Una vez más el impacto del cambio climático, que llegó para quedarse, muestra toda su dimensión en nuestro país. Hace algunos años fueron las inundaciones, antes había sido la sequía, que volvió el año pasado con más fuerza aún; ahora, como formando un ciclo que no da tregua, de nuevo las inundaciones.
Al momento de escribir este editorial los evacuados en las zonas Norte y Litoral eran 5.800. Los departamentos más afectados son Durazno y Soriano, pero las lluvias y sobre todo el crecimiento de los ríos Yi, Negro y Uruguay, afectaron también a Salto, Paysandú, Treinta y Tres y Río Negro.
El primer problema a atender, y se está haciendo, es el drama humano, las miles de casas afectadas, las pertenencias perdidas, la incertidumbre. Son casi 6 mil compatriotas los que están en esa situación. Pero además está el golpe económico, los daños en rutas y caminos, las cosechas afectadas, la red de energía.
Sólo como ejemplo, UTE informó ayer que las lluvias y los fuertes vientos registrados en Paysandú, Salto y Tacuarembó, que causaron caída de árboles, ramas y voladura de techos, provocaron serios desperfectos en las redes de electricidad.
La situación se extendió a partir del domingo en Durazno, Soriano y Colonia, y en menor medida en Treinta y Tres y Rocha. Los inconvenientes registrados en el Norte y el Litoral, según informó UTE, afectaron la continuidad del servicio eléctrico de unas 28.000 personas.
UTE movilizó cuadrillas desde el Sur y también de Rivera para apoyar en el trabajo, más de 200 trabajadores, enfrentan la emergencia. También se ha utilizado un helicóptero de la Fuerza Aérea Uruguaya.
El Sistema Nacional de Emergencia, revitalizado y estructurado nacionalmente por este gobierno, funciona a pleno, coordina y optimiza los recursos para apoyar.
Por primera vez Uruguay cuenta con una red nacional con coordinación estatal para responder a desastres naturales y emergencias de todo tipo. Los comités de emergencia departamentales, presididos por los intendentes, cuentan con planes de contingencia y diagnósticos de zonas de riesgo, y actúan previniendo para evitar males mayores.
Todo ello es cierto. Pero también lo es que Uruguay recién comenzó a discutir las implicancias concretas de los efectos del cambio climático en su territorio.
El gobierno presidido por Tabaré Vázquez ha sido fiel a su signo de izquierda e instalado debates de proyección estratégica en nuestra sociedad: el del impacto del cambio climático es uno, el del papel de la innovación tecnológica y la investigación científica es otro.
El gobierno, junto con la revitalización e institucionalización del Sistema Nacional de Emergencia, para atender en lo inmediato la situación, proyectó hacia el futuro y presentó en mazo del año pasado la "Agenda Nacional para el Cambio Climático".
En el documento de más de 200 páginas se analizan los escenarios futuros y se afirma, entre otra cosas, que "avanzamos hacia una menor previsibilidad del clima" y que se instalarán y sucederán fenómenos extremos como sequías, inundaciones y otras manifestaciones climáticas desconocidas para los uruguayos. Este diagnóstico y sus propuestas tienen que ver con campos tan diversos como el productivo, la vivienda, la energía y la salud.
En definitiva, el Uruguay de clima benigno, casi mediterráneo, en el cual no había fenómenos climáticos extremos o estos eran una rara excepción, se fue y no volverá.
Nos estamos acostumbrando a los reiterados alertas naranja, a las tormentas de vientos y fenómenos parecidos a tornados, a temperaturas fuera de la media, a grandes sequías seguidas por grandes inundaciones.
Ahora hay que atender en primer lugar a los compatriotas afectados por estas lluvias y las crecidas de los ríos. El presidente Vázquez lo dijo: "Hay que tomar todas las medidas que sean necesarias".
Pero con eso no alcanza. Hay que retomar el debate en serio y entre todos de cómo repensamos muchas cosas de nuestro país y su forma de vivir y organizarse, para enfrentar un dramático cambio del entorno natural que llegó para quedarse.
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