Cristina Kirchner le pidió ayer a los Estados Unidos una "intermediación amigable" entre la Argentina y el Reino Unido en torno al conflicto de soberania por Malvinas. Así se lo expuso a la secretaria de Estado de Barack Obama, Hillary Clinton, que estuvo de acuerdo con el pedido durante la reunión de más de hora y media que mantuvieron anoche en la Casa Rosada. Las imágenes sonrientes de las dos mujeres, a las que increíblemente se las vio arrancar su charla con un elogio de la estadounidense a la ropa que lucía la argentina, distó mucho del frío encuentro que se esperaba debido al zizagueante vínculo entre Washington y Buenos Aires, que tuvo su último capítulo la semana pasada cuando la Presidenta criticó a Obama por su desempeño tras el golpe de Estado en Honduras.
"Pedimos la intermediación amigable por parte de Estados Unidos entre el Reino Unido y nosotros para lograr que podamos sentarnos a discutir sobre la cuestión de soberanía de Malvinas, contemplando los intereses de los habitantes de las islas, tal cual rezan las distintas resoluciones que adoptaron las Naciones Unidas a partir de 1965" dijo Cristina al informar lo conversado con Hillary durante una breve rueda de prensa con medios nacionales y extranjeros ante los que calificó la reunión como "muy agradable y respetuosa" y de "gran calidez".
A su turno, Hillary le dijo a los periodistas: "Estamos de acuerdo, nos gustaría ver a la República Argentina y el Reino Unido sentados y discutiendo sobre este tema". Minutos después, la secretaria de Estado aclaró que su país no podrá "obligar" a ambos países a negociar, pero igual calificó el diálogo como "la forma correcta de proceder" en estas cuestiones.
Hillary, que conoce a Cristina desde una cita a solas que mantuvieron en Washington ¿siendo ambas senadoras- en 2003, ya había anticipado ayer desde Montevideo ¿primera escala de su gira por America Latina¿ la intención de los Estados Unidos de "ayudar" en el conflicto entre Londres y Buenos Aires por Malvinas, que tuvo en las últimas semanas un fuerte recalentamiento a raíz del inicio de las exploraciones hidrocarburíferas en áreas del Atlántico Sur que la Argentina reclama pese al rechazo británico.
Según pudo saber este diario, en el Gobierno, en realidad, tomaron las palabras de Hillary sin alteraciones, pues subrayan que van en la misma línea que los distintos gobiernos estadounidenses "tuvieron siempre" para no alterar al aliado británico. Y señalaron que un cambio real en la política estadounidense sería que ese país respalde en las Naciones Unidas el reclamo que año tras año hace la Argentina en el organismo. Con todo, las declaraciones de Hillary implican un tenue giro en el discurso que venía sosteniendo Washington, donde el viernes, el jefe de la diplomacia para la región, Arturo Valenzuela ¿ayer bastante poco sonriente¿, había clausurado toda posibilidad de hablar de Malvinas al afirmar que no iba a ser un tema de conversación entre Cristina y Hillary.
La Presidenta y la secretaria de Estado ¿que durmió anoche con su comitiva en el Hotel Panamericano¿ sólo expusieron ayer en público una sola diferencia en cuanto a Honduras tras el golpe de Estado de junio pasado y las particulares elecciones de noviembre pasado que EE. UU. avala y el Cono Sur rechaza. Pero para Washington la cuestión Malvinas ha sido hasta ahora una cuestión más clara que incómoda empezando por el apoyo que le dio el gobierno de Reagan a Margaret Thatcher cuando decidió expulsar por la fuerza a las tropas argentinas que desembarcaron en las islas el 2 de abril de 1982.
EL CASO MALVINAS
Una difícil elección diplomática para Obama en el Atlántico Sur
Por: The Guardian. Especial, Por Nick Cohen
Si algún ser superior pudiera dar a los izquierdistas británicos de mi generación el poder para retroceder y detener un evento histórico, sería la guerra de Malvinas. Antes de que la junta fascista de Galtieri invadiera las islas, Thatcher no tenía ningún "ismo" tras su nombre. Parecía una primera ministra condenada. Luego de la victoria, nada podía detenerla y el socialismo británico estaba muerto. Para la minoría sublevada que la miraba jactarse de haber vuelto a hacer grande a Gran Bretaña, la guerra fue un maldito ejercicio que le permitió subirse a una ola de patrioterismo. Gran Bretaña y Argentina eran como "dos hombres pelados peleándose por un peine". Y había un punto más de tensión, que resulta relevante porque la vieja disputa volvió a surgir. En 1982, los neoconservadores norteamericanos apoyaron los argumentos de los dictadores argentinos. Pasados casi 30 años, los dos pelados parecen ser no tan tontos ya que habría grandes reservas de gas y petróleo en Malvinas. Mientras el tambaleante gobierno de Cristina Kirchner intenta avivar el sentimiento antibritánico condenando la exploración petrolera en Malvinas, la administración supuestamente liberal de Barack Obama sigue siendo equívoca. La política neutral de Washington está alimentando la sospecha de que Obama tiene más respeto por sus enemigos que por sus amigos. La derecha británica ve a esta falta de voluntad para ayudar a un aliado como un patrón que incluye la incapacidad de Obama para lograr concesiones frente a Rusia e Irán. En el Reino Unido, los laboristas no son tan críticos. Quieren que Obama tenga éxito. No sólo EE. UU., sino Brasil, Chile y otros estados sensatos de Sudamérica prestan oído al populismo antiimperialista de Chavez y Kirchner, por formalidad. Si la disputa se vuelve algo serio, los diplomáticos creen que Obama apoyaría a Gran Bretaña y la mayoría de los gobiernos latinoamericanos lo aplaudirían en silencio. Estoy seguro de que tienen razón, pero también de que los críticos de Obama no están todos equivocados. No habrá otra guerra este año porque los argentinos saben que los derrotarían. Pero si no es por Malvinas, en alguna otra crisis Obama tendrá que decidir si quiere ser un presidente liberal o si quiere seguir las peores y no las mejores tradiciones del neoconservadorismo.
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