Los pronósticos meteorológicos siguen adelantando un otoño muy lluvioso y con riesgo de inundaciones. Es que "El Niño" creció, llegó a la madurez y -lejos de aflojar- va a alcanzar su máxima intensidad en febrero. Encima no se "disiparía" en marzo, sino que podría prolongarse hasta bien entrado el invierno. Si esta tendencia se confirma sería la primera vez (al menos desde que se tienen registros históricos) que este fenómeno climático continúa en dos años consecutivos.
Eduardo Sierra, especialista en agroclima de la Fauba, reconoce que este escenario es favorable para la producción agropecuaria, pero plantea varios riesgos. Las tormentas localizadas severas, con aguaceros torrenciales, granizo y vientos podrían alcanzar una frecuencia superior a la normal.
Los regiones cercanas a los ríos que forman parte de la Cuenca del Plata (el más importante es el Paraná) es probable que se vean afectados por inundaciones. La crecida de "los grandes ríos" se relaciona con la mayor temperatura del Atlántico subtropical, que le agrega "vigor", dice Sierra, al mismo "Niño". Esta combinación produce precipitaciones muy por encima de la media en el sur de Brasil, el este del Paraguay, el norte de Mesopotamia y sobre el río Uruguay, que luego bajan a lo largo de la cuenca. También se pueden anegar lotes alejados de los cursos de agua, por que los perfiles de los suelos enfrentarían dificultades para absorber los excesos de agua. Como sucedió en las inundaciones del 2007, en los tambos del centro de Santa Fe y Córdoba.
En el momento de cosecha, las lluvias y las dificultades por "falta de piso" en los lotes se pueden convertir en un verdadero problema. Además, como los contratistas van a estar con las agendas saturadas por la buena campaña de soja y maíz que se proyecta, si el clima no acompaña, es probable que se presenten cuellos de botella logísticos que conviene anticipar.
Para los productores, este es un contexto meteorológico diferente al de las últimas dos campañas. La sequía y las heladas, las dos amenazas más importantes de esa etapa, dejan paso al granizo, a los vientos y a las inundaciones como factores de riesgo más relevantes. En realidad estas dificultades están en la memoria inmediata de los chacareros, porque se vienen situaciones parecidas a las de la campaña 2002/3 (la inundación de la ciudad de Santa Fe fue la consecuencia más visible) y al otoño del 2007.
Todos estos riesgos en parte serán compensados por las muy buenas reservas de humedad que dejará "El Niño". "Las condiciones de humedad serán favorables para la implantación de la cosecha fina 2010 y, si se las administra con cuidado, facilitarán la siembra de la cosecha gruesa 2010/2011", asegura el informe climático de Sierra
Paralelamente, se mantendrá el riesgo de olas de calor con posibles "golpes de sol" que van a incrementar la evapotranspiración, perjudicando el equilibrio hídrico de los cultivos. Esta situación sobre todo complicaría los lotes de maíz y soja en el sudoeste de la región pampeana, una zona que aún padece el castigo de la sequía.
A mediados del otoño, en el sur de La Pampa y Buenos Aires, y en el norte de Río Negro, también hay riesgo de heladas tempranas (Ver Heladas) y los registros de precipitaciones van a seguir "abajo" del promedio histórico.
Heladas
Con el agua casi encima, parece prematuro preocuparse por las heladas, pero es un factor climático que también hay que prevenir y en lo posible esquivar.
La llegada del otoño va a reducir la radiación solar y a emitir vientos fríos que se desplazarán hacia las zonas agrícolas.
Sierra adelanta que en esta campaña se producirán fuertes contrastes zonales.
Para los productores del centro y el norte del área agrícola nacional, la buena noticia es que los descensos de temperatura se verán compensados por los elevados contenidos de humedad de los suelos, por lo que es poco probable que las heladas se manifiesten en forma temprana.
En cambio, los agricultores del sudoeste de la región pampeana, también en la región cuyana, deberán considerar a las heladas tempranas como una amenaza de peso para sus siembras tardías.
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