Una vez más un arroyo de nuestra región, en este caso el Rodríguez, ha vuelto a evidenciar la existencia de altos niveles de contaminación, en una situación que ha sido denunciada ante la Justicia por vecinos de ese curso de agua y que ha dado lugar al inicio de una investigación por parte del Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible, que inició una serie de toma de muestras para determinar el motivo de la aparición de peces muertos.
Tal como se informó, un grupo de vecinos había realizado inicialmente una suerte de investigación que, finalmente, derivó en las denuncias presentadas ante la comisaría de City Bell y ante una fiscalía platense, ante lo que resulta ser una clara afectación a la calidad de vida a lo largo de toda la cuenca.
Lo cierto es que, sea por descargas clandestinas de las empresas atmosféricas que vacían los pozos ciegos domiciliarios, por emisiones clandestinas de algunas industrias o frigoríficos ubicados aguas arriba o por la utilización del arroyo, por parte de muchos asentamientos ribereños, como recipiente para arrojar todo tipo de residuos, surge por lo pronto como primera conclusión que tanto la Municipalidad como la Provincia -especialmente ésta- deben buscar la más pronta manera de detectar y anular estos focos contaminantes.
Se conoce perfectamente que el estado de los arroyos que atraviesan nuestra ciudad es realmente desolador y preocupante y, sin dudas, ello exige la inmediata elaboración de un plan integral de saneamiento así como su no menos urgente puesta en práctica. Informes recientes de la Universidad Nacional de La Plata dejaron en claro la gravedad de la situación que afecta a miles de pobladores. En el caso del arroyo El Gato, el mayor de la zona, se determinó asimismo que es una fuente más de agresión al muy castigado Río de la Plata. Pero, como han advertido los especialistas, ninguno de los cursos de agua de nuestra zona se exime de padecer estos gravísimos problemas sanitarios.
Una sucesión de crudos diagnósticos se ha venido enhebrando en los últimos años, compartida por biólogos, ingenieros, químicos y sanitaristas, que así han venido ratificando la existencia de un escenario muy preocupante la calidad de vida de nuestra zona.
Es cierto que muchos de los vecinos -no todos, por cierto, ya que hay quienes combaten esa realidad- que viven en las cercanías de estos cursos de agua son, al mismo tiempo, víctimas y victimarios. Por un lado, padecen los inconvenientes, incomodidades y riesgos derivados de la presencia de esas corrientes degradadas, mientras que por el otro, contribuyen a agravar el panorama por los desechos que arrojan en esas aguas.
Sin embargo, los expertos consultados no dudan en señalar que los dos mayores responsables del grado de contaminación que presentan los arroyos platenses son las empresas, que siguen volcando clandestinamente sus residuos industriales, y el Estado, por la falta de profundización de los controles sobre la conducta de esas compañías.
En el caso de los organismos competentes, la virtual inacción que han exhibido durante tanto tiempo resulta indisculpable. Se trata además de una indiferencia que va a contrapelo de las modernas tendencias institucionales, que apuntan claramente a otorgarle trascendente importancia a la presencia de recursos naturales libres de toda contaminación. Es de esperar, entonces, que adviertan la magnitud de los valores en juego y actúen con la máxima presteza y eficiencia.
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