Representan, de todos modos, otro aviso –entre varios más que se han registrado en los últimos tiempos– de la necesidad de preservar las sierras en forma más sustentable, como generadora de agua para consumo y baño, de paisajes y de atracción turística para la provincia de Córdoba. Es decir, de una usina de recursos económicos para los cordobeses.
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