Es curioso que pasen las semanas y que al menos en público la gestión Urribarri no reclame ni se sepa que gestione ante la Legislatura por una sanción de la ley de ministerios. Esta norma, que dispone no sólo el número de carteras sino también las específicas áreas que abarcará cada una de ellas, es el complemento natural, operativo, de la ley de presupuesto. Con una y otra herramienta, el gobierno debe encontrar la forma de administrar el sector público provincial durante un período determinado. Y, la verdad, es curioso que el Gobierno, con Urribarri a la cabeza, se hubiera agazapado hasta lograr que el presupuesto 2010 sea aprobado antes de fin de año, aún en medio de un formidable chisporroteo pero casi como se la envió y, sin embargo, deje que las semanas transcurran apaciblemente, sin que el gabinete luzca como es debido. Porque por alguna razón se debe haber enviado el anteproyecto, es decir, es obvio que la gestión Urribarri considera que es mejor incorporar ministerios, que por lo menos sean cinco, ahora que la Constitución ya no resulta una limitación inexpugnable para la organización general del Gobierno.
Es cierto: el ritmo, por momentos vertiginoso, que el gobernador Urribarri le imprime a su agenda semanal de reuniones en la Casa Gris o en su residencia, las habituales recorridas por el interior y las gestiones ante la Nación, lo recubre de protagonismo político por un lado, lo hace lucir siempre con iniciativa. Pero también puede generar la falsa impresión de con sólo empujarlo desde los medios de prensa, con sólo instalar que los deberes se hicieron, el proyecto ya está encaminado. Y no es así.
Lo concreto es que el Gobierno propuso que a los de Economía, Hacienda y Finanzas, de Salud y Acción Social y de Gobierno, Justicia, Educación, Obras y Servicios Públicos, se sumen los ministerios de la Producción y de Infraestructura, lo que además produciría un reordenamiento sobre todo administrativo que simplificaría los trámites y agilizaría la toma de decisiones.
SUMAS. En la Legislatura, se llegó a proponer que Salud sea separado de Acción Social, no se sabe con qué suerte. Pero, como del tema no se habló más y el receso hizo el resto, se desconoce a esta altura cómo se ordenará el Gobierno. No se trata acá de un problema de nombres, porque los actuales secretarios Roberto Schunk y Guillermo Federik serían simplemente convertidos en ministros. El salto de calidad administrativa lo daría el hecho de que cada cartera convertida en ministerio tendría ahora su propia Dirección de despacho, lo que agilizaría enormemente toda tramitación. Es verdad: no hay masivos reclamos populares (y difícilmente los haya) para pasar de tres a cinco ministerios; tampoco se afectará especialmente la imagen del Gobierno ni la de su titular; sería extraño que por esta situación irresuelta se pierdan votos, pero es absolutamente cierto que al final de la jornada y de los períodos de gobierno lo que pesa son los resultados y que, la división ordenada del trabajo, es el secreto de toda buena gestión.
En otro plano, no deja de llamar la atención que sea el oficialismo quien evite saldar la deuda. Es que, más allá de las diferencias internas existentes, el peronismo hizo bandera durante la campaña para elegir convencionales con esta limitación de los tres ministerios impuesta por el texto anterior. Es más, era uno de los aspectos evidentes que justificaban por sí la reforma, fuera de toda consideración filosófica. El caso es que, ahora, con una mayoría imposible de disimular en ambas cámaras, el peronismo ha dejado este asunto en el freezer, cajoneado, a la espera de que se presente vaya a saber qué contingencia.
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