La frecuencia con que ocurren inundaciones en localidades del Interior del país debería obrar como un llamado de atención para las autoridades municipales y nacionales de modo de prevenir y reducir los daños. Una medida debería apuntar al traslado definitivo y reubicación de las personas que residen en viviendas erigidas en zonas bajas en donde las víctimas de la crecida de las aguas suelen ser siempre las mismas. Otras acciones pueden concretarse a semejanza de las desarrolladas con éxito en otros países, lo que incluye el desvío de cauces de los ríos, su canalización y, eventualmente, la construcción de muros protectores en las zonas de riesgo. Obras de alto costo pero que, de persistir fenómenos climáticos como las lluvias torrenciales en breves lapsos, a la larga se justificarán con creces.
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