Las torrenciales lluvias de los últimos días, anunciadas en todos los pronósticos meteorológicos, no fueron precedidas por la adopción de medidas por parte de las autoridades municipales y provinciales ni tampoco por la toma de conciencia de los ciudadanos, que sabían que no debían transitar en zonas de riesgo.
Córdoba es una ciudad en forma de embudo o de "pozo", atravesada en su parte más baja -en dirección oeste-este- por el río Suquía, que se desborda con facilidad cuando llueve en las sierras o en la propia ciudad. Esto lo saben a la perfección los cordobeses y, en primer lugar, las autoridades, por lo que no se justifica la desidia puesta de manifiesto en esta oportunidad.
La circulación de automotores y peatones por ambas manos de la avenida Costanera y sus respectivas sendas peatonales, en la ribera del Suquía, está prohibida cuando llueve o hay alerta meteorológico. Incluso, antes se colocaban vallados para impedir la entrada de vehículos hacia esas vías de comunicación, cosa que no se ha visto últimamente, al menos no en todas las bocas de entrada a la Costanera. No se entiende, de otra manera, que hayan ocurrido accidentes como los del último fin de semana. Tampoco se comprende que hubiese gente debajo de los puentes del Suquía, cuando era evidente que se avecinaban tormentas y lluvias torrenciales. Cuenta la irresponsabilidad de esa gente, pero también cuenta la falta de medidas preventivas por parte del municipio y de la Policía de la Provincia.
El intendente Daniel Giacomino admitió que faltan obras de infraestructura para contener y canalizar las aguas cuando se desborda el Suquía, lo que es cierto. Pero también lo es que hay obras menores a esa categoría que no se hacen y que llevan mucho menos tiempo e inversiones, como la limpieza de los desagües pluviales, muchos de los cuales están taponados por basuras, hojas de árboles y desperdicios.
Asimismo, debería admitir el intendente que la Municipalidad está en deuda con la población de Córdoba en los servicios que presta. El mes pasado, cuando casi el 40 por ciento de sus empleados estaba de vacaciones, los CPC no daban abasto para renovar el carné de conductor, formalizar cambios de domicilio y dar curso a otros trámites. Y así con el transporte urbano, la recolección de basura y otros servicios.
La Municipalidad está en deuda con los cordobeses; su gestión no está a la altura de los grandes desafíos de la ciudad, que luce empobrecida y carente de reflejos para las urgencias cotidianas. Ésta es una verdad incontrastable. Y uno de los factores que con seguridad más influye es el ahogo financiero que sufre el municipio, que debe soportar una enorme presión salarial de sus empleados y depende de los subsidios mensuales de la Nación para pagar los sueldos. ¿Qué queda, entonces, para la obra pública y los servicios esenciales?
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