Donde faldea el cerro Chenque, esa montaña amarilla y árida, Rafaela Salazar busca lo que quedó de su casa. La distingue por la chimenea del chulengo, después de un largo pasillo que antes era de tierra seca. Entre los perros y las moscas, el ripio de las laderas se mezcla con la construcción de las casas que hasta hace días tenían forma. Y ahí está Rafaela con su pelo rubio, tres hijos y lo que lleva puesto: una ropa negra, opacada por el barro.
"Ahí, donde está la chimenea, ahí imaginate que eso era una casa", grita. Ella es una más de los mil damnificados por el alud que sacudió el miércoles Comodoro, una ciudad que se mueve al ritmo de la extracción de petróleo y del sonido del viento sur. Y ahora todo es luto. Es que el barro no sólo arruinó viviendas, también engrosó el número de muertos: ayer, falleció el chico que permanecía internado con muerte cerebral y ya son tres las víctimas fatales.
En la zona céntrica de Comodoro el alud es casi un recuerdo. A un lado y otro de las avenidas principales -Alem y Rivadavia- las cuadrillas removieron el lodo y el tránsito se normalizó. Sólo quedan espejos de barro y montañas de tierra. Pero eso no impidió que la Municipalidad levantara los escenarios para festejar el miércoles los 109 años de la ciudad. Es en los barrios de alrededor donde el paisaje cambia. La gente que no quiso moverse de su casa apiló sobre la vereda colchones y muebles, ropa, electrodomésticos y comida. Mientras, unos 80 evacuados esperan ser reubicados en el Gimnasio Municipal N 3.
"Los agarré como pude y los subí a la mesa. Cuando el barro alcanzó esa altura, los saqué por la ventana", cuenta de un tirón Verónica Llanca, de 31 años, vecina de Laprida. Y no habla de sus mascotas si no de sus cuatro hijos. Junto a Diego, su marido, limpian la casa con agua y trapos sucios. El lodo, explican, es algo imposible de sacar. "No puedo recuperar nada de lo que me quedó. Hay que empezar de cero" dice Verónica, descalza y empapada, al lado de su auto enterrado. De fondo suena el televisor 40 pulgadas que todavía funciona. "Pero por poco tiempo, pensamos venderlo para comprarle ropa a los chicos", confía él.
En ese mismo barrio, Raimundo Bordón vio el miércoles cómo la lluvia golpeaba a sus gallinas. Sentado en su silla roja, frente a la ventana del living de su casa, el hombre observó a los dos pinos torcerse. "Mi abuelo se murió de tristeza porque no pudo resistir que la ola de barro se llevara a sus animales y a sus plantas", explica Maximiliano Romero, el nieto del hombre de 76 años que murió de un paro cardíaco mientras su casa se derrumbaba.
A don Lucio lo retan entre todos. El está empecinado en rescatar los damascos que zafaron del lodo. El hombre se sube a un techo como si fuera un escalón, se ayuda con los cables de luz y rescata algo de fruta. Está agria pero la comparte, como se comparte todo en Rincón del Diablo, un barrio obrero ubicado a cinco cuadras del centro y al pie del cerro, donde está prohibido construir pero donde también viven unas 200 familias.
Por lo crítico de la situación, durante la jornada de ayer no faltaron las visitas oficiales, con cortejo y recorrida por los barrios anegados. Mario Das Naves, gobernador de la provincia de Chubut, se calzó las botas y se metió en el barro. Apoyó la decisión municipal de implementar dos días de luto y el fondo de $4 millones para empezar a reconstruir las 800 viviendas destruidas.
Además, el gobernador aseguró que la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner prometió ayuda para la región.Mientras tanto, para muchos sigue fija la imagen de las heladeras flotando en la tierra espesa. Rafaela no recuerda cómo salió de su casa "con el barro hasta el cuello". A don Lucio lo daban por muerto pero, cosas del destino, apareció al rato por el barrio porque se quedó tomando mate con su madre. Maximiliano repartió su tiempo entre el velorio de su abuelo y la paleada en el fondo de su casa. Y algo en Comodoro no cambió: la coreografía suave de las tres aspas de los molinos mecánicos y la danza monocorde de las cigüeñas chupando de la tierra, el petróleo.
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