Empecemos por lo importante: el agua del Hospital Interzonal General de Agudos de Junín “Abraham Piñeiro” no es potable. Leyeron bien. Ni dudosa ni parcialmente aceptable ni digna de algunas observaciones, directamente no es apta para el consumo humano. Lo más parecido a tomar veneno de la canilla. ¿Creen que exagero? A las cifras me remito. Con 80 mg/litro de nitrato, 0,10 mg/litro de arsénico y excesos de amonio, floruro y sulfato, no es apta para el consumo según lo determina la Ley Provincial 11.820. ¿Los valores permitidos? 50 mg/litro de nitrato y 0,05 mg/litro de arsénico.
Para ponerlo en términos sencillos: el agua del hospital no sólo no es potable sino que la diferencia entre lo aceptable y lo real resulta abismal. Porque una cosa es tener algo de colesterol y otra muy distinta exceder en mucho los valores permitidos. Si fuera una persona, el agua juninense debería someterse a una operación a corazón abierto, ya que sus arterias estarían totalmente colapsadas.
Se trata de un “enfermo” delicado y rebelde, poco dado a seguir las indicaciones del médico. El informe fue realizado en 2009 por el Laboratorio Central de Salud Pública de la provincia de Buenos Aires “Instituto Biológico Dr. Tomás Perón” sobre una muestra de agua corriente.
Lo nuevo: el nitrato
Mientras el arsénico es un viejo conocido de la comunidad juninense que, según parece, llegó para quedarse, la existencia de nitratos se presenta como un dato relativamente nuevo y para nada alentador. Sobre llovido, mojado. ¿Cuáles son sus consecuencias? A diferencia del arsénico, el nitrato no es cancerigeno y aparece en el agua “gracias” a los desechos de las fábricas, los agroquímicos y la basura; algo de esto se mencionó en la nota publicada por nuestro diario el domingo 24 de enero titulada “Basura”.
Aunque el hecho de que no produzca cáncer suena tranquilizador, la ingesta de nitrato puede desatar el denominado “Síndrome del Bebé Azul” (muy peligroso para los bebés) y entre los mayores alentar la aparición de serios trastornos digestivos.
Ahora bien, en términos de contaminación el hospital no está solo en este mundo. Los niveles de arsénico en el agua que consumen los habitantes de Junín siguen estando entre los más altos de la provincia de Buenos Aires. Top five que produce cualquier cosa menos orgullo y genera serias consecuencias, incluso económicas.
Perjuicios para las industrias
El agua no es solamente lo que se toma. El discutible honor de ser una de las zonas con mayor contaminación de la provincia puede incluso afectar a las industrias. No es lo mismo comprar productos de una localidad que cuida la calidad de sus aguas, que hacerlo en otra que, en la más optimista de las miradas, ofrece soluciones parciales ¿Un ranking? Tornquist, Carlos Casares, Junín, 9 de Julio y Vedia. O sea, no será la “reina del arsénico” pero es una digna segunda princesa. Está claro que uno se acostumbra (y se olvida) a todo. Pero la contaminación no es un juego o un exceso marketinero de los ambientalistas de Greenpeace. Tampoco se soluciona con la compra masiva de bidones. Además de que existen muchísimas personas que no pueden darse ese lujo, las que tienen poder adquisitivo tienen todo el derecho de confiar en sus canillas.
INDEC a la cabeza, nuestro país no es amigo de las estadísticas confiables. Algún día alguien deberá realizar un mapa del cáncer que nos permita saber dónde y por qué se muere la gente, especialmente en aquellas áreas que, al igual que Junín, despiertan sospechas. Dado que siempre se mueren los otros pensamos que nunca nos va a pasar, que estamos lejos de ser afectados por una desgracia. El problema es que quizá ya nos pasó. Quienes perdieron algún familiar querido a manos del cáncer o están atravesando hoy por esa situación, ¿qué seguridad tienen de que el agua no jugó un rol central en el desarrollo de la enfermedad? Y si lo jugó deben estar al tanto. Son siete años de saber qué pasa en la zona sin que nadie haga nada (o casi).
‘Levantemos la copa’
Pensar que todo empezó un brindis… En 2003, al conocerse el cuestionado fallo que revocó el amparo presentado por el estudio que encabezaba el entonces concejal del MID y abogado Jorge Meza (ver entrevista), cuyo objetivo era conminar a la Municipalidad para que solucione el problema de la contaminación del agua, el intendente Abel Miguel convocó a una conferencia de prensa y al finalizar la misma hizo algo que si bien no muchos de los presentes recuerdan, constituyó un verdadero bautismo trágico cuyas consecuencias se siguen padeciendo día a día: brindó ante los periodistas con un vaso de agua corriente.
En algunas victorias todos terminan perdiendo
Más allá de la alegría por un fallo favorable, todo este asunto merecía mayor respeto o cuidado de la figura que en aquel entonces regía los destinos de la ciudad; curiosa mentalidad la de los políticos en general que ven la vida en términos de ganar o perder sin darse cuenta de que algunas victorias son a lo Pirro. O sea, todos terminan perdiendo. Independientemente de aquellas creencias populares que afirman que brindar con agua trae mala suerte, lo cierto es que semejante irresponsabilidad original desató un verdadero tsunami de incumplimientos y desaguisados que impidieron la solución definitiva de la mayor amenaza para la salud pública de Junín.
Del brindis a un informe dramático
¿Oyeron hablar del famoso efecto mariposa? Una pequeña perturbación inicial (por ejemplo, el aleteo de una mariposa), a través de un proceso de amplificación, podrá generar un efecto considerablemente grande. Complicidades, olvidos y torpezas mediante, ese descuidado brindis fundacional terminó convertido en este informe dramático que dictamina el carácter no potable del agua del hospital, y de todos los otros que denuncian la existencia de inaceptables niveles de arsénico en el agua; como si la consecuencia directa de esa “canchereada” que protagonizó Miguel, fuera este presente en el que el tema no puede ser tomado en serio y amenaza con precarizarse en soluciones de cartón pintado (mezclar el agua de un pozo bueno con otra de uno malo para que los niveles bajen); suerte conducta relajada capaz de considerar a estos informes tecnicismo con bajo nivel de impacto en la vida real. Porque eso parecen pensar los funcionarios.
Se hizo poco
El plazo de 90 días otorgado a mediados del año pasado por la Suprema Corte bonaerense para solucionar el problema ya venció y lo que se hizo es poco y nada. Y lo que viene ahora es mucho peor. ¿Saben lo que cuesta solucionar el problema? Es decir, contar con agua potable para el hospital y la ciudad. Expertos afirman que no más de tres millones de pesos; un vuelto para un ciudad cuyo presupuesto es 97 millones.
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