"El Niño" es un fenómeno meteorológico, que toma el nombre del Niño Jesús por acaecer en tiempos cercanos a la Navidad y consiste en una oscilación en el sistema del océano y la atmósfera en la zona tropical del Pacífico, que se presenta con una tasa de recurrencia de entre tres y siete años, que en el lapso de los meses de diciembre y febrero repercute con sequías en Oceanía y lluvias fuertes en Sudamérica, con especial afección en la Pampa Húmeda Argentina.
Es especialmente en el último mes que la temperatura más alta del Océano Pacífico generó una inestabilidad en el aire que se propaga hacia América del Sur, haciendo que las masas de aire ascendieran y después se produjeran las precipitaciones tan copiosas que en el norte del país y en la Capital Federal fueran tan problemáticas en horas recientes, agravadas por factores como el aumento de la temperatura superficial del Océano Atlántico y la llegada de aire cálido y húmedo desde Brasil.
En Rafaela y la región la situación no es tan complicada como en otras latitudes de nuestro país, se puede decir que los registros de lluvia están dentro de los parámetros normales.
Regularmente, febrero es uno de los meses de mayor caudal de agua para el aporte de humedad en la tierra, tiempos en los que el campo aprovecha para sentar las bases de las campañas o coronar las cosechas. El promedio teniendo en cuenta 79 años de registro del Area de Investigaciones en Recursos Naturales del INTA Rafaela es de 111 milímetros.
En el material al que tuvo acceso LA OPINION, el mayor número se acumuló en 1973, cuando la lluvia sumó 469 en una situación que había superado a colonos y citadinos. Pero ante los registros que sorprenden y acechan después de 149 años a la ciudad de Buenos Aires, en Rafaela se puede afirmar que el acumulado hasta la última lluvia del domingo 21 de febrero, con 0,8 mm, que no es exorbitante la suma de 168,5 milímetros, luego de los 141,6 acumulados en enero.
Con el mínimo registro de 0,2 el 3 de este mes y el máximo de 44 el primer día de febrero, a pesar de tantos días nublados, la acumulación en las napas no parece tener el grado de riesgo que sí tuvo en otras regiones de la provincia de Buenos Aires o Córdoba.
La recuperación de la lluvia cíclica y metódica consigue ordenar los procesos productivos, normalizar las cifras de los campos y al mismo tiempo genera cierta previsibilidad natural que es muy eficiente en tiempos donde la política se presenta tan díscola y continuada en esa tendencia.
REPASO
Históricamente el año con mayor registro de precipitaciones a partir de 1930, momento en el que el INTA comenzó a llevar el control del agua caída fue 1977, con un acumulado de 1.889,8 mm. Por contrapartida, en 1948 se halla el registro menor con 453,7 mm en doce meses, con tan solo dos meses por encima de los cien milímetros y un invierno que incluso se privó del agua en aquel agosto.
Observando la planilla que contiene el detalle de los doce meses de 79 años de precipitaciones en la ciudad, se puede entender el balance natural de la caída del agua que encuentra su período más intenso de octubre a marzo de cada etapa anual, para promediar en total 949,9 milímetros, es entonces que se entiende que 2008 con 751,8 milímetros fue con 2004, cuando cayeron 685,6 mm los episodios más secos, con discontinuidad de lluvia que hirió profundamente el suelo de la región.
En 2009 el promedio llegó a los 988,7 mm, con tan solo 0,4 mm en agosto pasado como mínimo, lo cual pudo ser sorteado con la recuperación vivenciada de inmediato a partir de septiembre.
Inolvidable será el mes de marzo de 2007, cuando los barrios de la ciudad ubicados detrás de la ruta se inundaron por completo, ya que fue el mes más copioso de la historia local, con 542,3 milímetros.
Ahora, restará esperar que el promedio de 155,1 milímetros que se calculan para marzo se mantengan estandarizados y en episodios de lluvia bien repartidos, para no tener que afrontar alternativas de emergencia, tanto en la ciudad como en toda su zona de influencia rural.
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