Una vez más nuestra ciudad se encuentra desafiada por circunstancias climáticas excepcionalmente lluviosas y, por consiguiente, amenazada de volver a sufrir graves inundaciones como las que la afectaron en años anteriores, en situaciones que no sólo originaron ingentes perjuicios sino que pusieron en verdadero riesgo la vida de muchos pobladores que debieron ser evacuados.
El grave panorama existente ha merecido ahora el reclamo de técnicos de la dirección de Hidráulica municipal ante la Provincia, para que se limpien los arroyos de la Región ante la posibilidad cierta de que se produzcan desbordes y nuevos anegamientos. En ese sentido, desde la Comuna se envió una nota formal a la dirección de Hidráulica provincial, para que desde esa área vuelvan en forma perentoria a limpiar y dragar los arroyos.
En tal sentido, un extenso artículo publicado en este diario jornadas atrás dejó a la vista el cuadro poco alentador que ofrecen varios de los principales arroyos de nuestro distrito -El Gato, Martín, Rodríguez y Carnaval- con montañas de basura acumuladas junto a poblaciones de totoras y camalotes, con cauces casi obstruidos que dificultan el escurrimiento de las aguas hacia el Río de la Plata.
Según se conoce, el saneamiento de los arroyos de nuestra región corresponde a la dirección provincial de Saneamiento y Obras Públicas, que depende del ministerio de Obras Públicas bonaerense; mientras que es competencia del municipio, en tanto, la limpieza de los afluentes. Cabría agregar que, en ambos casos, si hubiera que medir por los resultados, es muy poco lo que hacen los organismos públicos.
Desde luego que faltan obras y de gran envergadura, como ya lo advirtió tiempo atrás un estudio realizado por expertos de la Universidad Nacional de La Plata. El problema es que pasan las sucesivas administraciones y, por el motivo que sea, esas obras de infraestructura jamás empiezan siquiera a concretarse.
En el caso de los lugares vastamente poblados, se sabe que el problema principal deriva de la creciente impermeabilización provocada por el desarrollo urbano -pavimentación de calles y veredas, que lleva a que se acorten los tiempos de concentración del agua-, sin que se haya dispuesto el previo tendido de las redes de desagüe. Estas imprevisiones hablan de una falta de previsión indisculpable.
Pero también ha incidido en forma decisiva la obsolescencia del sistema pluvial, cuyo tendido se concretó en los tiempos ya pretéritos de la fundación y, en el caso de la periferia, el crecimiento de superficies casi carentes absorción, las zanjas generalmente obturadas y las pocas cañerías de desagües existentes que colapsan rápidamente y vuelcan los caudales excedentes hacia las áreas más bajas, ocupadas mayormente por viviendas precarias.
Está por demás sabido que no faltan diagnósticos sobre el problema, aunque es claro que para impulsar proyectos y planes de acción consistentes es preciso que las autoridades convoquen a expertos en cuestiones de hidráulica, para que brinden su aporte en un tema que, desde luego, es complejo.
Sólo a partir de allí -sin perjuicio de las tareas de limpieza y mantenimiento que la Municipalidad debe realizar- podrá iniciarse un plan directriz de obras que, en materia hídrica, viene faltando. En ese emprendimiento resulta decisivo el aporte de los recursos -humanos y financieros- que el Estado provincial está obligado a brindar.
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