Dos inundaciones en apenas cuatro días, lunes y viernes, revivieron una pregunta que vuelve cada vez que Buenos Aires colapsa: ¿está preparada la Ciudad para enfrentar desastres, como una gran explosión, agua en las calles o un ataque terrorista? Mientras esperan que para mediados de 2011 se termine uno de los aliviadores del arroyo Maldonado, todo deberá estar puesto en la atención de la emergencia. En el Gobierno porteño reconocen que aún falta tecnología y un comando único. Pero tienen identificadas 21 amenazas graves, y están trabajando en los protocolos de acción para cada una.
Tal como se puede ver en las películas, y aunque todo puede fallar, las grandes ciudades tienen sus planes de atención para cada caso: desde cerrar los aeropuertos hasta una calle, todas las medidas que se toman están claramente definidas. Pero cuando Buenos Aires tuvo que responder ante situaciones extremas, quedó en evidencia un mal crónico argentino: la improvisación. Así, en los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA se podía ver a los voluntarios trepando los escombros para ayudar, algo que, pese a que suene crudo, no se debe permitir porque puede ser tan peligroso para las víctimas que estaban bajo los escombros como para los voluntarios. Ni hablar de la tragedia de Cromañón, cuando los desesperados familiares de los chicos pedían información en la morgue y no tenían respuesta.
En la Ciudad dicen que tienen en marcha acciones. Néstor Nicolás, el subsecretario de Emergencias, explicó: "A poco de asumir, en 2008, firmamos un convenio con la Nación para determinar las responsabilidades mutuas en casos de desastre, ya que en Buenos Aires ambos tienen jurisdicción.
Luego comenzamos a elaborar un Plan Director, que se concretó con el decreto 695 del año pasado, y que identificó 21 amenazas que puede sufrir la Capital. Ahora estamos en la etapa de que cada repartición diga cómo piensa responder en las tareas que tengan que ver con su responsabilidad. Tenemos un 85% listo, y terminaremos este año". Las amenazas van desde un incendio o una inundación hasta casos más extremos, como un ataque terrorista o un desastre nuclear.
El de emergencias hídricas está listo. En todos, hay varias áreas de gobierno involucradas. Algunas son obvias, como las Policías Federal y Metropolitana, Defensa Civil o el SAME. Pero, por ejemplo, en un caso de inundación también deben actuar Espacio Público o la Dirección de Infraestructura. De hecho, en la inundación del lunes, en la Subsecretaría de Emergencias explicaron que el plan funcionó en parte, porque no hubo alerta del Servicio Meteorológico.
Un protocolo de actuación sirve para que cada uno sepa qué tiene que hacer, y actuar coordinada
mente. Algunas áreas, como el SAME, tienen la experiencia de trabajar en emergencias cotidianamente, ya que atienden a 2.800 heridos por mes, entre accidentes y personas que se descomponen en la calle. Pero otras dependencias no tienen ese conocimiento.
Los protocolos, además, permiten identificar las responsabilidades penales y políticas, de quienes no respondan como debieran.
Otra crítica tras la tragedia de Cromañón fue justamente, la falta de un plan de acción para enfrentar el desastre. Para eso hace falta un comando único que organice, y la posibilidad de comunicarse a tiempo. En la segunda mitad del año debería estar adjudicada una licitación para que la Metropolitana, el SAME y los otros organismos de emergencias cuenten con un sistema único y moderno de comunicaciones. Hoy, el SAME cuenta con una red propia de radios VHF, pero el resto se comunica por teléfonos celulares.
El riesgo es que, como pasó en el atentado de Atocha en Madrid, ante una amenaza terrorista haya que bloquear la red celular, porque los aparatos pueden usarse por ejemplo, para activar bombas.
Además, la red puede colapsar por la gente que en el momento de pánico, intenta hablar o mandar mensajes todos a la vez.
La otra cuestión es la del comando único. Ya en agosto de 2007 este diario denunció que la Ciudad no contaba con un centro de coordinación desde el cual conducir a todas las fuerzas que deben actuar en una emergencia. "Tenemos el edificio listo, y funcionará para setiembre porque ya contaremos con el equipamiento, estamos en el proceso para licitarlo", aseguró el subsecretario Nicolás. Con un costo de $ 8 millones, el Centro Unico de Control estará en Chacarita, en Jorge Newbery y Guzmán.
Será el primer paso.
TRES HISTORIAS DE DAMNIFICADOS POR LAS INUNDACIONES
"El viernes la inundación fue peor, nos tapó el agua"
T rescientas bicicletas sumergidas. "No sólo eso, también hay como 500 cubiertas y 2.000 cámaras pudriéndose en el agua", enumeró Alfredo Bavcevich el dueño de la bicicletería de Condarco y Juan B. Justo al salir del sótano. Mientras se escurría la ropa, explicó: "el viernes fue desesperante, el agua entraba por la calle, pero también por las cloacas y las napas. Aunque lo intentaba, era imposible rescatar algo".
A un día de la tormenta, no quiso aún detenerse a calcular con precisión cuál será el valor de la pérdida que deberá afrontar.
Según explicó, el agua de lluvia es muy corrosiva y oxida rápidamente las partes metálicas de las bicicletas. "No hice a tiempo a presentar el pedido de subsidio por la inundación del lunes, y me volvió a pasar de nuevo. Aunque la del viernes fue mucho peor.
Esta vez, me tapó el agua".
A unas cuadras de allí, sobre la calle Cuenca, una familia entera intentaba salvar algunas cosas de un garaje inundado. "El martes lo vaciamos a baldazos, pero ahora entró tanta agua que tuvimos que comprar una bomba de desagote.
Nos costó $ 800", se lamentaba Agostina Franciulli. Entre cajas de herramientas y muebles mojados, al fondo asomaba la moto de su hermano que todavía no había podido ser rescatada.
"El viernes miraba la tele y me angustiaba, pero no tenía manera de salir del trabajo", explicó Mariana Petracca desde la puerta de la casa que comparte con su abuela, en Galicia al 3300. "Cuando llegué a la noche, vi que había sido mucho peor de lo que imaginaba".
La presión del agua había roto la puerta del garaje que ella tiene acondicionado como su vivienda y con una altura de casi dos metros había cubierto los muebles, la heladera y la computadora.
"Ya viví una situación parecida con la tormenta del 13 de noviembre. En ese momento, hice todos los reclamos correspondientes en el Gobierno porteño. Pero hasta el día de hoy nadie me llamó, ni se preocupó en contestarme", contó. En esa ocasión, tampoco atendieron su pedido los bomberos, ni los operarios de Defensa Civil. "Sólo me ayudaron mis vecinos y tardamos 4 días en sacar toda el agua. Cuando lo logramos, había ratas entre mis cosas", recordó desconsolada.
"No quiero volver a mirar porque cada vez me da más tristeza", se justificó Mariana de espaldas a su casa, intentando no darse vuelta. En el agua oscura que iba del garaje a la vereda flotaban viejos casettes de video y fotos de su adolescencia.
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