Como una fiera endiablada que pretendía devorarlos a todos, vieron el agua venir y no tuvieron tiempo demás. A duras penas, los hombres que ahora están sentados frente a Crítica de la Argentina recogieron sus pocas cosas y salieron en sus camionetas hacia algún refugio ubicado en la parte alta del pueblo, donde la crecida no llegó. Atrás, mientras llovía y llovía, quedaron sus campos sembrados, buena parte de la cosecha 2010 ahogada en un mar de pérdidas. Pero faltaba, todavía, lo peor: que los representantes del gobierno nacional y bonaerense los acusaran de ser ellos mismos los responsables de la inundación.
Por eso, los productores agropecuarios de San Antonio de Areco insultan a los cuatro vientos. Reunidos en un salón de la Asociación Regional de Productores hablan de “caza de brujas” y arremeten contra Daniel Scioli. Desacreditan la versión oficial de que la inundación se produjo por el desborde de una serie de canales ilegales que los chacareros suelen hacer para desagotar sus campos y alegan, con rudeza, que se trata de falacias inventadas por el poder político para separar al campo de la sociedad por el conflicto de la 125. “A ver –dice Luis Marchi, productor hijo de productores–, estamos en la pampa ondulada. Acá los drenajes son naturales y el agua corre sola hacia el canal principal, en este caso, el río Areco. No descarto que algún productor haya hecho limpieza en algún cauce, pero nada más”.
–¿Entonces, cuáles son las causas de este desastre?
–Llovió en dos meses 640 milímetros. El río Paraná está desbordado. Faltan obras hidráulicas. Los puentes que cruzan el cauce del río Areco son pequeños, deberían ser más grandes porque taponan el curso de agua y funcionan como un dique. Y existe una plaga, la acacia negra, que crece sobre el lecho del río, lo frena y provoca desbordes.
Los argumentos de Marchi son avalados por el resto de los aquí reunidos. Los hombres insisten en que quieren convertirlos en los responsables de una situación a la que el gobierno provincial se debería haber adelantado con obras hidráulicas. Le dan vueltas al Google Earth para poner sobre concreto los puntos clave de la polémica. Y reparten un comunicado: “La inundación –dice– fue provocada por un fenómeno natural que se agrava en el puente de la ruta 8 y se va complicando aguas abajo, donde confluyen varios factores: puentes angostos, crecida del Paraná, avance de la acacia”.
José “Pepe” Guevara tiene 68 años y un sombrero de gaucho que lo delata como hombre de tradiciones fuertes. Nacido y criado en Areco, parece ser un referente entre sus pares. “Es la peor inundación de la historia de este lugar. Me he pasado los últimos días socorriendo vecinos y ayudando a la gente. No he perdido vacas, pero casi todas mis cosas quedaron flotando en el agua y a mi casa todavía no pude volver”.
Guevara recuerda cómo fue todo. Que el agua se veía venir, explica, y que se sabía que el río Areco estaba peligrosamente desbordado. Entonces llegó la lluvia torrencial y se complicó todo. “Areco no se inundaba tanto, pero una serie de obras fueron cambiando el panorama. La construcción de la ruta 41 alteró el paisaje y taponó ese desagüe natural que es el río Areco. Después, hubo desidia. Hay barrios que por decisión de políticos locales fueron construidos en zonas inundables”.
–¿Pero existen los canales ilegales que el gobierno bonaerense dice que ustedes trazan para secar sus campos?
–Lo que existe son riachos naturales, que de vez en cuando los productores limpian para que los campos no se vean afectados. Pero dejame decirte algo, ¿vos crees que nosotros queremos vivir esta situación? Nuestros campos también están bajo el agua.
A Guevara por poco lo aplauden. Todos menos uno. El hombre se llama Ricardo Scepacuercia. Es dueño de un canal y de una radio local y dice que la versión de los canales es cierta. El agua arrasó con su casa y está furioso. “He bancado al campo en el conflicto con el Gobierno por la 125. Soy pro ruralista. Pero quisiera que esta gente, esta vez, diga la verdad. Hay canales, todos los hacen y nosotros lo hemos documentado”, denuncia, imparable. Scepacuercia pertenece a la Asociación Amigos del Río Areco, una ONG que investigó la existencia de este tipo de trazados. “Recorrimos el río caminando, nadando, por avión y navegando. Esta gente hace canales. No los estoy culpando. Pero lo hacen por una sencilla razón: si sos productor no querés que el agua se quede mucho en tu campo porque te pudre la cosecha”.
Los inundados relataron el drama que viven
Miles de personas perdieron todo
Si este pueblo era un enclave de tradición, de todo eso, a primera vista, no ha quedado nada. San Antonio de Areco parece mejor el escenario de una película de cine catástrofe. Llegar hasta su casco urbano resulta complejo. Para franquear la barrera policial que desvía al tránsito en la rotonda de la ruta 8 hay que ser del lugar, venir a brindar ayuda u ofrecer credenciales.
Unos metros más adelante, el paisaje se militariza. Efectivos de la Gendarmería atraviesan las calles de un lado a otro, organizan el tránsito, ordenan el drama para evitar el desmadre generalizado. El agua, silenciosa y estancada, se adivina por todas partes.
Tres mujeres contemplan la desolación desde el porche de una casa tabicada con bolsas de arena. Se preguntan cuándo podrán regresar a sus hogares. “En la otra cuadra está mi casa. Debajo del agua, ¿ves? Perdí mucho y tengo a mi marido en el techo porque no se quiere ir. El problema es que están robando, viste, y, bueno, no queremos perder más”, explica Raquel, un ama de casa que el domingo a la mañana no tuvo tiempo para nada.
La mujer que la acompaña cuenta una historia calcada. Pero saca una cámara y exhibe las fotos de la crecida. “Éste es mi hijo cargando la camioneta. Éste es mi marido; fijate hasta dónde le llega el agua. Miro y siento ganas de llorar. Encima, el pronóstico dice que se vienen más lluvias”, revela y se angustia.
Areco es ahora una isla. Mario Gallardo está parado en el medio de un camino de tierra, esperando la nada bajo los rayos de un sol que repica. Su familia la pasa como puede en la estación de servicio donde se refugiaron cuando la crecida los obligó a partir. Convirtieron la fosa del taller en una habitación improvisada y no saben cuándo podrán volver. “Acá estoy, qué te puedo decir, tuve que ayudar a mi esposa, a mi hermana embarazada, la gente me ayudó. Me trajeron unos colchones. Perdí todo, absolutamente todo. ¿Quién me lo va a devolver?”.
A todo esto, las lluvias de las últimas horas también provocaron anegamientos y algunos evacuados en Junín, donde cayeron 70 milímetros en apenas una hora
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