El Señor de los Temblores solo sale en procesión los Lunes Santos de cada año y cuando los fieles cusqueños quieren pedirle algo especial: que pare de llover, por ejemplo. La mañana del último jueves la imagen recorrió la Plaza de Armas de esta ciudad: le rezaron, le dedicaron una misa multitudinaria y le rogaron que el clima ceda. Cuando la fe religiosa se impuso, los pronósticos del Senamhi pasaron a un segundo plano. El juego de las posibilidades había empezado.
A esa misma hora, en Calca (Urubamba), Gustavo San Román, más resignado que desesperado, le preguntaba a una reportera de televisión si acaso ella podía contactarlo con un funcionario del Ministerio de Transportes para consultarle si podía abrir un surco en la pista —ya en mal estado— para drenar hacia el río el agua que inundó varias hectáreas de cultivo de maíz gigante de Cusco. Él es uno de los exportadores del producto de bandera más reconocido de la región y ha perdido casi toda su cosecha.
Gustavo iniciaba, entonces, su propio juego de posibilidades. Las de Gustavo son parte de las 16 mil hectáreas agrícolas que se han malogrado en menos de una semana; él debía decidir entre empezar a resolver su problema o esperar a que las autoridades del sector lo ayudasen. Optó por la primera opción. En ese momento, la atención de las autoridades del Gobierno Central estaba puesta en los turistas que debían ser evacuados de Machu Picchu Pueblo. Esta fue la fase de emergencia, como la llamó Luis Palomino, jefe del Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci).
Ahora viene la fase de rehabilitación de las vías. Como diría el propio jefe del Indeci: “La gente tiene que seguir haciendo lo que hacía”. La tercera fase es quizá la más complicada: implica decidir dónde serán reubicadas las viviendas que cayeron, que son 4.689. El problema es que un gran sector de la población quiere reconstruir sus casas en el mismo lugar donde el río las arrasó, por temor a perder sus títulos de propiedad. “Tendrán que entender que no pueden vivir ahí”, indicó Palomino.
El segundo problema no puede controlarlo nadie: la temporada de lluvias recién empieza y Hugo Gonzales, presidente regional de Cusco, lo tendrá en cuenta cuando visite, en estos días, varios ministerios y el Congreso a fin de solicitar apoyo económico.
En tanto —y mientras las condiciones del clima lo permitan—, San Román y otros miles de agricultores afectados seguirán buscando la forma de drenar el agua que se empoza en sus chacras. Por cierto, la noche del viernes, una fuerte lluvia asustó a aquellos cusqueños que creían que lo peor había pasado. Motivo para que más de uno pidiera una nueva procesión del Taytacha de los Temblores.
ZONA DE ALUDES Y HUAICOS
No solo por estrategia de guerra los incas construyeron en lo alto de las montañas. No solo para aprovechar las faldas y el valle para el cultivo. También porque conocían bien su entorno natural y procuraban la armonía con él. Medio siglo después, entonces, las ruinas de Machu Picchu se alzan incólumes. Mientras, el pueblo que, en honor a la avaricia, se ha formado al pie de esas montañas es una trampa mortal.
El precio del metro cuadrado en Machu Picchu Pueblo supera los US$1.000 y a ello se debe que locales comerciales hayan invadido el cauce del río Vilcanota; que no exista un local de bomberos (no es rentable); que el mercado artesanal se extienda sobre el terreno destinado al hospital, y que el colegio secundario no cuente con una salida de emergencia. El pasaje público que serviría de vía de escape a los alumnos ante un alud ha sido cercado a manera de corral trasero por seis familias, lideradas por Julián Quispe, dueño del hotel Inti Punku y regidor de la provincia de Urubamba.
Ajenos a ese infierno grande, unos cuatro mil turistas (es temporada baja) transitaban por allí el último domingo cuando les llegó la noticia de que estaban aislados. El anuncio lo hizo el alcalde Édgar Miranda, cuyo único comentario al respecto fue: “Que Dios nos ayude”. La angustia de los visitantes vendría después, cuando se fueron enterando de lo que callan las agencias de viajes y el sector turismo: “Que el pueblo es “un cono de deyección” [camino de aludes y huaicos] con un suelo muy deleznable [propenso a deslizamientos]”, como resume Ada Castillo, responsable en Cusco del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Sernamp). Supieron también lo que la Unesco repite en sus informes sobre patrimonio mundial: que es riesgoso pernoctar en Aguas Calientes.
El Programa Machu Picchu y el Inrena recomendaron en el 2000 “reubicar parte del pueblo y detener el crecimiento poblacional”, que entonces era de 3.500 habitantes. Hoy 5.000 personas viven allí y reubicarlas es imposible, según Miranda.
Ayer el ministro de Comercio Exterior y Turismo, Martín Pérez, voló hasta el lugar para asegurarse de que se había evacuado a todos los turistas. Pero su helicóptero sufrió un desperfecto y él también quedó varado mientras lo reparaban. “He venido para decirle al mundo que este es un lugar confiable”, dijo, irónicamente, por teléfono. Luego acusó al alcalde Miranda por la escandalosa inseguridad del lugar.
Sobre su idea de colocar luces en el santuario para ampliar el horario de visitas al turno nocturno, Pérez comentó que habría que revisarla. La Pachamama parece manifestarse en contra.
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