El pronunciamiento de Lula sobre Malvinas en México tuvo dos aspectos claves. El primero, preguntar a la ONU por qué jamás exigió a Gran Bretaña justificar su presencia en territorios situados a catorce mil kilómetros de distancia. El segundo, subrayar la razón geográfica del reclamo argentino.
En el plano de la discusión histórica prima lo subjetivo; pero en el terreno de la geografía hay cuestiones objetivas. Por caso, los tratados que establecen que las plataformas continentales delimitan el alcance de la soberanía marítima de los países costeros. Y es indudable que las islas son una emergente de la plataforma submarina.
Obviamente, la trágica aventura de un dictador alcoholizado y con delirios napoleónicos, afectó negativamente la aspiración argentina de recuperar el archipiélago. No obstante el cerrado unilateralismo en la decisión británica de iniciar exploraciones petroleras a 160 kilómetros de Malvinas, contrasta con el giro copernicano de la posición argentina, desde que en la década anterior propuso a Londres la exploración y explotación conjunta del lecho submarino.
Fue una importante concesión en la posición argentina, pero la respuesta es esta acción unilateral, que ocurre ahora porque los precios internacionales del crudo hoy justifican las inmensas inversiones que requiere la búsqueda del hidrocarburo.
El de los Kirchner es un gobierno débil cuya errática política exterior perjudicó la relación con la Unión Europea, que para este caso le sería de gran utilidad. Pero el de Gordon Brown también es un gobierno débil; un remanente desprestigiado y gris de lo que fue el "new labor" de Tony Blair.
De momento, Cristina Fernández no cayó en la tentación "galteriana" de "malvinizar" la política argentina, para obligar a cerrar filas en torno a su vapuleado liderazgo. Las medidas que adoptó son mesuradas y correctas. Lo menos que puede hacer Argentina es negar sus puertos y sus aguas para dificultar y encarecer la exploración que iniciaron los británicos de manera prepotente. Si los vecinos de Argentina también niegan sus puertos a todo buque que lleve materiales y gente a la plataforma petrolera, Londres empezará a comprender la conveniencia de que la exploración y la explotación se realicen en forma conjunta.
No se trata sólo de solidaridad vecinal. El paso dado por Londres sale de las islas para adentrarse en el mar continental. Y que un país extra continental desconozca una plataforma submarina en este continente, afecta a toda la región.
Por eso, Latinoamérica podría ir más allá de la queja formal, analizando medidas que debiliten los vínculos comerciales del Reino Unido con la región. Actuar unilateralmente, desconociendo el visible esfuerzo negociador de la contraparte, debe tener un precio para el país que se toma semejante atribución.
Lo que ocurre a 160 kilómetros de Malvinas confirma la necesidad de que la región esté representada en el Consejo de Seguridad de la ONU. Y el discurso de Lula apuntó a posicionar al Brasil para cumplir ese rol
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